Estafeta de Correos de la Alhambra

Postales desde la Alhambra

En 1961 se inaugura una estafeta de Correos en el recinto monumental. Se decoró con murales de Manuel Maldonado y hasta tenía un matasellos especial

Amanda Martínez

Viernes, 11 de marzo 2016, 11:32

Las cabezotas de león "tragacartas" que se obstinaban en no marchar de la calle Reyes Católicos cuando se derribó el edificio de la antigua Casa de Correos encontraron el lugar perfecto para seguir con su misión. No pegaban en el nuevo edificio, donde habían sido sustituidos por unos modernos rectángulos con trampilla, pero eran muchos los granadinos que no querían ver desaparecer a los dos simpáticos mascarones de bronce.

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Ahora ocupaban un lugar privilegiado en una fachada blanca de la calle Real de la Alhambra antes de llegar a la taberna del Polinario. Se las llevaron allí para que siguiera tragando los mensajes de recuerdo que los visitantes y turistas del monumento enviaban desde el cerro de la Sabika a todo el mundo. Sobre las caras de león, se había colocado una piedra de viejo mármol con la leyenda "Correos y Telégrafos".

En marzo de 1961 se presentó la nueva estafeta de la Alhambra, que se abriría al público en septiembre de ese año. Unos días antes de su apertura, un redactor de IDEAL caminaba por el monumento en busca de una imagen de Mario Moreno "Cantinflas" que, "serio, callado, meditabundo y conduciendo el coche de un amigo", andaba por allí visitando los palacios árabes y dedicando autógrafos a quienes se los pedía. Muy cerca de Santa María de la Alhambra, algunos turistas se atrevían a penetrar en el interior de una pequeña oficina cuya puerta estaba entornada. El redactor siguió el ejemplo y se encontró con el artista Manuel Maldonado que, mientras repetía una y otra vez a los curiosos qué él no era operador telegrafista ni funcionario de correos, daba las últimas pinceladas a los dos murales que decoraban las paredes del local. En el primero de ellos, que se encontraba entrando a la izquierda, había dibujado un grupo de moriscos con una alegoría de palomas mensajeras llevando en su pico sobres de carta. Al fondo, Maldonado había interpretado un grabado antiguo del monumento nazarí. Utilizó en él tierras en lugar de pintura con lo que consiguió más realismo en la frondosidad del bosque, en la rojez de los palacios, en el ocre de la Puerta de las Granadas, en los hierros de un carruaje diligencia tirado por varios pares de mulas...

La oficina tenía forma de ángulo recto. Paralela a su base habían colocado un mostrador tras el que trabajaban los funcionarios y sobre el que se apoyaban tarjeteros con las postales que viajarían por el mundo. En una mesita, una chica "de meloso acento galleguiño", tomaba nota de los telegramas que le dictaban los viajeros y que ella, a su vez, recitaba a los compañeros del centro de Puerta Real desde el teléfono del mostrador.

La oficina contaba con un matasellos especial que llevaba la leyenda "Alhambra-Granada" y la fecha del día sobre reproducción del Patio de los Arrayanes con la estrella morisca.

Para evitar que los visitantes tuvieran que bajar a la ciudad, el servicio de comunicaciones se había prestado hasta entonces en el palacio de Carlos V y en el Generalife. En las nuevas instalaciones también se podían comprar fotografías, libros y diapositivas relativas a Granada en horario de diez a una y de cuatro a seis de la tarde.

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