Viernes, 5 de junio 2020, 01:26
No parece que haya marcha atrás con Álvaro Vadillo, así que lo previsto es que abandone el Granada a final de curso a la luz de los acontecimientos. Tiene un preacuerdo con el Celta de Vigo por las próximas tres temporadas. Se liberaría del ... mismo en caso de descenso a Segunda de los vigueses, pero sólo para estudiar otra opciones diferentes a la rojiblanca, seguramente en Inglaterra. Por tanto, se consumen los últimos días con los nazaríes del gaditano, uno de los héroes del ascenso. Diego Martínez tendrá que mostrar su mano izquierda para gestionar esta situación. Restan once partidos para concluir la vigente temporada. El entrenador ha de valorar la manera de aprovechar en ellos a un futbolista hábil, aunque no siga en el futuro. Se está ejercitando con normalidad tras superar unas molestias y el club cuenta con que pueda participar en los encuentros inminentes. La profesionalidad del jugador está contrastada en su trayectoria en el equipo, pero ahora es el entrenador quien tiene que decidir. Analizar si lo ve lo suficientemente involucrado en una causa que se presenta frenética, con tantas citas que promueven la participación de prácticamente toda la plantilla disponible, incluidos los que no seguirán cuando concluya el ejercicio.
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No es el primer frente así que aborda el míster gallego desde que llegó a la entidad. De alguna manera, con Adrián Ramos tuvo un foco de conflicto similar. No tanto en la campaña de Segunda división, en la que se integró con bastante naturalidad y sin tentativas de salida aunque acabara siendo suplente, pero sí desde el verano pasado, cuando se dio a conocer su denuncia a John Jiang por los incumplimientos en compromisos de pago pactados en su día al margen del salario que percibía del propio Granada. Todo derivó en un expediente de LaLiga que acabó mermando el tope salarial del club en algo más de 4 millones.
Lejos de discriminar al colombiano, Diego Martínez le protegió. Siguió contando con él, aunque la propia competición le sacara de los focos en favor de otros compañeros como Roberto Soldado y Carlos Fernández. Pese a la tensión con el presidente, no hubo ningún desplante y el cafetero trabajó como los demás. Ramos jugó los últimos minutos en los dos primeros partidos de Liga, ante el Villarreal fuera (4-4) y el Sevilla en Los Cármenes. En la jornada seis, en Valladolid (1-1), fue titular, aunque sería sustituido antes de cumplir la hora de encuentro. No volvió a actuar hasta casi un mes después, con Osasuna (1-0), y gozó de 90 minutos en la derrota en Getafe (3-1).
Su contrato concluía a finales de diciembre y hasta ese mes no volvió a tener participación, a pesar de que cada día estaba más claro que no renovaría y regresaría a su país. Disputó 20 minutos con el Levante, teniendo un gol en sus botas en una acción con 1-1 en el marcador (al final, derrota por 1-2), y lideró el ataque en la remontada en Copa frente a L'Hospitalet (2-3), con un doblete ante un conjunto de Tercera que se hizo fuerte en el césped artificial. Unos días después, en Eibar, defendió el escudo granadino por última vez. Saltó en la segunda mitad, pero no pudo hacer nada para amortiguar una derrota que acabó siendo holgada (3-0).
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Diego Martínez siempre trató con respeto a Ramos, a pesar de que su rendimiento en esos últimos meses fuera declinante. También hubo otros episodios tensos con jugadores que no querían salir de la entidad. Pasó con Javi Varas y Raúl Baena nada más llegar. La dirección quería la salida de ambos para aliviar la economía pero estos se resistieron. Al final, el portero tuvo que ser despedido y Baena se fue cedido a Australia. Un año después, rescindió su vinculación. Ninguno tuvo malos gestos con el 'chamán', que les mantuvo entrenando hasta que resolvieron su papeleta.
A mitad de esa campaña salió Pablo Vázquez, un central que nunca le convenció del todo y que acabó en la Cultural Leonesa. En el pasado periodo estival se desligó para irse al Badajoz, al que el Granada se midió en Copa. El lío se originó con Rodri Ríos. Diego Martínez no quiso contar con sus servicios para el reto en Primera pero él estaba empeñado en seguir. El caso acabó con su despido.
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Vadillo siempre fue un intocable en la 'división de plata', pero su influencia bajó en la élite. Puertas y Machís parecían poder ganarle el puesto, aunque la lesión de Montoro trastocó su situación a mejor. Diego quería a alguien con buen balón parado en el terreno. En 2020 dejó de tener tanto peso en las alineaciones, aunque sí tuvo destellos en Copa y salió en el Camp Nou y el Wanda. El sistema de carrileros le quitó relevancia. No actuó ni en la eliminatoria frente al Athletic ni con el Levante, último duelo hasta ahora. Se fue al confinamiento seguro de que renovaría y todo se ha quebrado en la desescalada ante una oferta peor a la que atendía inicialmente. Habrá que ver si esto erosiona la relación con su mentor. En principio, parece que no.
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