Visto bueno o indulgencia

La ubicación en El Sadar de Vallejo por delante de la defensa era la mejor opción posible ante el maltrecho centro del campo del equipo, aunque su aporte no fuese suficiente –la temprana tarjeta influyó en ello–, para que Montoro y Milla controlaran mejor el juego.

Se trataba de mantener la defensa de cuatro como sinónimo de solidez y continuidad de un sistema que da equilibrio, para así evitar jugar con tres centrales –a algunos se les olvida–, que ha supuesto siempre todo lo contrario. Un auténtico desbarajuste.

En casi todas sus decisiones Diego Martínez está dando muestra de precocidad impropia de su edad. A veces se nos olvida que es el entrenador más joven de la Liga Santander. Seguramente porque está haciendo ordinario lo extraordinario y ha superado todos los prejuicios que le acompañaban cuando llegó.

El entrenador del Granada suele vender caras sus derrotas. Lo hace siempre. Como los grandes guerreros. Pero es lógico que abra la boca para pedir refuerzos. Lo merecen él y sus jugadores. Sabe que el vestuario está exhausto y pretende evitar que la argamasa que mantiene firme el grupo se resquebraje.

«Solo hay que pedir a cada uno lo que cada uno puede dar». La frase es de Antoine de Saint-Exupéry en El principito. Diego Martínez está dando más de lo que se le pide. El club debe hacerlo también entre tantas juntas generales del Consejo de Administración. He leído que los inminentes refuerzos deben tener el visto bueno de la propiedad. ¿Visto bueno o indulgencia?