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A mil quinientos metros del estadio de Los Cármenes se ha jugado esta noche un partido con el corazón. Dos centenares de aficionados del Granada se han reunido en el centro comercial Serrallo Plaza para seguir las jugadas del partido de ida de semifinales ... de Copa que han disputado el Athletic de Bilbao y el equipo nazarí. Ha sido el rugido del Serrallo, que ha caldeado la noche copera.
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San Mamés versus San Cecilio. Txikitos contra cañitas. Pintxos frente a tapas, «estamos aquí porque no hemos podido tomar el autobús a Bilbao. Ya nos hubiera gustado a todos», explica uno de los aficionados, ataviado con una camiseta del equipo nazarí. La mayoría de los aficionados presentes en el centro comercial son chavalería, jóvenes entre el instituto y la universidad que aprovechan esta noche de miércoles para dejarse las gargantas por sus colores.
Minutos antes de las nueve de la noche, hora de comienzo del encuentro, un numeroso grupo de granadinistas ha empezado a cantar, a corear las consignas clásicas. Todo a pulmón. El vigilante jurado se les ha acercado. Parecía el árbitro cuando se acerca al central para afearle una jugada y comentarles que no va a permitir ciertos comportamientos. Se han callado.
Pero a los cinco minutos los jugadores del Granada CF han saltado al campo en Bilbao y la sangre les ha hervido, los músculos se han tensado y las gargantas se han llenado de Granada. Vuelta a las palmas, aplausos y ovaciones. Vuelta a los cánticos y al griterío, zarabanda, jolgorio y jarana. Ha vuelto entonces el árbitro. Perdón. El vigilante jurado. Les ha dicho al grupo que comandaba a la afición reunida que era el segundo aviso. Les ha puesto dos dedos frente por frente para remarcar la firmeza de su determinación. Ha sido tarjeta amarilla. «La próxima, ha dicho amenazante, os vais fuera». Sería tarjeta roja, aunque, ciertamente, no se le ha vuelto a ver al vigilante jurado en todo el resto del partido. Porque animación, y de la buena, sí que ha habido.
El partido se sucedía trepidante. Los compañeros de Deportes de la COPE retransmitían desde el centro comercial Serrallo el partido. El volumen, a todo meter. El pedazo de pantalla, de lo más atractiva. El problema para ver el fútbol de esta forma es el mismo que ocurre cuando vas al bar que hay debajo de tu casa a ver un partido y se te acoda en la barra junto a ti un tipo que lleva un pinganillo. Exacto. Ese pinganillo lo lleva conectado al móvil y el móvil está conectado a su vez a la radio. ¿Qué sucede? Que la retransmisión radiofónica llega antes que la imagen a la pantalla. Con lo cual la emoción va, digamos, por barrios.
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No pasa nada. El alcalde de Granada, Luis Salvador, está en el aire. Su voz rebota por todo el centro comercial cada vez que en la COPE le animan a comentar las vicisitudes de este partido. Como por ejemplo las durísimas faltas que el el Athletic de Bilbao está cometiendo en estos momentos. O cuando ruge de nuevo el Serrallo porque uno de los jugadores del Granada está sobre el césped y el equipo vizcaíno sigue jugando la pelota. No hay 'fair play' que valga y el Athletic culmina la jugada. Momento que hay tangana sobre el campo porque los jugadores granadinistas les afean tan poco caballerosa conducta. El Serrallo entonces se cae. La afición, indignada.
La indignación sube unos cuantos enteros cuando el delantero Williams para el balón con el brazo en una jugada que acaba en gol. Pero hay VAR. Y el VAR es sinómino de suspense. Pero repiten la jugada y esto es un clamor. «Mano descarada, tío». «Le ha pegado en todo el brazo», y doscientos comentarios por igual. Misteriosamente el VAR no ha mirado dentro de este centro comercial y el tanto ha subido al marcador. Poco después, la derrota puede ser pesada o ligera, se ha terminado el primer tiempo.
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El segundo tiempo no podía empezar peor. Menos mal que el árbitro ha anulado el gol del Bilbao. En la repetición de la jugada se observa perfectamente que había hasta cinco jugadores en fuera de juego. «Estaba en fuera de juego hasta Iríbar», dice con gracia un seguidor entrado en años, ante el cachondeo generalizado del personal.
«Hay VAR». Y todo el mundo respira. El golazo de Capa es un 2-0 que parece insalvable... Anulado. Y aquí todo el mundo se ha puesto en pie como un resorte. Se han abrazado. «Sí se puede», se ha escuchado envuelto en emoción y esperanza.
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Hay un codazo feo de Aduriz y se lleva la tarjeta amarilla. El partido está bronco. Hay bronca. Pero según pasan los minutos el ambiente se congela. El árbitro pita el final. La afición está contenta. Hay vida.
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