El Granada y la marmota

El Granada se ha instalado en un ciclo similar. La victoria ante el Oviedo ha devuelto la esperanza a los aficionados, pero resulta difícil confiar en la regularidad de unos jugadores proclives a la dispersión y que, como Phil Connors (el personaje de Murray) abrazan el hedonismo con facilidad.

El golazo de Boyé abrochó un triunfo más convincente por la actitud que por el resultado. El trivote recortó las distancias a recorrer por Trigueros, un futbolista de gran clase y poco fuelle, que por primera vez se aproximó a las expectativas.

El equipo fue compacto, serio y solidario. A ese nivel, el Granada aún podría aspirar al ascenso, pero el problema no es el rendimiento puntual de un plantel más caro que eficiente, sino la incapacidad crónica de sostenerlo. El cuadro es una marmota: aparece de vez en cuando, da señales de vida, pero nunca se sabe si saldrá a jugar o volverá a esconderse.

En el filme, Murray solo escapa del bucle cuando acepta las circunstancias, las aprovecha para mejorar sus capacidades y abandona su arrogancia. Este cambio modifica también su relación con los habitantes de Punxsutawney. Quizás el Granada necesite eso. Dejar de lamentar las ocasiones perdidas y centrarse en mejorar lo que está a su alcance. Todo crecimiento tiene su base en el propósito firme de cambio. Solo así dejará de sonar la misma canción amarga. Puede, incluso, que la marmota de Pensilvania señale el final de la estación de invierno.