Su maldición con las lesiones continúa

El calvario de Arias continuó y su propio cuerpo volvió a ganarle el pulso en un curso marcado nuevamente por las lesiones. Tras pecar de irregularidad en el Atleti por sus problemas físicos y superar una traumática lesión ósea en Alemania, el defensa sudamericano abrazó la oportunidad de Granada con optimismo. Sin apenas puesta a punto, Arias debutó ante el Betis y evidenció estar muy lejos de una forma física decente. Un error en un saque de banda ante los béticos le hizo arrancar con mala pata. Sin embargo, y casi siempre desde el banquillo, fue sumando minutos y cada vez se le veía más cerca de ser el futbolista que maravilló en el PSV. Incluso fue el héroe ante el Alavés con un gol en el descuento.

En clara progresión ascendente, el día de su auténtica prueba llegó en Los Cármenes, ante el Atlético que precisamente le prestó al Granada y con Simeone como exigente examinador. Aunque sufrió los arreones de Joao Félix y Carrasco, mantuvo el tipo y estaba cuajando su mejor primera parte como rojiblanco cuando el fútbol volvió a darle la espalda. En una carrera, notó una puñalada cruel en la parte posterior del muslo. Se trataba de una rotura que le iba a dejar en la enfermería cuatro meses.

Su regreso se fue postergando ante el buen nivel de Quini y la dificultad para coger el ritmo deseado y necesario. Al Granada, por cuyo banquillo habían pasado dos entrenadores durante su convalecencia, ya no le quedaba margen. Karanka, a pesar de la presión, fue incluyendo al colombiano en las últimas convocatorias y dándole minutos. Ante el Betis volvió a ser titular y no desentonó en absoluto. Realizó buen partido, pero el equipo perdió y siete días después se consumó el descenso. Mala suerte en lo individual y colectivo para Arias.