Amanda Martínez
Jueves, 27 de abril 2017, 14:17
En los primeros años de la década de los ochenta, Santa Fe comenzó a celebrar el aniversario de las Capitulaciones hermanándose con otras ciudades del Nuevo Mundo. Desde la Diputación, se institucionalizó la efeméride con el propósito de despertar el sentido americanista de Granada a través de la historia del municipio de la Vega. En 1987, hace treinta años, el país elegido fue Nicaragua.
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En aquella ocasión, el acto de hermanamiento iba más allá del recuerdo del papel de Santa Fe en el Descubrimiento. Se quería mostrar la solidaridad de Granada con el país centroamericano, denunciar la agresión que sufría por parte del gobierno de Ronald Reagan y dar conocer el proceso revolucionario que puso fin a años de dictadura de la familia Somoza.
Se eligió Ocotal, una ciudad situada a 15 kilómetros de la frontera y uno de los lugares más perjudicados por las acciones armadas de la contra. Como había un especial interés en que el acto fuero algo más que un izado de banderas, se invitó a Ernesto Cardenal, poeta, cura, revolucionario y ministro de Cultura del gobierno de Daniel Ortega.
A las diez de la mañana de aquel 17 de abril, ya se encontraban en Santa Fe las autoridades invitadas al acto. El embajador de Perú, Juan José Calle, comenzó la lectura del pregón, pero el avión que debía traer a Cardenal se retrasó y los actos se suspendieron para esperar al ministro nicaragüense. Llegó tarde pero fue recibido en medio de aplausos y gritos de ¡Viva Nicaragua libre! Estaba pálido, mareado y con una terrible jaqueca que le impidió hablar. Juan Hurtado, presidente de la Diputación, tomó entonces la palabra para concluir aquel 495 aniversario de las Capitulaciones: «En esta ocasión, se une a la celebración el sentido de la solidaridad. Con Ocotal hemos aprendido que hay que conocer la cultura, pero también estar solidariamente al lado de los que, desde la lucha, están buscando su destino», subrayó.
Antonio Martín Olid, que era entonces diputado de Cultura, recibió a Ernesto Cardenal en el aeropuerto. «Fue impactante conocerlo, por su personalidad y su humanidad. Quería estar dónde estaba la gente y vivir la ciudad», recuerda el exdiputado sobre aquella visita.
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Una muestra de su carácter era el empeño en desayunar con trabajadores de la Diputación pero en sus propias casas y así conocer la ciudad auténtica: «Recuerdo con especial cariño el día que visitó la casa de Amalia Gijón, una de las trabajadoras del área de Cultura. Su madre estaba muy cohibida al principio, imagínate, ¡un ministro en su salón!, pero bastaron unos minutos y parecía que se conocían de toda la vida. Se preocupaba por las familias y preguntaba al detalle sobre ellas, parientes, hermanos..., quería saberlo todo sobre el barrio que estaba visitando, sobre los vecinos... No es el político al uso», recuerda.
Homenaje en la Universidad
Aquellos días, Granada rebosaba cultura. Se hablaba de poesía y de revolución en conferencias y en las trasnochadoras mesas de La Tertulia. Se celebró un encuentro de teólogos de la Liberación y cientos de personas abarrotaron el salón de actos de la Diputación de la calle Mesones para asistir a un encuentro con escritores latinoamericanos en el que participó Mario Benedetti que, junto a Rafael Alberti, le acompañaron en el acto en el que recibió la distinción de doctor honoris causa de la Universidad de Granada.
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Pero fue un nombramiento sin investidura. Las crónicas de aquellos días hablan de una huelga en la Universidad que originó problemas en la organización de la ceremonia, aunque también se dijo que su propuesta no había sido refrendada en el pleno.
Ernesto Cardenal fue en aquel acto académico un doctor sin birrete pero con su inseparable boina que solo abandonó su cabeza al escuchar los acordes del himno sandinista. El decano de Letras, Manuel Sáenz Lorite, reconoció «el prestigio del hombre cuyos libros le han llevado a hermanar la cultura indígena con la vocación hispánica». En la foto que inmortaliza el recuerdo, junto al decano y los poetas, están el rector José Vida Soria y el profesor de Literatura Luis García Montero.
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Visiblemente emocionado, Cardenal «sencillo, humilde y comprometido», como lo describe Sáenz Lorite, expresó su profundo y sincero agradecimiento por tan «inmerecido» honor. «Más apropiado hubiera sido para mí el de alumno honoris causa. Es el pueblo de Nicaragua el verdadero merecedor del título por su revolución», subrayó. Se pospuso su investidura para 1991, junto a la de su amigo Alberti, pero en aquella ocasión se canceló su presencia a última hora.
Música y poesía por Nicaragua
La visita de Ernesto Cardenal terminó con una fiesta en la plaza de toros para recaudar fondos para la causa nicaragüense. El Cardenal más político cogió el micrófono. Expresó su temor a una invasión norteamericana mientras Luis García Montero alentó desde el escenario: «Si Estados Unidos invade Nicaragua, está invadiendo España porque no se trata de solidarizarse con un sentimiento ajeno, sino con nosotros mismos, con un país trinchera del mundo».
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Las más de cinco mil personas, que agitaban banderas y encendían velas en aquel abril por Nicaragua, cantaron con Krahe, Luis Eduardo Aute, Carlos Megía Godoy y los de Palacagüina. «El festival fue espectacular recuerda Antonio Martín Olid, ninguno de los artistas cobró, e incluso tuvimos que rechazar alguna colaboración. Muchos querían participar por lo que significaba Nicaragua y el sandinismo.... Recuerdo que Amancio Prada acababa de sacar Los sonetos del amor oscuro de Lorca y se ofreció, pero tuvimos que decirle que no porque unos años antes había firmado un manifiesto a favor del sí en el referéndum de la OTAN, y no nos pareció oportuno»
Cardenal tiene amigos en Granada y ha vuelto a la ciudad. La última en 2010 durante el Festival de Poesía junto a Claribel Alegría.
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