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Pedro Fernández es un emblema de la historia del Granada. El paraguayo disputó 170 partidos, lo que le convierte en el extranjero que más veces ha vestido su camiseta. Tanto se comprometió con el club que se quedó a vivir en la ciudad. A ... los 74 años, recientemente operado del corazón y con unos problemas de cadera que no le dejan hacer deporte como solía hasta hace poco, reflexiona sobre aquel gran equipo que cosechó éxitos en el fútbol español, pero al que acompaña el estigma de la violencia. Aquella dureza que todavía se ejemplifica con un episodio oscuro. Un lance en el que Fernández cazó a Amancio, uno de los mitos del madridismo, que tardó cuatro meses en recuperarse. Al defensa, que ni siquiera fue amonestado, lo sancionaron después con quince partidos.
«La prensa no contó todo. A mí también me daban por todos lados. Era parte del juego. A veces, alguno se lesionaba con gravedad, pero había que estar allí. Si uno no quería arriesgarse, podía quedarse jugando a las cartas», asume hoy. La intrahistoria de aquella patada retrocede al año 71 y va de la mano de la llegada al Granada de un defensa argentino, Aguirre Suárez, con pasaporte paraguayo –los llamados 'oriundos'–, con un expediente oscuro en el Estudiantes de la Plata. Ya de rojiblanco, en un partido en el Bernabéu, hizo una dura entrada a Amancio. El árbitro había pitado fuera de juego, pero este chutó a puerta. Minutos después, tras un choque con Fernández, Amancio recibió un codazo de otro granadinista, Jaén. El madridista, creyendo que había sido el paraguayo, se levantó y le pisoteó, a lo que se sumaron Pirri y Velázquez. Amancio y Fernández fueron expulsados. El del Granada salió en camilla e inconsciente. Le administraron oxígeno.
Amancio no quiso ir a Los Cármenes después, aunque se volvió a cruzar con Fernández en el terreno blanco en octubre del 72, sin que hubiera trifulcas. Corría la campaña 73/74, el Barça de Cruyff dominaba la Liga y la Copa se convirtió en el asidero del Madrid para jugar en competiciones europeas. Exigido, el entrenador blanco, Luis Molowny, citó a Amancio y lo sacó a jugar en el césped granadino. Al cuarto de hora, se escapó de la marca de Falito y Fernández lanzó sus tacos sobre su muslo derecho. El árbitro pitó falta, pero ni siquiera sacó tarjeta. Sí hubo infinidad de puntos de sutura y una herida entre ambos que jamás cicatrizó.
«Él no quiso nunca hablar conmigo. Siempre ha comentado que no me va a perdonar. No se habla de lo que los jugadores del Madrid me hicieron. Me tiraron al suelo y me patearon. No le quiero dar más vueltas. Eran otros tiempos. Me quedo con mis 170 partidos y con aquel equipo que hizo sentir orgullo a tantos aficionados», tercia.
Fernández sí reconoce el influjo terrible de Aguirre. «Nada más entrar, ya amenazaba: 'No intenten entrar aquí, porque me estoy jugando el pan de mis niños'. Era un tipo peligroso, pero era lo que había», afronta Fernández. «Aquel equipo infundía mucho respeto. Algunos ni querían venir a jugar contra nosotros», reconoce. «Nosotros nos comprometíamos con la camiseta», profundiza sobre aquel Granada ilustre. «Éramos un grupo de amigos. Nos juntábamos todas las familias y quedábamos para comer. Yo tenía el cariño de todos en el vestuario y se me escuchaba cuando hablaba. Si había que llamar la atención a alguno, lo hacía», recalca. «En nuestra época hasta animaban los presos», sonríe Fernández, recordando la cercanía de la antigua cárcel respecto al viejo estadio de Los Cármenes.
Ahora, Fernández ha estado un tiempo sin ir al estadio. «El equipo no me transmitía. Ahora empieza a cambiar la cosa a mejor. Aún le falta algo para compararse con el nuestro. El Granada tiene que prepararse muy bien. No digo que metan patadas, ojo, pero han de seguir manteniendo la intensidad», argumenta. «Cuando uno va ganando, todo se ve mejor, con más tranquilidad. Un futbolista se crece, entra al campo de otra manera, con la cabeza alta», añade. «Si este equipo sigue así, puede ir a más. La afición está ilusionada», concluye.
A Miguel Muñoz (Madrid, 1922-1990) todavía hay quien lo recuerda por ser el técnico de la selección española en el mítico partido en el que España le endosó un 12-1 a Malta. Sin embargo, antes de sentarse en el banquillo de 'La Roja' el técnico madrileño dejó huella en los dos clubes que se van a enfrentar en el Bernabéu el próximo sábado: el Real Madrid y el Granada.
En el club madridista fue un centrocampista con personalidad, que jugó 275 partidos en diez años y que levantó la primera Copa de Europa del club por ser el capitán del equipo en 1956. De Madrid y del Real Madrid, Muñoz estaba destinado a regresar como técnico a la casa blanca, entrenando primero al Plus Ultra y tomando las riendas del primer equipo en abril de 1961, cuando el presidente del club –Bernabéu– confió en él para relevar a Fleitas Solich. Según relata el periodista Alfredo Relaño, con Miguel Muñoz, «el Madrid ganó su quinta Copa de Europa, aquel 7-3 al Eintracht, y su primera Intercontinental. (...) Luego administró la digna decadencia de la 'generación Di Stefano' (dos finales perdidas) y renovó con éxito el equipo, tirando de gente joven de la cantera o de buenos fichajes españoles». Muñoz dirigió 14 temporadas al Real Madrid. Ganó nueve ligas y dos Champions y es el técnico que ostenta el récord de permanencia en el banquillo merengue. Sin embargo, en 1974 el Barça de Cruyff se escapó en la clasificación y Muñoz presentó su dimisión. Bernabéu lo había ratificado tras perder con el colista, el Castellón, pero prefirió dimitir. «De ahí viene aquello de que la ratificación es una destitución segura», comenta Relaño.
En la temporada 75/76 el Granada lo contrató como su fichaje estrella pero, tras un comienzo espectacular, el equipo se desinfló y acabó bajando a Segunda. El club tardaría 35 años en regresar a la elite. /A. NAVARRO
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