Granadinos en la Plaza del Carmen durante la tremolación del pendón. Enero 1966

Las tradiciones de año nuevo

Después de las uvas, el ritual de la Toma y el sonido de la campana de la Torre de la Vela daban la bienvenida a un nuevo año

Amanda Martínez

Jueves, 7 de enero 2016, 08:43

La fiesta de la Toma de Granada es la fiesta mayor de la ciudad y la primera fiesta local en el calendario español. Los granadinos llevan cumpliendo desde hace más de 500 años con un ritual que ha sufrido modificaciones, que ha intentado adaptarse a las circunstancias políticas, que en algún momento se vivió con cierta apatía, que también adquirió ribetes polémicos... pero que recuerda un acontecimiento histórico que marcó un punto de inflexión en la historia de Granada y del país.

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El ceremonial para recordar la Rendición de Granada fue instaurado por Germana de Foix en 1517 para cumplir con el testamento de Fernando en Católico. Solía comenzar el 1 de enero y estaba acompañado por una celebración litúrgica. Durante el siglo XVII, por ejemplo, en que la religiosidad marcaba la vida y las costumbres de la población, el Ayuntamiento se ponía de acuerdo con las autoridades eclesiásticas para organizar una ceremonia cívico-religiosa. Esta era el acto central de la fiesta de la Toma. El cabildo nombraba cada año a dos comisarios y designaba a la persona que llevaría el estandarte real, honor que era vitalicio; el nombramiento del portador de la espada del rey Fernando dependía del corregidor, mientras que el arzobispo nombraba a la persona que portaría la corona de la reina Isabel. La procesión debía de ser la demostración de la unidad de todas las instituciones.

Durante la Dictadura de Primo de Rivera el ceremonial sufrió algunos cambios como el de la introducción de vítores al Directorio Militar. Durante la Segunda República, chaqué y chistera para el portador del estandarte real y el himno de Riego a la llegada del pendón. El primer día del año el estandarte se quedaba colgado en el balcón del ayuntamiento hasta el anochecer. Una sección de Infantería permanecía en el edificio para rendirle honores y, al son del cornetín, se retiraba la enseña. Al día siguiente, a las doce de la mañana, la corporación se dirigía a la Capilla Real para depositar ramos de flores sobre los féretros de los soberanos y volvía a tremolarse el pendón en el Ayuntamiento. En 1939, con Antonio Gallego y Burín al frente de la alcaldía, llegarían los cambios más importantes en el protocolo. «Se añadieron elementos tan particulares como una nueva forma de dar escolta al Pendón Real o la necesidad de tomar la espada del Rey Fernando y la corona de la Reina Isabel con un pañuelo de seda», describe César Girón en el artículo 500 años de Tradición publicado por IDEAL el 2 de enero de 1999. Este nuevo ritual establecido según las investigaciones de Bermúdez Pareja se mantendría prácticamente inalterable durante toda la dictadura franquista. El primer Ayuntamiento democrático reformó de nuevo el ceremonial basándose en los estudios de José Miguel Castillo Higueras e introdujo por ejemplo vítores a a Andalucía y al himno autonómico.

Durante la tarde del 2 de enero se organizaba una corrida y un juego de cañas. Y, siguiendo la costumbre, miles de personas subían a la Alhambra hasta la Torre de la Vela.

Los toques de la campana

Cada primero de año, la campana de la Torre de la Vela comenzaba a repicar desde las diez de la mañana y su tañido se escuchaba en la ciudad hasta que cerraba la Alhambra. Era uno de los pocos días del año en que se rompía su horario habitual. Al día siguiente, eran las chicas granadinas casaderas las que la hacían sonar con fuerza para que se cumpliera la tradición y encontraran marido antes de que terminara el año que acababa de nacer.

«La que toca el dos de enero,

la campana de la Vela

se casa dentro de un año

si no se queda soltera»

Los chicos también la golpeaban, y estos lo hacían con tanta fuerza para demostrar su hombría, que en varias ocasiones se rompió y hubo de ser sustituida.

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Hay una curiosa anécdota histórica que une a las dos protagonistas de este dos de enero: la campana de la Vela y el Pendón Real. La cuenta César Girón en el artículo La Tremolación de mayo de 1843, cuando se ondeó el estandarte desde lo alto de la Torre de la Vela «llamando al pueblo de Granada, a unirse y sublevarse contra el regente, el general Baldomero Espartero, manteniéndose leal a la reina niña Isabel II. Ello le valió a nuestra ciudad la concesión del título de «muy noble, muy leal y heroica ciudad de Granada», lema del que hace gala el escudo de la capital, junto a la presencia de la Torre y Campana de la Vela, símbolo de su heroicidad. Un honor que le concediera en diciembre de 1843 en recuerdo de aquellos acontecimientos de la anterior primavera». Al grito de «¡Granada, Granada, Granada!¡Granadinos por la reina Isabel y contra el tirano Espartero, viva la libertad y la constitución de 1837!» la bandera se ondeaba mientras la campana de la Vela tocaba a rebato.

