Se dice que cuando una persona muere, una película de todo lo que fue su vida pasa por delante suya en el trance final. El Granada murió definitivamente hace dos jornadas, tras un padecimiento continuado que se había agudizado con la llegada del uruguayo Alexander ... Medina, y al que José Ramón Sandoval había puesto respiración asistida en un periplo corto de tres partidos. Contra el Celta, con el equipo gallego jugándose confirmar su permanencia en Primera división, los rojiblancos revivieron ante los suyos la historia de toda la temporada, particularmente de los encuentros jugados como local. La nueva, y posiblemente no última derrota de la campaña, calcó las circunstancias de otros desaguisados, como ante el Valencia por no ir muy atrás en el recuerdo.
Todo fue raro en la despedida en Los Cármenes del Granada. Un ambiente frío, nuevamente trufado de protestas a la dirección del club, poco secundadas al principio aunque arreciaron pidiendo su dimisión –con la paradoja de que una propiedad no puede abjurar de lo que es suyo– tras encajar dos goles, se volvió al final pura indiferencia de la afición ante el nuevo fracaso de su equipo.
Otra vez comenzó el Granada con intensidad, y hasta el descanso se hizo merecedor de adelantarse en el marcador, pero las ocasiones creadas morían en intentos vanos ante un Celta adormilado que solamente dio señales de vida cerca del receso, cuando su faro, Iago Aspas, empezó a despertar. Es este jugador fundamental para los celtiñas, como demuestra su participación decisiva en las últimas salvaciones de los celestes en Primera. Tras el paso por vestuarios, una vez más, los de Sandoval bajaron mucho su rendimiento, y la debilidad en la contención –con un mediocentro, Martin Hongla, horroroso–, unida al despertar de Aspas, permitió a los visitantes tomar ventaja golpeando dos veces en pocos minutos. Dos jugadas similares de paredes cómodas y pases de la muerte ante la pasividad del sistema defensivo, con un Carlos Neva obnubilado –como gran parte de la campaña– y unos centrales lentos y desubicados. Cuando el partido llegaba a su fin, un gol de Bruno Méndez –que ha mostrado una notable caída física con el paso de los partidos en el lateral derecho– puso un poco de picante, pero la impericia de Facundo Pellistri en un mano a mano claro, y de su sustituto, Antonio Puertas, marrando un penalti, impidieron el leve consuelo de un empate final.
El partido fue el retrato de toda una temporada para olvidar, a la que puede poner colofón la visita a Montilivi ante el enchufado Girona, pues es todavía posible cerrar la clasificación. Visto lo visto, no carecería de justicia esa posición, pues el Granada ha hecho méritos para ser el peor de los veinte equipos de Primera en este curso.
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