Granada, octubre de 1934
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Así se vivió en la provincia la huelga revolucionaria que desembocó en la proclamación del Estado catalán y la insurrección obrera de AsturiasAmanda Martínez
Martes, 10 de octubre 2017, 10:40
El día 5 de octubre de 1934 amaneció claro. Después se nubló, encapotándose de un gris lluvioso que descargó con furia a media tarde.
Para 1933, la política reformista del gobierno de Azaña había desgastado a la izquierda y las elecciones de noviembre de ese ... año dieron la victoria al Partido Radical de Alejandro Lerroux y la CEDA, una coalición de partidos de derechas que, junto a su líder, José María Gil Robles, había levantado expectativas.
El nuevo gobierno decidió recortar muchas reformas emprendidas en el primer bienio republicano, "especialmente ley Agraria, la ley de Jurados Mixtos, o la ley del Laboreo Forzoso, que institucionalizaba la negociación colectiva y dignificaban el trabajo campesino, y esto en una sociedad tan conservadora y tradicionalista como la granadina, disgustó a los terratenientes y el conflicto comenzó a fraguarse", explica Gerardo Arriaza autor del libro "La sociedad de Granada en la II República". En junio de 1934 la FNTT convoca una huelga general en el campo. Fue una semana intensa, de ocupaciones de fincas, de manifestaciones. Las Casas del Pueblo eran vigiladas a diario y las sedes de sindicatos campesinos, clausuradas. La provocación estaba servida, la conflictividad social aumentaba.
En octubre, la CEDA retira su apoyo al partido republicano radical, Ricardo Samper dimite y Alejandro Lerroux vuelve a la presidencia del Consejo de Ministros con un nuevo gobierno en el que entraban por primera vez ministros de la CEDA. Los socialistas consideraban que sus políticas traicionaban el espíritu de la República, e inmediatamente llaman a secundar una huelga general revolucionaria. Los principales focos de rebelión se produjeron en Asturias, donde la represión fue brutal y en Cataluña donde, el 6 de octubre, el presidente de la Generalitat Lluís Companys, líder de Esquerra Republicana, proclama desde el balcón del ayuntamiento un estado catalán dentro de la República Federal española.
El ejército entra en Cataluña, Companys se rinde la mañana del 7 de octubre y todos los miembros del gobierno catalán son detenidos. La imagen del gobierno de la Generalitat tras los barrotes de una reducida celda del buque Uruguay dio la vuelta al mundo. Se declara el estado de guerra en el territorio nacional.
Estos acontecimientos tuvieron eco en nuestra ciudad. "La reacción patriótica producida en Granada por los sucesos que se están desarrollando en Cataluña fue hermosa e inenarrable. Algo en correspondencia al alto sentido histórico y patriótico de nuestra ciudad", escribe Zirto en un artículo de opinión publicado en IDEAL. "Una vibrante explosión de entusiasmo patriótico en Granada", titula el diario el 7 de octubre de 1934. "Granada tiene, en estos momentos de dolor y de angustia, una significación histórica profunda: la unidad española tuvo su sello en nuestra ciudad: en ella cuajó el principio que inmortalizó a España; sea Granada la que, con su disciplina y ofrenda de sacrificios, de la norma a las demás provincias españolas, ya que de ella salió nuestra grandeza", dijo el alcalde de Granada, Ricardo Corro Moncho, dirigiéndose a la ciudad.
La proclamación del estado de guerra movilizó al ejército. "En la Gran Vía había numerosas personas que esperaban el paso de las fuerzas y se sumaron al acompañamiento. En infinidad de balcones de dicha calle se asomaron familias que asimismo vitoreaban y aplaudían al Ejército", escribe un redactor de este diario. Incluso los almacenes "El Tigre" aludían al sentimiento patrio en su publicidad de aquellos días.
Mientras, en la ciudad, como en el resto de España, estaba convocada la huelga general aunque tuvo escasa repercusión. "Creo que Corro Moncho tuvo un papel importante porque que supo mediar. Hubo conflictividad en la calle pero, al contrario que en otras ciudades, no se actuó tan violentamente. Hubo conatos de violencia pero no una respuesta excesiva", explica Arriaza. Por otro lado, desde los primeros días de octubre el gobierno civil había extremado las precauciones. Se incrementaron los registros domiciliarios, se estableció la censura y se detuvo al comité directivo de la huelga y a importantes dirigentes del socialismo local como Alejandro Otero, Virgilio Castilla, Constantino Ruiz Carnero o Fernández Montesinos.
El día 8 comienza la huelga en la capital. Se sumaron obreros de la construcción, tipógrafos, taxistas, tranviarios, la sanidad, metalúrgicos, conductores de autobuses urbanos, trabajadores del sector textil, los azucareros y parte de los ferroviarios. El gobierno militar publicó un bando por el que daba un plazo de 24 horas para volver al trabajo, transcurrido el cual los empleados que siguieran en paro serían despedidos. Esa misma tarde salieron los tranvías escoltados por la Guardia Civil. No se trabajó en las obras del Hospital Clínico y las clases se suspendieron.
El alcalde Ricardo Corro Moncho, obligado a dimitir, fue sustituido por una comisión gestora; Cecilio Manzanares, un guardia civil retirado, murió asesinado por los disparos de unos manifestantes y un artefacto explotó en el camino de Cenes. El 15 de octubre, mientras era interrogado, murió el ex diputado Juan Carreño Vargas. Fue un escándalo. El mismo Fernando de los Ríos escribió: "En Granada, los agentes y comisarios de vigilancia dejaron dos horas en el suelo de un patio, víctima de un ataque al corazón, hasta verlo morir, como a un perro, por falta de asistencia al Diputado de las Constituyentes y profesor de primera enseñanza D. Juan Carreño". En las comisarías y en la cárcel los detenidos se quejaban de malos tratos, de falta de higiene, de falta de comida… Alarcón Caballero, en su libro "El movimiento obrero en Granada en la II República" dice que al menos 800 trabajadores fueron despedidos. López Martínez, en el especial sobre la II República de la Historia de Granada publicado por IDEAL, dice que más de 400 presos políticos se hacinaban en la cárcel granadina. La huelga había fracasado.
La primavera de 1931 quedaba ya muy lejos.
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