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David Díaz, de 11 años, se llevó uno de los premios gordos. Lloraba y lloraba llamando a Bryan Zaragoza, como tantos cientos de niños que ... se agolparon en la valla de tribuna en el estadio Nuevo Los Cármenes, esperando la rúbrica, una foto o la simple mirada del crack malagueño. David insistió tanto, que al final Bryan tuvo la gentileza de obsequiarle con una sudadera. El llanto del chaval prosiguió, pero de alegría infinita. Fue un reflejo más de una matinal festiva entre los seguidores rojiblancos. La plantilla del Granada se dio un baño de multitudes. También de agua, porque jarreó durante toda la sesión de entrenamiento abierta al público, con una pequeña tregua justo cuando concluyó y los jugadores pasaron a saludar a los seguidores que se agolparon en tribuna.
Unas 1.500 personas, estimó el club, se dieron cita en un día desapacible en lo meteorológico pero ilusionante en lo ambiental, a una horas de la noche de Reyes. Desde poco antes de las 10.30 horas aparecieron entre los asientos hinchas de todas las edades, aunque predominando los más jóvenes, entusiasmados por la oportunidad, con pancartas alusivas a varios jugadores. «Boyé, eres mi 'killer'», soltó uno de los chavales, aunque el que se llevó los mayores vítores fue Bryan, ídolo del granadinismo. «No te vayas», le expresó una niña.
Los jugadores no sabían cómo actuar al principio. Salieron al césped todos juntos, ovacionados, devolviendo el aplauso y saludando. Algunos tuvieron guiños y gestos durante el trabajo en sí, pero a pesar de las reclamaciones, tocaba trabajar primero. Los titulares con el Cádiz, al margen del resto, con sesiones progresivas de carrera y rondos. Los demás, en otra zona del campo, con un terreno delimitado y un intenso partido. Cada gol se celebró como si fuera un encuentro convencional de Liga.
Cuando todo acabó, algunos se retiraron a secarse un poco o coger un abrigo para proceder al ritual más esperado. Antes, patearon los 150 balones que distribuyó el club para que los mejores porteros entre el público se llevaran el obsequio a casa. Después, llegó el momento de los autógrafos, que fueron masivos, con una procesión de futbolistas yendo de punta a punta. Hasta los canteranos, algunos poco habituales, fueron citados por su gente. Los jugadores cogían móviles y se hacían selfis con los dueños para que estos jamás olvidaran un momento así. El club quiso agradecer «el magnífico ambiente» y el «apoyo incondicional» en su nota oficial. «Una afición que, sin duda, sigue motivando y guiando nuestros pasos hacia la consecución de nuestros objetivos», concluyó el comunicado.
Hubo máximo respeto, empatía por parte de los deportistas y comunión generalizada, a lo que ayuda la reciente victoria y los movimientos que se observan en cuanto a fichajes. Los nuevos, Augusto Batalla Bruno Méndez y el más flamante, Kamil Piatkowski, comprobaron el cariño que les da su nueva familia. Matías Arezo, en su vuelta a casa, también fue muy reclamado. Hasta Alexander Medina, el entrenador, y Manolo Lucena y Jorge Molina, exfutbolistas y ahora parte de la estructura de la entidad, estamparon su firma en banderas, camisetas y bufandas. Llovió bastante, pero para los más pequeños seguro que mereció la pena. El sentimiento no entiende de nubarrones.
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