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Rafael Lamelas
Sábado, 1 de abril 2017, 17:02
Para Marcos Llorente, centrocampista canterano del Real Madrid, ha sido un verdadero fastidio la situación que se le plantea esta semana, pues no podrá actuar en el Santiago Bernabeú junto a sus compañeros del Alavés, en el que es indiscutible, debido a que en su contrato de cesión figura una traba que le impide actuar ante el club blanco, propietario de sus derechos. Justo en la misma semana a Sergi Samper, mediocentro del Granada, se le plantea el mismo escenario. El equipo que cuenta con él en préstamo, el nazarí, se mide al FC Barcelona, donde le esperan por cumplir tres temporadas más de vinculación cuando se marche, en principio. Samper no tiene la llamada 'cláusula del miedo', por lo que no hay cortapisas burocráticas para que actúe. Pero el catalán tiene algo peor. La falta de confianza actual por parte del entrenador, Lucas Alcaraz, que no le coloca como titular desde el encuentro ante el Leganés. Seguramente, por su propio demérito. Desde entonces, sólo ha disputado minutos en Gijón, en la segunda parte, con el clarificador 3-1 ya en el marcador a favor del Sporting.
Samper ha ido poco a poco dejando atrás la rueda del protagonismo. Está siendo una campaña dura para él, aprendiendo lo que es estar fuera del paraguas del estilo azulgrana, en el que siempre actuó rodeado de talentos, bajo una fórmula de dominio del balón. Vino a la escuadra nazarí espoleado por dos motivos: la tutoría de Pere Guardiola, su representante, en la planificación rojiblanca; y el interés mostrado por el entonces entrenador, Paco Jémez. Samper llegó físicamente mal y aunque muy pronto lo colocó entre los titulares, no fue ni convocado en la última cita del cordobés, en Vitoria.
Tras su destitución, volvió al 'once' en el partido de transición del técnico del filial Lluis Planagumá, para luego quedar fuera de los planes iniciales de Alcaraz, su relevo. Con el granadino disputó sus primeros minutos precisamente en el Camp Nou, en el que saltó en la segunda mitad, en medio de una ovación de la hinchada local, que le identifica como uno de los suyos. Tras sendas intervenciones como refresco ante el Deportivo y el Valencia, le tocó la bendición con los titulares en Vigo, en una derrota por 3-1.
Una de sus actuaciones más convincentes llegó a la semana siguiente, en el arranque de diciembre. Apareció ante el Sevilla como eje de un centro del campo de tres hombres, con Uche y Pereira en la ayuda. Un 4-3-3 con similitudes al que aplican los azulgranas, que sirvió para encauzar el encuentro por 2-1. Parecía que Samper había entrado ya en la vía correcta y que se incrustaba entre los elegidos.
Diciembre fue un mes de afianzamiento. Destacó mucho en La Rosaleda, en un 1-1, pero los marcadores comenzaron a flojear desde entonces. 0-2 en casa ante la Real y un 2-0 en la vuelta de la Copa ante el Osasuna despidieron 2016 con preocupación. La debacle estaba por llegar en enero, en el que sólo obtuvieron un punto, ante los navarros en Los Cármenes. El Granada fue mutando al 5-4-1 actual y esto pareció incomodar a Samper, falto de potencia pero misteriosamente cada vez más aciago a la hora de gobernar los partidos también. Criado desde niño en el gigante catalán, sus maneras responden a un tipo de jugador muy específico, proclive a combinaciones sencillas y frecuentes más que a un despliegue físico en el robo o a la intervención con pases decisivos. Portentos como Pereira o Uche se han adaptado mejor a esta tendencia A él cada vez le costó más tener hueco, máxime tras la llegada de Wakaso.
De titular a actor de reparto
Samper fue actor de reparto en el desastre de Eibar, en la holgada victoria ante el Betis y en el resbalón en San Mamés. Ese día vio la quinta amarilla, por lo que se ausentó del choque del miércoles siguiente, en el que el Granada derrotó al Alavés por 2-1. Uche fue el amonestado en esa velada y le tocó cubrir ciclo, a las puertas del frenético partido en Butarque. Samper se encontraba ante una oportunidad de oro de retornar con los elegidos, con la posibilidad de imponer la pausa a una pugna comprometida. Sin embargo, su crédito se derramó sobre aquel tapete.
Defraudó con un papel decepcionante, sin coger la manija, abrumado ante Erik Morán y sobre todo Rubén Pérez, futbolista que aún pertenece al Granada y que se erigió como el mejor de la lidia, libre para salir al césped al no tener tampoco la manida 'cláusula del miedo'. Aquella derrota aún escuece.
El catalán se quedó sin minutos ante el Atlético de Madrid y apenas estuvo un cuarto de hora en El Molinón. Su tren había pasado ante los pepineros y no supo estar a la altura. Ahora parece abocado al banquillo ante el equipo de sus amores. «Yo lo que quiero es quedarme en el Barça, es mi sueño», apunta en distintas entrevistas, reconociendo que le hubiera gustado quedarse allí, si bien se muestra dispuesto a seguir su formación. La del Granada está siendo compleja pero ha tenido 22 ocasiones para exhibirse. Por ahora, corrobora que es un producto que puede ser apetitoso a futuro, pero que aún a medio hornear.
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