El Patio de los Leones en una imagen de la colección de la Fototipia Thomas, en la que se aprecian la cupulita que desmontó Torres Balbás y la fuente a la que Prieto Moreno quitó el vaso superior

La Alhambra restaurada

Historias de @LaHemeroteca ·

Se puede estudiar la historia del monumento a través de las intervenciones de conservación y restauración al que ha sido sometido

Lunes, 27 de agosto 2018

En los últimos meses de 1934, el arquitecto conservador de la Alhambra, Leopoldo Torres Balbás, quiso devolver al templete de levante del Patio de los Leones su aspecto original. Para ello desmontó la exótica cúpula de azulejo vidriado que había colocado en 1866 Juan Pugnaire ... bajo la dirección de Rafael Contreras. Sin embargo, aquella intervención no fue entendida por una parte de la sociedad granadina que arremetió violentamente contra Torres Balbás. Grabados, pinturas románticas y las primeras fotos del monumento reproducían aquella cupulita como si fuera representativa de la arquitectura nazarí, pero no lo era. Este debate enfrentó dos formas entender la restauración del monumento: afrontarla desde un punto de vista estilístico, como lo hizo Contreras, o bien científico, la manera de trabajar de Torres Balbás.

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Aunque si este artículo quiere hacer un repaso histórico de las grandes intervenciones en la Alhambra, quizás ha empezado demasiado tarde. Quizás habría que remontarse a los Reyes Católicos que se dieron mucha prisa en adaptar la fortaleza a las comodidades que exigía un palacio más de los reyes cristianos y cómo no nombrar al emperador Carlos V, que ve la Alhambra con ojos del 'Renacimiento' y que adapta las habitaciones reales para disfrutar junto a Isabel de Portugal de las mieles del amor. Lo que hizo Machuca junto a los palacios nazaríes cambió definitivamente la ciudad originaria. «Hay que entender los cambios, las sucesivas restauraciones del monumento en el contexto de la época en el que tuvieron lugar», explica Jesús Bermúdez, conservador arqueólogo de la Alhambra, porque se puede entender y comprender a través de su restauración. Y, tras el «siglo más triste de su historia», como definió Luis Seco de Lucena a los años entre mediados del XVIII y principios del XIX en los que se abandonó y en los que por poco Napoleón acaba con ella, la visitan los románticos y su imagen da vuelta al mundo, lo que supuso de por sí una labor de conservación de la que surgió una conciencia en la sociedad granadina de la necesidad de cuidar del castillo que coronaba la colina de la Sabika.

El arquitecto arqueólogo

No se libró de críticas el navarro Modesto Cendoya. Vino a Granada de la mano del Duque de San Pedro Galatino y sustituyó al último de los Contreras, Mariano, del que cuentan se quedó literalmente mudo cuando vio quemarse en un incendio el magnífico artesonado la Sala de la Barca. «La suya es una etapa confusa de debate y discusión –explica el profesor de la UGR Juan Manuel Barrios Rozúa– Su planteamiento es el de devolverle a la Alhambra el esplendor de la época musulmana pero no tiene fundamentos documentales suficientes». Para recuperar la Alhambra que él creía perdida, comienza a hacer excavaciones arqueológicas y su periodo es interesante desde ese punto de vista. Excavó en el patio de Armas de la Alcazaba y encontró un barrio militar, desescombró el cementerio de la Rauda, descubre la calle de Ronda, «sin ser consciente de que había realizado uno de los descubrimientos arqueológicos más importantes de la historia del monumento y nos dejó un cuaderno de notas que se conserva en el archivo de la Alhambra esencial para la restauración contemporánea», apunta Jesús Bermúdez, pero chocó con aquellos que veían en el pintoresquismo la filosofía que debía guiar las actuaciones en la Alhambra. Los Gómez Moreno, por ejemplo, o el marqués de la Vega Inclán, comisario regio de turismo, que veía en Cendoya «el restaurador, que encariñado con su obra, continúa mejorándolo todo y, fatalmente, hace desaparecer la ruina que es precisamente lo único que debía conservar», son algunos de esos 'anti restauradores' que consiguen, en 1923, sustituirlo por Torres Balbás.

El conservador ilustrado

Granada tiene una deuda de gratitud para don Leopoldo porque las restauraciones y consolidaciones que realizó configuraron la Alhambra que ha llegado a nuestros días. Educado en la Institución Libre de Enseñanza, llega a la Alhambra sin conocerla pero se pone a estudiar, a bucear en los archivos. «Torres Balbás realiza tres tipos de intervenciones, precisa Barrios Rozúa, por un lado continúa el trabajo arqueológico iniciado por Cendoya; trabaja los palacios musulmanes sin añadir nuevas ornamentaciones sino que señala las que pudiera haber mediante molduras y retira algunos añadidos respetando una parte de la historia de la estancia. Es lo que hace, por ejemplo en el Mexuar, convertido en capilla al que quita el altar pero deja los escudos de los Reyes Católicos. Por último sobre los edificios cristianos realiza una 'restauración filológica', utilizando su propio lenguaje arquitectónico». Así completa el palacio de Carlos V inspirándose en las habitaciones cristianas del patio de Lindaraja y otros edificios de Granada de la época y salva al convento de San Francisco de la destrucción. Recuperó el Partal, la Torre de Comares, el peinador de la Reina, la torre de las Damas, el patio del Harén, pero la guerra lo apartará de su puesto. «Deja el testimonio de una restauración pulcra, correcta y, en el caso del Patio de los Leones, probablemente visionaria de lo que sería su restauración futura, la que hoy disfrutamos de una manera prístina y aproximada a su valores originarios», apunta Jesús Bermúdez. Francisco Prieto Moreno, uno de sus discípulos y jefe de Falange se convierte de facto en el nuevo conservador de la Alhambra.

Llega el turismo

Prieto Moreno continúa el trabajo de su maestro, pero se encuentra con un problema al que no se ha enfrentado ninguno de sus colegas: el turismo de masas que marca la agenda de las obras. Tiene que preparar pavimentos, recorridos, etc. nos legó los jardines nuevos del Generalife «una conexión amable con la Alhambra», como la califica Bermúdez. Entre sus sombras, los edificios de los nuevos museos en el Generalife, hoy almacenes y talleres, o el puente al final de la Cuesta de los Chinos un acceso cómodo para el turismo que desvirtúa la entrada a la Alhambra y, otra vez el Patio de los Leones, la supresión de una de las tazas de la Fuente de los Leones es un debate que aún continúa.

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Hoy trabajan en el monumento profesionales formados como nunca antes lo han estado, equipos pluridisciplinares de arqueólogos, historiadores, restauradores o arquitectos que cuentan con las últimas tecnologías para afrontar con el mayor rigor actuaciones como la que en 2012 devolvió al Patio de los Leones el aspecto en el que fue concebido en el siglo XIV, que han desvelado los secretos de las cubiertas abovedadas de los Baños Reales del Palacio de Comares o recuperado como espacio cultural la Torre de la Justicia.

Y aún quedan misterios próximos a desvelar como los que esconden las Torres Bermejas, el paseo por el Darro junto al acueducto de Romayla, o los que guarda el tesoro de la Sala de los Reyes.

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