Rascar la superficie
Me hincha las pelotas la versión canónica que etiqueta al Granada como el equipo del terror, del espanto que provocaba Aguirre Suárez
Manuel Pedreira
Granada
Miércoles, 12 de febrero 2020, 01:48
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Manuel Pedreira
Granada
Miércoles, 12 de febrero 2020, 01:48
Fue salir el emparejamiento con el Athletic y volver la matraca. Cada vez que el Granada aflora a la actualidad nacional, bien porque esa semana le toca jugar con un grande, porque alcanza un inesperado liderato o porque se mete en las semifinales de la ... Copa, regresa el cuento, la maldita leyenda negra, el mito injusto.
Pensar es abstraer, olvidar diferencias, adoptar la generalización como un peaje necesario para formular conclusiones. De otro modo, los innumerables matices nos abrumarían hasta cegarnos. Sin embargo, no le compro al periodismo patrio la vagancia. No le tolero la pereza. Me hincha las pelotas la versión canónica que etiqueta al Granada como el equipo del terror, del espanto que provocaba Aguirre Suárez, del viejo Los Cármenes como la playa de Omaha, de la patada que casi mata a Amancio.
Qué fácil es agarrarse al tópico y aventarlo. Qué poco cuesta montar la mesa con un lugar común y colonizar el menú con los ingredientes de siempre. El Granada de los setenta, sobre el que invariablemente se detiene la memoria futbolera nacional, fue muchas más cosas que una patada de Fernández. Tuvo porterazos como Ñito o Izcoa, estilistas como Vicente y matadores del área como Porta. Y sí, es verdad, también tuvo defensas duros, como todos los demás equipos. Sucede que la gallina del estereotipo puso el huevo ahí... y no hay huevos de moverlo.
Esta semana he leído en la prensa bilbaína, a cuenta del duelo con el Athletic, el consabido reportaje sobre aquella zaga de criminales vestidos de rojiblanco que asolaron los campos de España, se comieron a los niños y violaron a las mujeres de sus rivales. Ya no me indigna la mentira ni la exageración, sino la desidia. Hay que rascar la superficie, pardiez. Del Athletic me quedo con Julen Guerrero, no con la patada que casi mata a Maradona.
Si preferimos lo fácil, el cliché, podríamos convenir en que todos los vascos van con metralleta y comulgan con Arnaldo Otegi y sus muchachos. ¿Y verdad que no es así?
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