Posiblemente siga siendo el mejor futbolista del mundo, para algunos de la historia, y quedan pocas dudas sobre que sea el mejor pagado del planeta, ... pero lo que está claro es que Messi vuelve a visitar Los Cármenes y lo hará en el que para el Granada se ha convertido en el Mes, con mayúscula. En febrero se decide el futuro rojiblanco en varios frentes. Hoy, en la Copa del Rey. Dentro de escasas semanas, en la Europa League. Entre medias de esa eliminatoria abierta con el Nápoles, en el apartado institucional; se celebra una junta extraordinaria de accionistas en la que resulta complicado cuantificar la magnitud de los cambios que emprenderá la propiedad.
Este periodo arrancó con el cierre del mercado de fichajes de invierno. Una fase que ha delatado la distancia con el modelo deportivo que trajo al equipo hasta el escenario actual. Una forzosa austeridad que provocó que el club llegara tarde a varias operaciones que terminaron escapándose de las manos. En los últimos días, la cúpula de mando local se tuvo que ceñir a unas opciones más modestas, sin apurar el margen respecto al techo de gasto que había.
El tiempo dirá si, a pesar de todo, hay acierto con Domingos Quina y Adrián Marín. Son aún jóvenes, tuvieron una irrupción precoz en sus carreras profesionales, pero no han logrado rasgar ese perfil modesto para elevarse. No parece que vayan a tener un rol dominante, pero dependerá de su propia progresión.
Para el Granada, volaron otras opciones llamativas, como la del mediocentro Pedro Obiang, del Sassuolo, una de las de mayor recorrido. Esta comprometía una opción de compra futura y parece que la nueva política es que no haya tantas ataduras económicas.
Puede que la relación entre Diego Martínez, Antonio Fernández Monterrubio y Fran Sánchez no se haya convertido en una permanente luna de miel, pero es evidente que su 'triunvirato' había funcionado hasta la fecha y los éxitos resultan más que notorios. Ya se quieran concentrar los elogios en el entrenador o se repartan con los ejecutivos, lo cierto es que el Granada salió de Segunda división con esta fórmula, supo asentar unas bases en Primera no sin dificultades (recuerden el 'caso' Adrián Ramos y aquella merma en el tope salarial) y ha alcanzado cotas inauditas con el acceso por primera vez a una competición europea, superando una previa y la posterior fase de grupos. Ha afrontado un reguero de dificultades que no cesan, con la pandemia pegando duro, que engrandece la exitosa trayectoria del proyecto emprendido.
Diego Martínez ha sido una bendición para los rojiblancos. Si con Messi hay poco debate sobre su grandeza, al gallego se le pueden poner pocas tachas porque es el mejor preparador de la historia del Granada. Pero unido a su acierto en planteamientos y dirección de juego, así como en sus recomendaciones para las incorporaciones que él ha sabido exprimir, está la transformación completa del modelo de la entidad, que no fue poca cosa. En ello ha tenido un papel preponderante la gente de los despachos.
Han sido doce años muy intensos en este sentido. Tras estar en una permanente lucha por la supervivencia, el Granada encontró su punto de inflexión en 2009 de la mano de un inversor, Gino Pozzo, y de un gestor, Quique Pina. Un equipo con deudas considerables fue reflotado con el auxilio del dinero del empresario italiano a través de otro conjunto matriz, el Udinese. Devuelto al fútbol profesional, se afianzó un plan estratégico: saneamiento económico paralelo a una fórmula extravagante, que empleaba los fondos de inversión para la adquisición de futbolistas. Llegaron cinco permanencias consecutivas en la élite, pero poca repercusión en las arcas por la revalorización de jugadores. En la mayoría de casos, sus derechos económicos no eran de los rojiblancos.
La venta al conglomerado chino se gestó sin que hubiera una alternativa sólida sobre el equipo que se quería. Quedaron herencias del anterior modelo y el Granada se desorientó hasta dar con sus huesos en Segunda. Llegó Monterrubio y dio importancia «al verde». Tomó decisiones duras, seguramente algunas injustas con ciertos afectados, pero empezó la reconversión para ser un club más convencional, con activos propios y una mirada amable a su entorno. Se terminó con el fondo vinculado a los Pozzo y lo demás llegó cuando Diego Martínez, que no era la primera opción para el puesto, agarró los mandos y dirigió la nave hacia fronteras estelares.
La afición, desde la distancia, disfruta de la consumación de esta aventura, pero ahora aparece otro modelo pidiendo paso, que ya amagó con irrumpir cuando arrancó la era que presidía John Jiang entonces. Una variante heterodoxa para que desembarquen futbolistas chinos en el primer equipo. Los beneficios en el gigante asiático se dispararían por los derechos de TV, pero se podría comprometer el nivel competitivo. Aceptar esto es un camino por descubrir, con interrogantes, en el que algunas personas se pueden quedar por el camino por la disparidad de criterios y en la que cuesta ver que encaje Diego Martínez, pero es lo que desea quien manda y paga.
Volviendo a Messi, es debatible si vale lo muchísimo que gana, pero también genera, en el campo y fuera. El talento chino lo puede hacer en las pantallas; cuesta más sobre el césped. El que decían que era el mejor, Wu Lei, está en Segunda con el Espanyol. Al consejo del Granada le conviene meditar todo y asesorarse bien antes de ponerse a limpiar la era si es lo que buscan, pues con certeza no se sabe.
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