Mañana de juguetes
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Como siempre, Melchor, Gaspar y Baltasar han traído la ilusión en los hogares y un brillo especial en los ojos de los más pequeñosAmanda Martínez
Granada
Sábado, 6 de enero 2018, 22:12
Fiesta de Reyes, fiesta de los niños y de los juguetes. El sueño infantil es esta noche agitado e inquieto, como lo lleva siendo desde siempre. Cada año se renueva la añeja tradición de colmar de regalos a los más pequeños que anhelan la llegada ... de este día, singular entre todos, con su infantil imaginación prendida con la presencia de los monarcas de Oriente y su cortejo por las calles de Granada.
La ciudad entera se convertía en los días de vísperas de Reyes en un amplio bazar. Las calles estaban repletas de tenderetes y todos los comercios, permanentemente abiertos para que los Reyes pudieran surtir a todos, suponían un atractivo imán para los niños. En la céntrica plaza Bib Rambla abundaban puestos al aire libre, un botón de muestra de cómo crecía en la ciudad la tradición de hacer regalos infantiles. Pero los niños preferían los grandes almacenes a los juguetes baratos de los quioscos. En los aleros de las tiendas colgaban las bicicletas, los escaparates atestados de coches en miniatura, muñecos, cajas de juegos reunidos... 'Almacenes El 95', al que su propietario, Juan Ortega, llamó así porque comenzó vendiendo todos sus productos a 95 céntimos, era una institución en Bib Rambla, donde ocupaba el número 5 de la plaza. Motos, bicicletas, triciclos, trenes eléctricos, balones, muñecos... todos los deseos escritos en las misivas a sus Majestades estaban allí. En 1950 este periódico entrevistó a don Juan en su edición del día de Reyes para que contara a sus lectores cuáles eran las preferencias de los niños de aquella época. Cada vez había más juguetes eléctricos en los escaparates y el señor Ortega confirmaba con sus declaraciones que los tiempos de los juguetes de cartón y madera, de los balones, los soldados de plomo o las muñecas de trapo con caritas orientales, habían pasado. En aquellos años los mejores juguetes eran los juguetes mecánicos y de lata. Los chicos querían mecanos, piezas metálicas con las que se podían construir coches, edificios o grúas; «teléfonos interplanetarios Walki-Talki» o coches de policía «conducidos a distancia por control de mando», también trenes, cines y triciclos. Las niñas eran más clásicas, casi no variaban sus gustos con los de sus mamás. Mariquita Pérez era sueño más deseado pero, como era carísima, rondaba las 90 pesetas, por muy buena que la niña se hubiera portado durante todo el año, en algunas casas los Reyes Magos dejaban a 'Angelines', una muñeca que «duerme y llora, mide 30 centímetros y solo vale a peseta el centímetro. Total 30 pesetas la muñeca completa», decía su publicidad en IDEAL.
Los juguetes se fabricaban en Levante. En Valencia y en los pueblos importantes de Alicante estaban las principales fábricas productoras. Casi todas las muñecas tenían el mismo punto de origen, Onix; de Denia venían los triciclos, patines y los coches infantiles; los trenes y mecanos, de Ibis.
Granada aportaba poco en el mercado del juguete. Se fabricaban objetos de artesanía y juguetes de madera, camiones, coches o carros, dedicado a un comercio más popular que a duras penas podía competir con los objetos más baratos que venían de fuera.
A las siete y media de la tarde salió la cabalgata de 1950 de la plaza de toros del Triunfo. Organizada por el Centro Artístico su fin era repartir juguetes a los más necesitados. Aquel año se repartieron 30.000 entre los niños humildes de las escuelas nacionales y centros benéficos.
El paso de la vistosa cabalgata fue presenciado por millares de personas que llenaban por completo las calles del itinerario del cortejo. En Puerta Real se concentró más gente pues al paso del desfile de los magos de Oriente se lanzaron fuegos artificiales que dieron más vistosidad a la comitiva. Ramón Martínez Riobóo encarnó a Melchor; Emilio González, a Gaspar, y Francisco Carrasco Jaime, fue Baltasar y cada monarca iba seguido por su reina, montadas en un camello, una jirafa y un elefante. Pajes con pebeteros, carros egipcios y soldados a caballo completaban la cabalgata que, tras hora y media de desfile, se trasladó al orfelinato de los Ogíjares y otros centros benéficos para llevar a todos los niños la ilusión de la noche de Reyes.
Otra de las tradiciones perdidas en el tiempo era la de representar esta obra teatral en los primeros días de enero. Se agotaban las localidades en el vetusto 'Isabel la Católica' o en el 'Cervantes'. Pequeños y grandes conocían los diálogos del Moro Tarfe y las respuestas de Garcilaso de la Vega, personaje, por cierto, que solía interpretar una actriz. Pero el paroxismo infantil llegaba con la aparición en el teatro de un caballo, montado alternativamente por uno u otro personaje, rocín que solía desahogarse en medio del patio de butacas.
En aquellos años 50, fecha a los que pertenece esta fotografía ya no se oían las interrupciones de antaño cuando algún espectador, electrizado ante el bélico brillo de las armas de hojalata y madera pintada, gritaba a Garcilaso triunfante: «¡Mátale otra vez!». Dejo de representarse poco después.
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