Si la semana pasada hablábamos de la importancia de focalizar la atención en lo realmente trascendental, el 'caso Uzuni' puede ser considerado como el peor de los escenarios posibles. El principal baluarte del Granada se niega a entrenar en vísperas de un partido en casa, ... crucial para el devenir del equipo en la tabla, por un evidente desacuerdo con sus superiores, los dueños del club. Para más inri, por consiguiente se da un lógico efecto colateral que genera opiniones dispares en el aficionado dando lugar a una grada dividida al respecto. En definitiva, un tiro en el pie en toda regla.
Nadie sabe fehacientemente la realidad del caso más allá que los propios protagonistas, pero lo que está claro es que ha sido un fiasco en tiempo y forma. Era difícil encontrar un momento más inadecuado para generar confrontación. Partido en casa, posparón navideño, y ante rival de la zona baja. En cuanto a las formas, sea cual sea el motivo discordia, se antoja harto complicado hacerlo peor. Por un lado, Fran Escribá, haciendo de portavoz del club, en su rueda de prensa prepartido; por otro lado, el máximo goleador del equipo y también capitán dimitiendo de sus funciones como trabajador del club 'motu proprio' al considerar que ha sido engañado en la promesa de revisión de sus emolumentos. No cumples con lo que me prometes, no voy a trabajar. Un claro ejemplo de que el norte no se ha perdido sino que, más bien, jamás ha existido en este cada vez más dantesco y dañino para la base mundo del fútbol.
«¿Papá, por qué no juega Uzuni?», le espetaba en el estadio un niño a su padre, quien le respondió: «Porque no quiere entrenar, hijo». Lógicamente, la retahíla de preguntas derivadas fue infinita, tal y como la cantidad de situaciones variopintas del Granada más allá de fútbol, más allá del verde, más allá de lo que debe ser la única prioridad del club, que ya empiezan a cansar a una afición agotada de tragicomedias. Reflexionemos pues.
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