La luz de esperanza que se encendió tras la victoria mínima ante el Oviedo se apagó en la visita al Heliodoro Rodríguez López. Una nueva ... derrota –tres consecutivas a domicilio ante rivales de mitad de tabla hacia abajo, como Córdoba, Cádiz y Tenerife– vuelve a impedir que el Granada se sitúe en los seis primeros puestos de privilegio de la clasificación. Una nueva decepción, y van demasiadas, para una afición que observa cómo el objetivo del ascenso a Primera división se encuentra cada vez más alejado.
Volvieron los fantasmas del equipo como visitante. Tras un golazo anulado –por supuesta salida del balón en el córner lanzado por Sergio Ruiz–, ni siquiera adelantarse en el marcador de penalti sirvió para asentar al equipo. El empate de los locales llegó en una jugada desafortunada con gol en propia meta, pero la segunda parte del Granada se trufó de las deficiencias tantas veces mostradas: falta de convicción grupal, pusilanimidad colectiva ante la adversidad y errores de bulto que decantan los partidos a favor del rival. El Tenerife esperó los fallos, puso garra y contó con un Luismi Cruz al que las malas prestaciones de Neva, con poca ayuda de Rebbach, convirtieron en una especie de Lamine Yamal chicharrero.
Otra vez se desaprovecharon jugadas francas para haber ampliado la ventaja. Rebbach y Stoichkov marraron sendos unos contra uno ante Edgar Badia y un remate casi a puerta vacía. Ya con la igualada en el marcador, el cada vez más deprimente Villar desaprovechó una asistencia magnífica del único en la vanguardia que siempre se deja la piel, Boyé. El segundo gol recibido llegó por una pérdida absurda de Rebbach, que propició un contrataque en el que Lama derribó al último de los delanteros locales para su expulsión; la cantada de Mariño en la falta lanzada por Luismi Cruz puso la guinda. El cambio de sistema de Escribá cuando retiró del centro del campo a Trigueros –que hizo una destacable actuación– esquilmó las escasas posibilidades de reacción, fiando todo a pelotazos desde atrás, estrategia tantas veces repetida como inútil. La conjunción de fallos de los jugadores e impericia desde el banquillo volvió a tener consecuencias letales.
En el fracaso que viene siendo la temporada las causas son múltiples. Pero no es de recibo que no se haya conseguido a estas alturas un equipo competitivo, y que se confíe reiteradamente en jugadores con actuaciones desastrosas –Stoichkov, que nada ha aportado más que el gol de Elda, o Villar, cada vez más inocuo–, enviando al ostracismo a otros –Rodelas, de titular indiscutible antes de su lesión a última opción–. Se han hecho muchas cosas mal en la confección de la plantilla, pero el rendimiento de lo que se tiene es muy mejorable.
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