R. LAMELAS
Domingo, 21 de mayo 2017, 00:53
Lo tenía previsto, pese a que la decisión colectiva fue la de salir todos juntos -cuerpo técnico y jugadores- al círculo central, a soportar el escarnio y luego despedirse unidos, yendo en procesión hacia el túnel. Pero Héctor Hernández decidió romper la formación. Él quería dar una vuelta al ruedo en solitario. Quedó como un mártir, tal que si fuera un mito del granadinismo. Se dio su homenaje con el público, que le reconoció como uno de los suyos. Se le vio llorar y regaló parte de su indumentaria.
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Pero su paseo quedó interferido en la parte final, cuando Dimitri Foulquier, ejerciendo de capitán, le pidió explicaciones. Estaba dejando por los suelos al resto, entre otras cosas. Un jugador que ha rendido bien en un buen puñado de partidos, todos en casa, que arrastra ciertas acusaciones veladas que ayer se exteriorizaron sin tapujos. Entre ellas, la de populista. Pero la más grave es que es señalado por borrarse en ciertos partidos clave -sobre todo se recuerda el de Gijón-, exagerando lesiones, según atestigua, por ejemplo, una fuente de los servicios médicos, que prefiere ocultar su identidad. El futbolista fue llamado a capítulo por Alcaraz.
IDEAL se dirigió a la agencia de representación de Héctor para intentar recabar su testimonio. 'Best of you' remitió un comunicado exclusivo con sus palabras. «Lo único que he hecho desde que llegué a Granada es darlo todo por este escudo y esta camiseta que la llevaré en mi alma y en mi corazón por siempre. No podía hacer otra cosa que lo que hice: agradecer a la afición todo lo que nos ha dado este año y particularmente lo que me ha dado a mí, que es todo el cariño y respeto desde el primer día. Justamente lo que algunos en este vestuario parece que no han entendido ni entenderán nunca. Afortunadamente, la mayoría sí», quiso aclarar.
Discusión antes de Gijón
De aquella bronca airada de Alcaraz en su día hay testigos, que intentaron soslayarla por el bien común, con ánimo de que todo se recondujera. «Os tiene engañados», alarga otra fuente, relacionada con el cuerpo técnico, refiriéndose al entorno.
El jugador terminó con molestias ante el Atlético de Madrid. Para conseguir que llegara a El Molinón, se le mantuvo toda la semana en el gimnasio. Si se hacía así, estaría, calcularon. La cita era el domingo y el viernes, tras el último tratamiento, los indicios eran los adecuados. Esa noche comunicó a un integrante que le dolía la rodilla, de repente. Al día siguiente se ejercitó con los demás, pero parecía renquear. Nadie consiguió convencerle para viajar. No forzaría. Eso dio pie a la discusión con el preparador granadino.
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«En la vida me han enseñado a darlo todo, a no rendirme jamás y a ser agradecido y nadie me va a cambiar le guste o no. Los que me conocen saben que en mi vida me he borrado de un partido y cuál es mi compromiso siempre. Salí de la Real para jugar. ¿Cómo me voy a borrar de un partido? No tiene ningún sentido. Lo que no jugué es porque las lesiones no me dejaron. Lo que nos debe de doler de verdad no son unos aplausos a una afición o el ser agradecido, sino haber descendido al equipo y no haber estado a la altura. No desviemos el foco. Fui hacia la grada porque me salió del corazón. Sólo un deseo: que el Granada esté en Primera el año que viene, que es donde debe estar», concluye.
El futbolista fue tachado de autopromocionarse por algunos compañeros, exprimiendo las redes sociales. Lo peor le esperaba al llegar al vestuario. Se encontró con sus enseres fuera y se le enfrentaron pesos pesados, como el propio Foulquier, Ochoa o Ramos. Le soltaron que no se ducharía ahí y tuvo que buscar otra sala para ello. Casi llegan a las manos.
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El tuit alusivo de Fran Rico
Los dos primeros, el francés y el mexicano, dieron pistas en Twitter, al retuitear un mensaje de un 'ex', Fran Rico -en préstamo aún en el Eibar-. El que portara el brazalete nazarí dejó caer esta andanada: «Cuanto humo.... #madrededios #encimagusta #aminomeladas» (sic). El portero no se cortó en la zona mixta y aunque no dio el nombre, sí resultó elocuente. «Hubo jugadores que se escondían para jugar los partidos, con lesiones y muchas cosas que no han salido a la luz o no salieron bien», disparó.
Héctor ha tenido un idilio con la hinchada, pero entre la plantilla ha labrado alguna disputa. Evidentemente no es el peor caso dentro de un grupo donde ha habido más de uno de 'vacaciones', con profusión a la nocturnidad, como corroboran las multas a gente como Tabanou o Krhin, quien se enmendó desde la salida de Alcaraz y su regreso a los terrenos. El alejamiento de otros se avivó conforme vieron consumado el desplome y acreditaron que no seguirían. Son los casos de Wakaso y sobre todo de Carcela, pese a que tiene contrato y ha de buscar salida. Los demás, en general han sido una pandilla inmadura con grandes carencias, imposibles de armonizar para el objetivo.
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Demasiadas lesiones
El caso Héctor emponzoña a un tipo que había caído en gracia. Sufrió problemas físicos desde su aterrizaje desde la Real. Debutó el 6 de febrero, en el último cuarto de hora de la victoria ante Las Palmas. Se le reservó en Ipurúa, aún de puesta a punto, y fue de la partida unos días después ante el Betis. Se lució como carrilero. No completó los 90 minutos por una sobrecarga en el isquiotibial. Le dio tiempo a restablecerse para actuar en San Mamés y ante el Alavés en casa. Ante los vitorianos, se volvió a retirar cojeando. Pese a todo, apareció en Butarque. Allí no fue el mismo, pero lo finalizó. No se perdió la visita del Atlético, entrenando poco, pero esa vez tampoco abordó la conclusión. Lo que nadie esperaba es que esto derivara en una ausencia en Gijón. Se abonó la especulación.
Afrontó las siguientes sesiones al margen. Tras el parón de selecciones, le dio lugar a vestirse ante el Barça. Encadenó esfuerzos en Riazor, tres días después, como extremo -fue cambiado-, y repitió ante el Valencia, el domingo del fin de Alcaraz. La era Adams la empezó entre algodones, en el banco ante el Celta. Salió en su tramo último. No concluyó el partido en Sevilla -golpe en el tobillo derecho-, ni el del Málaga -impacto en la rodilla-. Eludió la consumación del descenso en Anoeta al tener 'cláusula del miedo' y pareció pasar al olvido. Pero Adams tenía que elegir el viernes entre Gastón (que se eliminó de El Sadar porque su mujer paría días después) o él, y se decantó por quien se había erigido en 'ídolo', con cierta lógica. Mantuvo el decoro, pero luego buscó su flash. La intrahistoria podía haber quedado en anécdota si él mismo no abre esta espita. Sus colegas encendieron el ventilador.
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