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José Ignacio Cejudo
Miércoles, 2 de marzo 2016, 00:00
A Jonathan Rodríguez Menéndez (Cangas de Narcea, 1991) lo conocen en toda España como Jony no sólo por ser el nombre que porta en su camiseta, sino por haber defendido varios escudos a su edad y en distintas partes de la geografía nacional. Vagaba sin un rumbo fijo, sin una esperanza real de llegar a la élite, hasta que un hombre se fijó en él. El Pitu Abelardo quería a ese extremo para su filial sportinguista. Hoy, en Primera, reza por no perderlo.
La Sociedad Deportiva Narcea vio nacer en su seno a un futbolista habilidoso, veloz y con golpeo, pero sobre todo zurdo. Le acompañaba la mística. Tienen algo los zurdos que a poco de dar dos toques buenos deslumbran. Mucho tendría este para cambiar en edad cadete las categorías inferiores del Oviedo por la Masía. Allí coincidió en el Juvenil B con una futura estrella del fútbol: el ahora interista Mauro Icardi. También con Isaac Cuenca. Aquel extremo explosivo y con un punto egoísta gustó y jugó en todas las posiciones de ataque, a pierna cambiada e incluso de delantero centro, llegando a entrenar alguna vez con el primer equipo.
El ascenso del filial blaugrana a la Segunda división complicó su renovación y, tras dos temporadas, su contrato como culé expiró debiendo volver a la patria querida. Con 19 años decidió enrolarse en el Oviedo Vetusta, filial del anfitrión del Carlos Tartiere, con la intención de alternar la Tercera con el primer equipo. Las oportunidades no fueron las esperadas y finalmente recaló en el Marino de Luanco para dar el salto a Segunda B. Cinco goles y varias asistencias convencieron al Getafe para incorporarlo a su filial con la ilusión de un futuro cercano en Primera. Seducía. Pese a todo, no contó tanto como pensaba y con alguna lesión de por medio optó por desvincularse en el mercado invernal.
Libre, Jony regresó a Asturias para entrenarse con el Real Avilés en enero de 2013. Lograría obtener la ficha pero su rendimiento no pasó de ser irregular. Pese a ello, algo debió de ver en él Abelardo. Quizás el hecho de ser zurdo. Al verano siguiente, Jony declinó la oferta de renovación del Avilés para emprender el camino a Gijón. Era una gran oportunidad pero no la primera de esta enjundia ante la que se veía. Había desaprovechado las otras; esta no podía escaparse.
Aquella temporada el Sporting estaba entrenado por José Ramón Sandoval. La temporada del equipo despertaba dudas y El Molinón no entendía cómo no se daba la alternativa a un extremo zurdo que la estaba rompiendo en el filial. Sí, era Jony. Hubo que esperar a la destitución del de Humanes para que Abelardo llegara al puesto y se atreviera a hacerlo. Jony debutaba con el primer equipo en mayo de 2014 ante el Hércules en Gijón con gol y victoria. Los mandatarios asturianos actuaron con premura: le hicieron su primer contrato profesional con una cláusula de doce millones de euros adjunta.
Al curso siguiente, un equipo con todas las papeletas para el descenso por sus penurias económicas tardaría apenas unos meses en colgarse la vitola de de invencible. Abelardo había logrado un bloque compacto de chavales de la casa entre los que brillaba Jony con luz propia. Era un aguijón por cualquiera de las dos bandas, siempre con el centro al área como prioridad. Un extremo clásico que hacía el mismo daño indistintamente de que el costado fuera el natural o no. De tan clásico algo previsible, y aun así, imparable. Con sus siete goles ayudó a materializar el sueño del ascenso a Primera.
La frustración de Jony
Gijón, El Pitu y Jony eran felices pero las penurias seguían siendo las mismas. Y la vinculación del extremo al Sporting tenía una fecha de caducidad cercana: el 30 de junio de 2016. El Betis, mediante el deseo expreso de Pepe Mel, se lanzó a su caza sin éxito el pasado verano. En el último mercado invernal, y según informó Ideal, el Granada preguntó por él. Ahora es el Málaga, a tenor de lo publicado por Diario Sur y respaldado en Asturias, el que parece tener todas las papeletas para ser su próximo destino.
Jony hace su trabajo con la máxima ilusión y suma dos goles y bastantes más asistencias. Su regate es tan intratable en Primera como en Segunda, a lo que suma un gran despliegue físico. Lima sus defectos y adquiere recursos, especialmente a pierna cambiada. Le cuestionan por su futuro a diario y él contesta que no le mueve el dinero, que ama El Molinón pero que quisiera ver reconocido su trabajo. Difícilmente podrá ver cumplida su demanda en Gijón, menos aún en caso de descenso. Él sigue corriendo, regateando y centrando, lo que mejor sabe hacer. Porque bastante le ha costado llegar a Primera como para irse tan pronto.
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