Manuel Ángeles Ortiz volvió a Granada
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Se cumplen 35 años de la muerte del pintor en París y 30 del traslado de sus restos al cementerio de San JoséAmanda Martínez
Sábado, 13 de abril 2019, 19:26
En el cementerio de San José, a los pies de un olivo de su Jaén natal, reposan los restos del pintor Manuel Ángeles Ortiz. Llegaron a Granada cinco años después de su muerte. Un cáncer se lo llevó el 4 de abril de 1984, ... a la edad de 89 años. Vivía en París y fue enterrado en Montparnasse, pero su deseo era descansar para siempre en Granada.
El 11 de abril de hace 30 años se hacía realidad la voluntad del artista. Una gruesa lápida de piedra de Sierra Elvira cubre la austera sepultura, que está muy cerca de la de otro ilustre granadino, Ángel Ganivet, que también volvió a su tierra embutido en un traje de madera rodeado por una multitud de paisanos que lo acompañaron hasta su última morada. La ceremonia fue casi todo lo íntima que su familia había pedido. Rodeados de una buena ristra de coronas de flores, autoridades y representantes de la cultura granadina y jienense, el ministro de Cultura, Jorge Semprún, envió un telegrama a los familiares que decía: «vuelve al fin del destierro Manolo Ángeles Ortiz. Todos hemos ido volviendo. También los que se quedaron. Aquí estamos juntos, los vivos y los muertos. En esta tierra. Para desterrar de ella toda amenaza del destierro político».
Nacido en Jaén, en 1895, era tan pequeño cuando llegó a Granada, que casi no se acordaba. Aquí vive su infancia y su juventud. Granada era entonces una ciudad pequeña, que acababa al final de San Juan de Dios o a la altura del palacio de los Patos, donde irrumpía la Vega y el olor a huertas perfumaba las calles. Una ciudad, que le inspiró profundamente.
Se lo dijo a Antonina Rodrigo, cuando, al final de su vida le preguntó: «Ahora, ¿qué es para ti la pintura?», y él contestó, emocionado: «No lo sé. Hace años sí lo supe, o creía saberlo. Ahora no lo sé. Pero es muy posible que tenga que ver con Granada, que esté en relación con lo que para mí es Granada. Con esa transparencia de su aire, con el ruido y la gracia del agua, con el color.»
Federico y Manolo se conocieron de chiquillos, en Asquerosa, en unas fiestas del pueblo, otro recuerdo que Antonina Rodrigo escribió en un libro imprescindible para conocer al artista 'Memoria de Granada. Manuel Ángeles Ortiz y Federico García Lorca': «Fue una fiesta simpática y alegre. Cantaban a coro familiares y amigos romanzas y fragmentos de zarzuelas. Recuerdo que una de las cosas que cantaban era aquello tan popular de: 'Por fin te miro, Ebro famoso…' de 'Gigantes y Cabezudos'. Pero como yo era muy tímido, empezaba a cantar y miraba a unos y a otros, me daba vergüenza y me callaba. Entonces mi madre me decía: ¡Niño canta! ¡Pero, canta, niño! Esto no lo olvidó nunca Federico y ya, para siempre, de vez en cuando, me decía: ¡Niño, canta!».
Cuentan que se llamaban hermanos y que el poeta dijo de la obra de su amigo: «la poesía de su pintura y la pintura de mi poesía nacen del mismo manantial». No es difícil imaginarse a los dos chicos a las puertas del carmen de la Antequeruela dispuestos a saludar a Don Manuel. Ahí comenzó una amistad que cuajó con la organización del Concurso de Cante Jondo. Ortiz acompañó a Federico y juntos recorrieron «barrios, tabernas, pueblos, cortijos», buscando cantaores para participar en el certamen. También se ganó el apelativo de pintor del cante jondo, al diseñar un cartel de temática costumbrista y estética de vanguardia.
Con ellos frecuentó 'el Rinconcillo' y, animado por Falla, viajó a París, con una carta del compositor destinada a Picasso.
La relación con el malagueño es clave en la vida y el trabajo de Ortiz, «ellos se llevaban admirablemente bien. Manolo cantaba muy bien flamenco y a Picasso le gustaba oírlo. Tenían los mismos gustos, como las corridas de toros a las que asistían muchas veces juntos», contaba Isabel Clara Ángeles, su hija, en su libro de memorias 'A la sombra de un olivo'.
Picasso le liberó del campo de concentración de Saint Cyprien, donde fue a parar huyendo de la Guerra Civil, y le introdujo en la sociedad parisina. Con él frecuentó tertulias y se reunió con un grupo de artistas españoles con los que forma la 'Escuela de París'.
Doblemente exiliado, la Segunda Guerra Mundial lo llevó a Argentina.
Su obra es difícil de clasificar. Coqueteó con el surrealismo, colaboró con Buñuel en la 'Edad de Oro', y practicó un cubismo de 'inspiración andaluza', con múltiples referencias poéticas a Granada. De finales de los cincuenta son sus variaciones del Paseo de los cipreses y los Albaycines.
En los últimos años de su vida Manuel Ángeles pudo comprobar que su ciudad y su país le redescubrían. En 1980, el Auditorio Manuel de Falla y la Fundación Rodríguez Acosta le dedicaron una excelente retrospectiva que giró por varias ciudades. En 1981, el Ministerio de Cultura le concedió el Premio Nacional de Artes Plásticas y un año después fue nombrado hijo adoptivo de Granada.
En vísperas de su regreso definitivo, se inauguró la sala de exposiciones de La General en la Acera del Casino con una muestra antológica del pintor jienense. Volvía de alguna manera al Centro Artístico donde había dado los primeros pasos de su formación como artista antes de desertar al café Alameda.
El 5 de junio de 1984, García Lorca y Ángeles Ortiz se hermanaron en Fuente Vaqueros, reencontrándose a través de Isabel García Lorca, hermana menor del escritor, e Isabel Clara, ahijada del autor de Bodas de Sangre.
En Granada aún no se han cumplido las promesas que Manuel Ángeles escuchó en vida. Se habló de la creación de una casa-museo dedicada al artista en el parque Lorca, y para cuyo fondo había regalado dos platos de cerámica de Fajalauza decorados por él. «Jaén empieza a pensar en Ángeles Ortiz como esa cultura perdida de la República y piensa en una Fundación en el barrio de la Magdalena», cuenta Antonio García Bascón, experto en la obra del Ángeles Ortiz, un proyecto que no cuajó. Por otro lado, la Junta adquirió un lote de obras a sus de sus herederos que repartió entre Granada y Jaén y también el Ayuntamiento y la Diputación de Granada ha comprado algunos de sus cuadros. «Su figura está bien representada en los museos de España», apunta García Bascón, que sin embargo lamenta que no se haya encontrado un lugar para el monumento que diseñó en homenaje a su amigo Lorca, un encargo del alcalde Antonio Jara en el que Manuel trabajó hasta su último aliento.
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