La historia de la vieja estación de Alsina de Granada
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Hace 15 años comenzaron los trabajos de demolición del emblemático edificio de Alsina Graells en el Camino de RondaAmanda Martínez
Lunes, 4 de febrero 2019, 20:13
Los granadinos ya se habían acostumbrado a ir la Carretera de Jaén a coger el autobús cuando el fotógrafo captó, el 13 de enero de 2003, la imagen de una excavadora derribando la fachada acristalada de la cafetería del vetusto edificio de la Alsina en el Camino de Ronda. Llevaba desde 1996 esperando su destino. Un final que había comenzado antes, en los años ochenta, con Antonio Jara como alcalde y Jesús Quero a cargo de la concejalía de Tráfico, cuando empezaron a plantearse medidas para descongestionar el Camino de Ronda y la solución pasaba por cambio de uso de estas instalaciones.
El edificio aún no había cumplido treinta años pero se había quedado viejo. Su mobiliario anticuado apenas disponía de 45 asientos para la espera de los pasajeros y las ventanillas de billetes eran escasas. La estación se había quedado pequeña porque no paraba de crecer el número de viajeros que pisaba el parqué de ajedrez de su vestíbulo. Los andenes tampoco ofrecían mejor aspecto: los pasajeros accedían por una angosta acera a una nave de iluminación deficiente donde apenas funcionaban seis focos de los nueve con los que se podía iluminar el espacio. El aire estaba cargado con los gases que exhalaban aquellos autobuses que ennegrecían paredes y suelos y los grandes vehículos debían realizar mil maniobras dada la estrechez de la nave y sus ajustadas dársenas, construidas para los primeros Layland y Pegasos que las ocuparon allá por los años sesenta.
Aquella estación del Camino de Ronda entró en servicio el 4 de mayo de 1964. Unos días antes, el 13 de abril, la inauguraron los ministros de Obras Públicas, Jorge Vigón, y el de Información y Turismo, Manuel Fraga. El edificio, diseñado por José Aspiroz y ejecutado por el arquitecto granadino Miguel Olmedo, era «un verdadero alarde de técnica en el empleo del hormigón. Dispone de una nave cubierta de 105 metros de largo por 60 de ancho, sin un solo apoyo central, para permitir albergue y libertad de movimiento a los grandes vehículos que la compañía tiene asignados a los servicios de la provincia granadina», publicó Ideal en su crónica de aquella visita. Los ministros admiraron la construcción y conocieron los talleres, almacenes y oficinas, así como las instalaciones para el público, de «modernísima factura y disposición funcional perfecta». Un edificio adaptado a los nuevos tiempos que corrían, en los que el turismo era una pieza fundamental para el desarrollo de la provincia y acorde, también con los intereses de una empresa, que no era granadina, pero que la provincia siempre identificó como propia.
Alsina Graells fue fundada por los catalanes Francisco Alsina Serra y José Graells en la localidad leridana de Pons en 1920 y se expandió mediante concesiones a Andalucía. En Granada, José Haro Jiménez fue uno de sus primeros apoderados. Ya en 1923 las 'alsinas' recorrían 227 kilómetros en la provincia de Granada y comunicaban la capital con Lanjarón y Órgiva, Adra o Alcaudete con dos modelos de vehículos Hispano Suiza: los de 30/40 caballos, capaces de alcanzar 30 km/h y con 22 plazas de capacidad, para líneas pequeñas, y los de 40/50 CV, que llegaban a los 40 km/h, tenían capacidad para 34 pasajeros y se utilizaban en las líneas de más demanda. En los años treinta sus flota de treinta 'ómnibus' unían la capital granadina con Málaga (en tres horas y veinte minutos), Córdoba (en cinco horas y media), Jaén (dos horas y media de trayecto), Málaga o Almería, además de trayectos con municipios como Pinos Puente o Santa Fe. En verano, eran muy populares sus 'viajes botijeros' a la playa «con vehículos de cien caballos». Los autobuses salían de la Acera del Darro donde también estaban las oficinas de la empresa. El 11 de agosto de 1961 el ayuntamiento aprobó el proyecto presentado por la compañía para la construcción de una gran estación de autobuses en una zona de expansión de la ciudad: el Camino de Ronda.
Treinta y dos años después de aquella visita ministerial, a la una y media de la madrugada del 4 de octubre de 1996 salió, con destino Madrid, el último autobús de la ya vieja estación. Las taquillas echaron el cierre a las seis y media de la madrugada y, simultáneamente se abrían los despachos de billetes de la Carretera de Jaén. Aquel mismo día, un antiguo Hispano Suiza aparcaba en uno de los andenes de la flamante nueva estación de autobuses. Era un guiño al pasado y a una marca cuya presencia en esta provincia había sido tan dilatada, que los más mayores (y los no tan mayores) aún conocen a los autobuses con su nombre de pila: 'alsinas'. Gabriel Díaz Berbel, alcalde de Granada y Francisco Vallejo, consejero de Obras Públicas, se encargaron de su inauguración.
La construcción de esta nueva estación fue fruto de un convenio entre la Junta de Andalucía y el Ayuntamiento de Granada, suscrito en 1993. El gobierno autonómico invirtió 1.089.769.313 pesetas, el consistorio granadino aportó el solar y la urbanización del entorno. El edificio es un diseño del arquitecto Francisco Torres Martínez.
Su traslado, recordarán, no estuvo exento de polémica. La empresa Alsina Graells, propietaria de los terrenos del Camino de Ronda se mantenía firme en su postura y se negaba a abandonar las céntricas instalaciones por una nueva ubicación «bastante menos privilegiada». La estación Norte estaba construida, pero el acuerdo con la empresa de transportes no llegaba: «está alejada del centro y nuestros clientes no están acostumbrados. El viaje les salía más caro porque deberían de utilizar taxis para llegar hasta allí. Será nuestra quiebra», se quejaba Javier Gómez Aranda, director general de Alsina mientras, trataba de condicionar su traslado a la solución urbanística que se diera al solar. El PGOU de 2001 le dio un uso residencial. CajaSur lo adquirió por 1.738 millones de pesetas y, hoy, lo ocupan 145 viviendas y un gimnasio. Poco queda de la veterana estación. Se respetó el esqueleto de la estructura de los hangares bajo la que nadan, quizás ajenos a su historia, los usuarios de una piscina.
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