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Quioscos y terrazas, los otros miradores
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La más antigua de las terrazas granadinas, La Mimbre, es de 1890Amanda Martínez
Granada
Lunes, 4 de septiembre 2017
Son un lugar de encuentro y el mejor desahogo a la caída de la tarde, más si es una calurosa tarde de verano. Son un mirador a la tranquila vida de la ciudad, mas reposada durante el estío y el mejor de los sitios para ... hacer que los días de descanso transcurran pausadamente. Inspiradoras, estas terrazas en las que hemos pasado gran parte de nuestro tiempo de vacaciones, conforman nuestra memoria sensitiva. Algún olor, algún sonido, nos retornará a aquellas mesitas de bar donde servían una deliciosa tapa o la más refrescante de las bebidas... al menos, a quien escribe esto, le ha hecho recordar...
En Granada estas terrazas tienen su precedente en los kioskos. El más antiguo de la ciudad es el de ‘La Mimbre’, en la Alhambra. Pertenecía a la familia Ballesteros que montó en 1890 una caseta de madera y dos mesas sin más pretensiones que la de saciar la sed de los viajeros y aquel lugar acabó siendo punto de encuentro de artistas y bohemios que trasnochaban al frescor del bosque alhambreño. En 1978 el Patronato de la Alhambra decidió reformarla y de la mano de Cándida Fernández y su yerno Félix Herrera, se transformó en uno de los restaurantes más conocidos de la ciudad. José Luis Entrala en su libro ‘Un siglo de anécdotas (1890-1990)’, recuerda que allí «cantó Antonio Mairena, bailó Pilar López y se quedó toda una noche para ver amanecer, el bailarín Antonio».
Muy cerca de la Mimbre, en la plaza de Los Aljibes de la Alhambra, se encuentra el quiosco donde se podía beber el agua más fresca del Darro. En 1908 el Patronato de la Alhambra encargó a uno de sus trabajadores, Rafael Guardia Martín, que se quedara al frente del ajibe con el fin de que la gente que llegara hasta allí pudiera degustar tan apreciado líquido.
Rafael permaneció detrás del mostrador unos cincuenta años. Le sucedió su hijo, Ángel Guardia Espinosa que fue a su vez sustituido por Ángel Guardia Rojas. A él entrevistó IDEAL en 1978 y recordó que su familia había dado de beber a Falla, Lorca o Ángel Barrios. «Antes dábamos agua, azucarillo y aguardiente que preparaba Melgar, confitero muy famoso que había en Granada», explica. El agua procedía de la presa de Jesús del Valle que recogía el agua del río Darro depurada por unos filtros de arena. «La operación de depuración, continúa el entrevistado, se realiza con bastante periodicidad, y casi siembre en el mes de enero, por ser cuando el agua se halla en estado más puro, pero hace ya unos ocho o diez años que el agua no ha sido cambiada».
Contaba Juan Bustos en uno de sus artículos del ‘Diario de la Historia’ que «los jardines de sabor romántico de nuestro Paseo del Salón no se hubieran comprendido sin la terrazas de los entrañables quioscos de ‘Las Titas’». No tenían nada que ver con el pabellón de cristal que hoy conocemos, que se inauguró en 2004. Eran un par de casetas de color verde, una regentada por Rosario Ladrón de Guevara y la otra propiedad de la familia Gálvez. Esta último era el conocido con el popular apelativo que ha llegado hasta hoy. Eran especialistas en sangría, con sus trozos de fruta, casi siempre acompañada por el cartucho de patatas fritas o cacahuetes que voceaban por los vendedores ambulantes. Un privilegio reservado al verano porque, con la llegada del otoño, ‘Las Titas’ cerraban. (Más información en los artículos 'El quiosco de Las Titas' José Luis Delgado. Ideal 19/2/2006, páginas 18 y 'La inolvidable sangría de 'Las Titas' de Juan Bustos. Ideal 1/5/2004)
El Campo del Príncipe es otra zona con solera en esto de las terrazas, allí estaba el Bar Amparo, que se inauguró a comienzos de la década de los cuarenta y que, especializado en limonadas, atraía a los viandantes con sus mesitas alineadas expuestas al sol, el particular encanto de ver el mundo desde otra perspectiva.
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