Myrto Uzuni está que arde

El Granada ha hecho el ensamblaje de agosto de victoria en victoria. Está líder y solo saber ganar en este comienzo de Liga esperanzador, aunque aún disten kilómetros para la meta. El arranque es de purasangre, reflejo innato de la grandeza de su plantilla. Tan importante como los galones es la humildad con la que trabaja los partidos. Cómo los va llevando a su terreno para decantarlos. La mejora es continua y lo consolida entre los favoritos. Vendrán el frío, los avatares y los tropezones, pero el rumbo es firme de momento.

El Granada agarró enseguida la bola de demolición. Empotró al filial amarillo con una presión insistente, dividiendo balones para acudir a cada lance como perros de presa. Bodiger, un mastín, obstaculizó una salida y José Callejón se encontró un servicio con el horizonte hacia el área despejado. Dudó en si chutar desde lejos, pero de repente detectó a Uzuni colándose entre la trinchera enemiga y le acompasó el esférico para que el albanés concretara. No hubo nervios en el número 11 y sí precisión clínica para ajustar el tiro cuando apenas transcurrían escasos segundos de partido.

El Villarreal no había desembarcado del submarino. Aunque lanzó un balón al sector crítico que despejó Ignasi Miquel con alguna complicación, eran los rojiblancos quienes percutían para forzar el fallo rival. Uzuni reclamaba el balón, se desmarcaba como si huyera de un sicario. Faltaba que le vieran de nuevo entre la maleza y lo hizo Melendo, que juega con pegamento en las botas y con un láser a la hora de pasar. Le templó la bola al albanés y este cedió como un tronco ante el hacha. Lo cierto es que se dobló antes de la entrada de Iker Álvarez, pero el VAR no le retiró el Óscar por su interpretación. Pena máxima forzada y ejecutada por Uzuni, que trajo al recuerdo su intento de chutar el día del Espanyol. La cinta de la historia, por desgracia, no se puede rebobinar.

Noticia Relacionada

Las mejores imágenes del Granada - Villarreal B, a pie de campo

Con 2-0, el Villarreal seguía encallado, fuera de lugar, con mareos de primerizos. Diego Collado intentó infiltrarse y Ontiveros dejó ver que su disparo de 'folha' seca no le sale con tanta frecuencia desde que la báscula le da advertencias. Solo el Granada se podía complicar la vida en alguna frivolidad y hubo algunas pérdidas de Bodiger que casi compromete a los suyos, bien resueltas en el repliegue.

Uzuni quería ponerse el sombrero de mago en un intento de completar el triplete antes del descanso, pero restalló alto el látigo. Fluía el Granada con enorme suficiencia, cada vez más ensamblado, con la seguridad del que conduce el bólido más rápido y también el más fiable.

Tan ofuscado estaba Miguel Álvarez, el técnico visitante, que hizo un triple cambio en el entreacto, pero la tendencia no viró. Puertas perdonó tras un culebreo en el que solo la aparición de un topo explica el bote tan extraño que le impidió encontrar la tragona.

Niño y el granadino Collado intentaron desatar la correa a su equipo, pero continuaba con demasiada parsimonia, sin encontrar la inspiración. El Granada rebajó las pulsaciones y se puso a amasar el balón con paciencia. Callejón intentó un libre directo, pero se resbaló en el chut.

Haissem, uno de los recursos amarillos tras la pausa, se trató de impulsar, pero tanto André como su retaguardia funcionaron al compás. Karanka quitó a Melendo, con mecha corta aún, e introdujo a Soro, que se fue a la izquierda para que Uzuni ejerciera de delantero, olisqueando el 'hat trick'. Puertas y Callejón derramaron sendos ataques en superioridad. Los rojiblancos apostaban por el galope. En el filial había toques de calidad en medio del pesimismo.

Al final, fue una revisión lo que encaminó a Uzuni hacia su tarde de gloria. Niño empujó a Callejón, a Trujillo Suárez lo llamaron a capítulo y el testigo lo recogió el albanés, que consumó con un abrazo romántico con su pareja al borde de la valla y una piña fraternal de los compañeros. La ola reapareció en el campo extendiendo la felicidad. Esa sonrisa llena de carisma de un albanés intrépido que ha conquistado al respetable.