![Boabdil entrega las llaves de Granada](https://s3.ppllstatics.com/ideal/www/pre2017/multimedia/noticias/201512/30/media/cortadas/rendicion_granada--575x323.jpg)
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juan bustos
Jueves, 7 de enero 2016, 08:44
En los últimos tiempos se sucedieron tantos acontecimientos que no estará de más recordarlos brevemente. Desde la toma de Alhama, hace diez años, cabe decir que la capital había quedado sentenciada. Ahora algunos especulan sobre si un rey mejor dotado que Boabdil -un Alhamar, por ejemplo, que fue tan hábil maniobrero siempre-, hubiera podido afrontar, o retrasar al menos, la invasión cristiana que se ha desbordado últimamente por sus cada vez más menguados territorios. Pero los tiempos de Alhamar eran otros, y los cristianos de su época, también. Andaban entonces separados sus Reinos, mientras que ahora, desde la boda en Valladolid de Ysabel y Fernando, en 1469, vienen avanzando juntos, encabezados por sus nobles, que antes también se daban a discordias y conflictos familiares, y hoy, en cambio, han olvidado sus pendencias y siguen de buen ánimo a sus reyes. Por si fuera poco, en tan preocupantes circunstancias, y mientras caían en poder de los cristianos las poblaciones más importantes del Reino, los monarcas de la Alhambra se han venido entregando a extenuantes guerrillas internas, con el fatal resultado de dividir la población musulmana, cuando más necesitada estaba de la unidad que exige la lucha contra el enemigo común. Los conflictos y enfrentamientos entre los reyes granadinos, hábilmente azuzados por el rey Fernando en todo momento, han influido no poco en el desenlace de esta guerra de Granada.
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Secuencia última
La verdad es que el año pasado, 1491, ya no hubo guerra formal. Salvo el combate de La Zubia, en el verano, que pudo ser muy grave para los cristianos y hasta para la propia reina Ysabel, causante involuntaria del mismo, todo lo demás fueron escaramuzas y desafíos caballerescos sin trascendencia. Los reyes Ysabel y Fernando -a instancias de él, sobre todo, según se asegura-, se han limitado a esperar. Granada estaba bien cercada. No podía recibir ayuda del Norte de þfrica, porque los puertos del Reino granadino eran ya cristianos. Tampoco podía conseguir alimentos, porque el ganado, las huertas y los cultivos de la Vega, habían sido arrasados por los sitiadores. Luego no merecía la pena mover ni un solo peón de la tropa acuartelada en este Real. El final, inexorable, sería el hambre entre los vecinos de Granada. Un comerciante genovés, que ha servido de espía a los cristianos, les ha asegurado que, efectivamente, ya se habían producido alborotos y protestas por la escasez de comida las últimas semanas. No se descarta que, en el deseo de evitar mayores males a sus súbditos, Boabdil haya puesto fin a la desesperada situación, y hoy, víctima de sus errores, de su mala fortuna en la batalla y de los mayores recursos de Castilla, ha acabado por entregar las llaves de Granada a los serenísimos reyes Ysabel y Fernando.
La entrega
Según se ha sabido, todo quedó pactado y firmado secretamente, aquí, en éste Real de la Vega de Granada y luego en la Alhambra, el pasado 25 de noviembre. Y aunque no se conocen todavía en detalle esas capitulaciones se dice que abundan en propósitos pacíficos y de concordia. Se mantendrán la religión, las costumbres, la lengua y demás singularidades de los moros, y al rey Boabdil y a su familia -que ya salió anoche, en secreto, de la ciudad-, se les ha concedido, junto a elevadas sumas de dinero, el dominio de una zona de la Alpujarra. El carácter secreto de estas negociaciones no ha podido mantenerse, por no sabemos qué causas, al difundirse los rumores de una próxima capitulación, con la consiguiente alarma del pueblo granadino. Esto ha hecho que la entrega de la ciudad se haya adelantado a lo inicialmente previsto, cumpliéndose en el día de hoy, 2 de enero.
