Fiestas para recibir el otoño
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Historias de @LaHemeroteca ·
Durante el mes de septiembre muchos los barrios de la ciudad se acicalaban para celebrar sus fiestas populares, una costumbre que se ha perdido en los últimos añosAmanda Martínez
Sábado, 9 de septiembre 2017
En el Zaidín o el Albaicín; en el Sacromonte, el barrio de Gracia o La Chana... vuelve septiembre. Ya asoman los frutos del otoño. Hay granadas, membrillos, almecinas y melones maduros alternando con los puestos callejeros de chumbos y horchatas. Antes de que el tiempo ... se volviera loco, el otoño, era otoño y el calor, con desgana, se va rindiendo al empuje de la corriente que trae el fresco viento del norte. Era (y es, ¡que no han cambiado tantas cosas!) el mes de las terribles dudas: «¿Zapato negro o zapato blanco? ¿Paraguas?¿Mil rayas?¿Traje de verdad?» se preguntaba un ‘siluetista’ en este diario mientras se preparaba para salir de verbena.
Septiembre ha sido, desde antaño, uno de los meses preferidos por los granadinos ya que, en muchos de los barrios de la ciudad, los vecinos celebraban sus fiestas populares. A comienzos del siglo XX hubo incluso una propuesta municipal para unir todos estos festejos en torno a unas ‘Fiestas de Otoño’. La festividad de la Virgen de las Angustias sería el hilo conductor y se aprovecharía el arraigo de la romería de San Miguel del Albaicín para dar la bienvenida a la estación con una semana de celebraciones. En el año 35, el Ayuntamiento retomó la idea y asignó una partida del presupuesto para la nueva festividad. Las verbenas se dispersaron por los barrios de la ciudad desde Fígares, al Campillo o Plaza Nueva. Se celebraron veladas musicales en el Salón, las chicas volvieron a vestir sus mantones de manila para asistir a los conciertos en el Carlos V e incluso, como si de un ‘Corpus chico’ se tratara, hubo carreras de caballos en el hipódromo de Armilla, feria del ganado y, por supuesto, toros.
Pero, aunque se programaron aquellas ‘Fiestas de Otoño’ durante algunos años, aquello no cuajó. Eso sí, septiembre continuó siendo el mes de las ferias de barrio, el mes de la Patrona, «el mes que más se acentúan las notas del casticismo local». Y aunque aquello de veranear no siempre ha sido un privilegio al alcance de todos, en aquellos septiembres de antaño, como ocurre ahora, todo y todos volvían su lugar, «como si cada pieza del mosaico social, dislocado por las ausencias, se pusiera en su sitio, hasta completar la armónica fisonomía granadina», escribe Zirto en las ajadas páginas de un diario de septiembre de 1953.
Una de nuestras tradiciones más arraigadas, con permiso de San Cecilio, es la romería al cerro del Aceituno que suele coincidir con las últimas tormentas de verano y las primeras lluvias del otoño. Cuenta una crónica de Ideal, quizás exagerada, que cuando esto ocurría, las acerolas y las castañas que se vendían en los tenderetes de las callejuelas albaicineras, mezcladas con los farolillos venecianos de su fiesta bajaban rodando con la riada, Calderería abajo, hasta la calle Elvira.
La romería de San Miguel siempre ha tenido bien ganada la popularidad que la distingue. Sus festejos han sido sencillos y han ahondado en el tipismo de una celebración con aires de ayer y sabor de siempre. Granadinismo puro es el que hay en la subida al ‘Alto’ y un recuerdo de las carretas que trepaban por las calles encaladas del Albaicín.
La nueva Granada del desarrollismo de los sesenta y primeros setenta, también eligió la llegada del otoño para justificar un encuentro de los vecinos y crear comunidad. Así surgieron las fiestas del Zaidín que se celebran desde 1954 en torno a la onomástica de Santa Adela y de las que recordamos sus calles engalanadas y las carrozas cargadas de niños; o las de La Chana, también con ferial propio, verbena popular, atracciones y un festival flamenco que este año ha cumplido 34 ediciones, aunque, ya fuera del calendario de septiembre.
Un repaso a la hemeroteca señala los años ochenta como los más activos en cuanto a festejos se refiere. Muchos recordarán las fiestas del barrio de Gracia. En el año 1983, tras veinte años sin salir de su templo, la imagen de Nuestra Señora de Gracia procesionó a hombros del cuerpo de costaleros de la Virgen de la Victoria sobre un pequeño trono adornado con gladiolos, nardos y rosas blancas. En torno a la plaza, coquetamente iluminada, se celebraban festejos populares muy animados. Los vecinos de Plaza de Toros-Doctores, La Paz o el barrio de Cervantes, también se juntaban en septiembre aunque la excusa fuera comerse una paella entre todos. El Sacromonte no ha perdido esta buena costumbre y hace unos días celebró sus fiestas.
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