Un solo de campana

Tras la fiesta del 2 de enero la campana de la Vela volverá a sus menesteres habituales. Cualquier día del año, escribía Gómez Montero en el artículo Un solo de campana publicado en 1970, «después del toque de ánimas da dos campanadas a intervalos hasta las diez de la noche, en que da cuatro seguidas, para continuar como antes hasta las once, la hora de queda, que suenan treinta y tres. Luego repite las campanadas hasta la medianoche.

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Desde las doce a la una de la madrugada da una campanada. Dos toques hasta las dos de la mañana y así continúa hasta el alba, momento que sostiene un coloquio con las de la Catedral para terminarlo con 33 campanadas».

Los sonidos que llegan desde la Vela siempre han formado parte de la ciudad.

«Quiero vivir en Granada

porque me gusta de oír

la campana de la Vela

cuando me voy a dormir»

Pesa unos 1.200 kilos, ha sido fundida en ocho ocasiones, la primera en 1569 y la última en 1773 y era, por excelencia, la campana de rebato de Granada, o sea, la que alertaba de la inminencia de cualquier peligro. Tanto es así que una de las primeras medidas adoptadas por la Junta de Granada fue la de evitar que pudiera ser tocada sin su permiso. Así lo dice una Real Orden de la Suprema Junta de Gobierno de esta Providencia y Reino: «Que se le quite a la campana de la Vela el badajo o lengua y que se le ponga centinela para que persona alguna se acerque a ella». Junio 28, 1808 José de Sandoval y Melo Secretario vocal de la Junta Al Sr. Gobernador de la Real Fortaleza de la Alhambra.

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Durante la guerra civil adquirió un especial protagonismo pues fue la única a la que se le permitió dar las señales de alarma en caso de un bombardeo aéreo. La campana de la Vela es, también, la más laica y laque más fielmente sigue dando sus toques como antaño. Era el reloj que avisaba a los agricultores de la Vega de la hora del riego. Repica cada Jueves Santo a la salida y entrada de la Virgen de Santa María de la Alhambra, en la procesión de la Virgen del Rosario, en memoria de la victoria en la batalla de Lepanto (7 de octubre) y cada el 12 de octubre en conmemoración del Descubrimiento de América.

El día del Guardia Urbano

Desde el año 1935, Granada celebraba un homenaje popular a los agentes de tráfico como «premio a sus meritísimos servicios al público, y a la simpatía que por su celo y honestidad merecen». Cada 1 de enero, «el guardia y el automovilista, alzan una bandera de paz en las encrucijadas del tráfico urbano», contaba El Defensor en su crónica de aquel primer día.

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En la primera edición de aquella cuiosa fiesta, el primer regalo cayó sobre la plataforma del guardia Manuel Sierra, establecido en Puerta Real. Fue un comerciante de vinos y mostos saludables que egaló varias botellas y «huyó con su automóvil». La innovación importada de Reino Unido no tomó matiz andaluz hasta que otro conductor «rompió una botella de manzanilla sobre el faro de deslinde de la Puerta Real para llenar de olores castizos la fiesta londinense»

-¡Eh, señor guardia! Aquí tiene esto; un pavo y una caja de puros. ¡Felicidad y suerte!

Dos horas más tarde, en el pequeño círculo de la tarima de Puerta Real, se amontonaban desde la hogaza típica y humilde hasta la botella buchona del champán burgués.

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Hubo salchichones, habanos, plátanos, pavos, pollos, rosquillas, morcillas y ristras de ajos y también la sencilla gratitud de un dentista que regaló la extracción de una muela.

El buen humor de automovilistas y peatones no quedó aquí, Un transeúnte regaló una bandeja de dulces con la dedicatoria «El peatón que nunca fue atropellado».

A la una de la tarde Puerta Real era un pequeño mercado donde confraternizaban las cebollas con el champán y las morcillas con el jamón de york.

Tampoco faltaron regalos en el puesto de Correos donde a las tres de la tarde los guardias devoraban una tortilla del Sacromonte, una tradición que dejó de celebrarse en el año 71 «por el bien del tráfico».

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