Los actos se desarrollaron con la rapidez que recomendaban las circunstancias. Primeramente, en la Alhambra, adonde había subido, por caminos escondidos, un destacamento cristiano bien armado, escoltando al Gran Cardenal de España, don Pedro González de Mendoza, y al Obispo de Ávila, fray Hernando de Talavera, confesor y consejero de la reina Ysabel, quienes, desde la torre más alta, ondearon victoriosamente el pabellón de Santiago y la cruz de plata que el rey Fernando ha llevado durante toda esta guerra. Todo fue divisarlos, y en el vistoso cortejo cristiano, con sus reyes y nobles a la cabeza, estallaron los gritos de entusiasmo entre la tropa y atronaron los disparos de los arcabuces y calíones. Poco después, cuando ya en el interior de la ciudad se oían los primeros lamentos bajó Boabdil con sus últimos leales. También había salido por callejas apartadas. Junto a un pequeño morabito o lugar de oración de los moros, que hay a orillas del Genil, se encontró con el grupo cristiano que le esperaba. Todo estaba rigurosamente previsto en la breve ceremonia entre el monarca vencido y los reyes victoriosos. Los menores gestos y ademanes, acordados hasta el mínimo detalle. Así, la intención de Boabdil de bajar de su montura y el gesto amable del rey Fernando para impedírselo. La mano afectuosa del cristiano triunfador sobre el brazo del árabe derrotado. Nada de humillaciones ni de algo que lo pareciera, Boabdil besó gentilmente la mano de Ysabel, que hoy parecía más joven de los 41 años que tiene, bien castigados, además, por sus cinco partos. No han trascendido con exactitud las palabras pronunciadas por el monarca depuesto, al entregar las llaves de su capital, aunque según uno de los moros leales a los cristianos, que estos usan como intérpretes, fueron palabras de triste resignación por la pérdida de su capital y de buenos deseos para sus nuevos dueños. Ysabel y Fernando se manifestaron amistosos y conciliadores con sus breves palabras de respuesta. Y así ha concluído el fugaz encuentro entre estos personajes que la fatalidad ha unido y que la Historia no podrá separar jamás, Boabdil ha emprendido el camino del exilio y, aunque no ha quedado en la ciudad ningún personaje musulmán de relieve capaz de sublevar al vecindario, los reyes Ysabel y Fernando han considerado aconsejable regresar a su Real de la Vega de Granada, demorando unos días su entrada oficial en la capital. No hay aún comunicación oficial de la secretaría de los serenísimos reyes, pero corre el rumor de que el día elegido para el acontecimiento será el próximo día seis. Concluye así la jornada del 2 de enero de 1492. Se puede llamar memorable éste día y evocar respetuosamente su memoria a lo largo de los siglos, pues, sin duda ninguna, a partir de hoy, la historia seguirá otro rumbo.
Júbilo en la cristiandad
La rendición de Granada, que llevaba esperándose tanto tiempo, será acogida jubilosamente por la cristiandad. En esa seguridad, y para apresurar la difusión de la feliz noticia, hoy mismo, después de la toma de la ciudad, los reyes Ysabel y Fernando, han enviado veloces correos a Venecia, Pisa, Milán y a monarcas y príncipes de otros estados cristianos. El primero de estos mensajes iba dirigido al Papa Inocencio VIII, en Roma. Con la recuperación de Granada, es evidente, que la Europa cristiana enjuga un poco la pesadumbre producida por la pérdida de Constantinopla.
Tras una guerra de diez años y un asedio final de ocho meses, la ciudad de Granada, capital del Reino musulmán de su nombre, ha sido tomada hoy por las tropas de los reyes cristianos, Ysabel y Fernando, quienes recibieron del rey destronado, Boabdil, las llaves de sus puertas. Contra lo que se temía, no se han registrado disturbios en la población. Sólo gestos de rabia durante los primeros despliegues de las fuerzas ocupantes. Con la toma de Granada, desaparece el último vestigio de la presencia árabe en la Península, de más de siete siglos y medio.
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