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El mural de Maradona en Nápoles se ha convertido en un auténtico museo. R. LAMELAS
Nápoles - Granada | Una visita al templo de 'D10S'

Una visita al templo de 'D10S'

Una ciudad con encanto ·

Nápoles, un lugar singular, caótico, abigarrado y a la vez bellísimo, respira fútbol por sus rincones y rinde pleitesía a Diego Maradona, ídolo de su mejor equipo de siempre

Rafael Lamelas

NÁPOLES (enviado especial)

Jueves, 25 de febrero 2021, 00:47

Nápoles no decepciona y es todo aquello que a uno se le pasa por la cabeza de cuanto pueda ver o leer sobre ella, siempre que uno consulte atractivas guías de viaje y no se obsesione demasiado hojeando 'Gomorra', el libro de Roberto Saviano que describe, con todo lujo de detalles, la sordidez, el entramado y las prácticas mafiosas de la Camorra. Esa Nápoles criminal y de tensión seguro que existe en según qué lugares y épocas, salpicará algunas zonas y se ocultará en lugares recónditos, pero hay otra estampa con mucho encanto, genuina, que envuelve desde que se pone un pie en la acera y uno comienza a andar y observar. El fútbol es parte de ese ritual.

Es una ciudad caótica y abigarrada, donde hasta el olor a mar es característico y el gallo que hace despertar está representado por el intenso ruido de los cláxones de los coches que resuenan por cada calle desde la penumbra que precede al amanecer hasta que llega el ocaso y la gente empieza a resguardarse , porque a las 22 horas también hay toque de queda.

El código de circulación se interpreta de una manera particular por parte de muchos napolitanos. Las vías se convierten en un circuito de carreras en las que el peatón se somete a un ejercicio de supervivencia, a la intemperie incluso en los pasos de cebra. Cruzan pequeños Fiat como si compitieran en la mismísima Fórmula Uno y pasan las motos tal que si las guiara el propio Valentino Rossi. Los 'stop' y los 'ceda el paso' sobre la calzada parecen mensajes ignorados, como los que van borrando con nombres de ciclistas en los puertos de montaña. Se admiten los semáforos, aunque con matices. Te puede adelantar una vespa con los tripulantes sin casco y cruzarse cualquier vehículo trazando un zigzag. Es la ley de la selva;o te adaptas o te infartas.

La pandemia también está presente y se percibe en las mascarillas que ocultan las bocas, como pasa en España, aunque se da un lucimiento relajado por parte de muchas personas, sobre todo cuando están al aire libre. No hay la misma histeria, aunque sí se aprecia ese poso de tristeza que transmite el coronavirus. La ciudad trata de recuperar el aliento y la actividad económica. Los puestos de fruta y de pescado mantienen a su público. El género entra por la vista, como pasa al caminar al lado de una pastelería. Una dulce fragancia de obrador y ese intenso aroma a café expreso, recién hecho.

La huella española jalona Nápoles y el barrio más característico conserva esta 'nacionalidad'. Pasajes estrechos, ropa tendida, pequeños negocios, suelo adoquinado, conversaciones alegres y mucho, mucho fútbol. El mural de Diego Armando Maradona es el epicentro futbolístico de una ciudad que vive el 'calcio' con pasión.

Levantado tras la consecución del 'scudetto' de 1990, a la pared con la efigie gigante del astro argentino se fueron uniendo innumerables imágenes, camisetas y recuerdos de 'D10S', aunque la zona haya adquirido un valor simbólico superior tras el fallecimiento del genio. Antonio Exposito es el encargado de mantener el lucimiento y mejora de un lugar al que trata de acudir cada visitante como si fuera un museo, aunque será algo masivo cuando levanten las restricciones viajeras y ya puedan acudir los turistas de todo el mundo.

«Conocí a Diego, de noche», se carcajea Exposito, al que los jugadores actuales le siguen regalando camisetas y tiene pintada la Giralda de Sevilla en una pared, monumento de otra de las ciudades europeas en la que jugó Maradona. «Es un 'templo'. Aquí la gente nos deja muchas cosas, sus recuerdos», detalla señalando unas baldosas colgadas en las que la gente firma y deja mensajes. Tiene hasta una cocina para pasar allí el tiempo. Todo en Nápoles parece desencajado, pero a la vez funciona.

Exposito, como buen 'tifoso', está seguro de la remontada del Nápoles, aunque le duele como a tantos no poder estar en el viejo San Paolo, ahora bajo el nombre real del 'pelusa'. Mario Di Pinto, pizzero, «el que hace la mejor 'margarita' de la ciudad», es otro loco por el balón que daría lo que fuera por poder estar en la grada hoy. Hay un enlace con Granada a través de un motrileño que ya se marchó, José Callejón, fotografiado y expuesto por los éxitos recientes del equipo, antes de marcharse a la Fiorentina.

El Granada se aloja en un hotel en la mejor zona de Nápoles, con vistas al Mediterráneo y bien custodiado por la policía. «Vais a perder», gritaba un napolitano al ver bajarse a la gente del bus. Y es que todo parece excesivo en Nápoles, que siendo tan genuina también resulta hospitalaria. Los niños juegan en la calle al 'calcio'. El estadio está alejado, pasando por un túnel que taladra el lugar. El Maradona tiene esa mezcolanza aparatosa de las instalaciones en las que lo nuevo se superpone sobre lo viejo. Es enorme, caben más de 50.000 espectadores, pero esta noche solo estarán las directivas, algunos operarios y la prensa. Enviados especiales sobreviviendo como si fueran soldados de fortuna. Nápoles merece la pena, pero siempre que el Granada pase.

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