Los adolescentes actuales son vástagos de esa primera generación en la que empezó a vislumbrarse una caída importante del nivel de implicación y predisposición al trabajo
Jaime Morente
Granada
Jueves, 25 de julio 2024, 23:45
Uno de los temas virales en la recién acabada Eurocopa fue la obtención del certificado en ESO de Lamine Yamal, mejor jugador joven del torneo. Con 17 años recién cumplidos, obtuvo el graduado escolar que le habilita para seguir cualquier otra ruta académica.
Y es ... que la temática constituida por el tridente educación, deporte y nuevas generaciones es peliaguda. Ahora que se abren las pretemporadas, sea cual sea la categoría, quizá sea el mejor momento para reflexionar al respecto. Desde hace años, en muchos contextos deportivos, como sucede en las aulas, la cultura del esfuerzo del alumnado ha disminuido, a la vez que lo ha hecho el nivel de exigencia. El esfuerzo disminuye porque la exigencia baja, o la exigencia baja porque el nivel de las nuevas generaciones disminuye. Siempre habrá debate sobre cuál es la dirección de la relación causa-efecto. Lo que está fuera de toda duda es que ambas han disminuido, preocupantemente. Además, estamos ante la segunda generación, o generación resultante, de esta problemática. Y es que los adolescentes actuales son vástagos de esa primera generación en la que empezó a vislumbrarse una caída importante del nivel de implicación y predisposición al trabajo, fuera el que fuera el contexto.
He aquí el problema. ¿Qué puedes exigirle a alguien que no ve en casa un nivel de autoexigencia mínimo? Esta situación es extrapolable al deporte, en el que un entrenador no profesional o de base empieza a ver como una utopía aumentar la intensidad, la duración o el número de días de entrenamiento. Plantillas que logran terminar la temporada a duras penas por falta de efectivos, o equipos que desaparecen a mitad del curso, son ejemplos de que la disciplina, base de la pirámide de cualquier proyecto que se precie, empieza a brillar por su ausencia en muchos contextos deportivos.
Es una cuestión de educación, y se forja en casa. Muchos entrenadores de deporte base, al igual que muchos docentes, se merecen ese respeto. Lo único que piden es que exista hambre de esfuerzo, ganas de trabajar. Reflexionemos pues.
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