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Amanda Martínez
Sábado, 30 de marzo 2019
Hace unos días Pepe Torres recogía en nombre de Bodegas Castañeda el premio 'Andalucía Gourmet' a la Mejor Taberna: «yo soy tabernero», dijo al agradecer el premio. Lo es desde que ayudaba a su padre detrás de la barra de las Bodegas la Mancha. ... Con un abridor en el bolsillo, recordó las «primeras franquicias» de la ciudad, que no fueron las de un restaurante de comida rápida, sino las bodegas de producción, tanto de Valdepeñas como de Manzanares, que adquirían locales en las ciudades y en los pueblos, ponían sus tinajas y los realquilaban con la condición de que el arrendatario vendiera su vino y pusieran su rótulo comercial.
En los años cincuenta, la ciudad estaba salpicada de bodegas. Eran muy populares las 3M, fundada por Manuel Muñoz Moya, primero en Plaza Nueva, después frente a San Juan de Dios, luego en el callejón de Fuente Nueva y que tenía varias sucursales repartidas por la ciudad. Muy populares fueron también las Bodegas Lindaraja, de Antonio González Herrera, que tenían locales en Almireceros, Acera de Canasteros y Ganivet y vendía su propia cerveza. «En las Espadafor era muy popular el Blanco Brillante; en las bodegas La Patrona, en Puente de la Virgen, sus sabrosos caracoles; en las Espinosa, su blanco Pasto de la casa; en las Bodegas La Mancha, en la calle Joaquín Costa, sus suculentos requetés, y por encima de éstas y de tantas otras, en el recuerdo amistoso, las Muñoz Rivas, en la calle Párraga, con su riquísima azulejería, su blanco Pálido, -tan apreciado por las mujeres cuando, al fin, vencieron los prejuicios e irrumpieron en estos sitios- y su limpieza increíble, con un grifo de cobre permanentemente abierto, bajo el que los camareros limpiaban los vasos a base de puños y mejor que el mejor lavavajillas», recordaba Juan Bustos en uno de sus entrañables artículo de 'Puerta Real'.
Bodegas Castañeda datan de 1927. Antes el local de era una tienda de espartería y almireces del que ha quedado el nombre de la calle. Las bodegas Castañeda las fundó en Valdepeñas José Martín, «su historia me la contó la hija de este empresario, doña María, cuenta Pepe Torres. Martín se dedicó en tiempos de la guerra a esconder vino. Lo guardaba en tinajas subterráneas en un cortijo. Cuando terminó el conflicto, no había nada de vino, ni de vides, porque las zonas de cultivos habían sido devastadas. José Martín era de los pocos del país que tenía vino y fundó su propia bodega».
Las Castañeda estaban en la calle Elvira y allí permanecieron hasta 1968, cuando un incendio destruyó el edificio. Pepe Torres, siempre ha vivido en el barrio. En aquellos años era monaguillo en Los Hospitalicos y aún recuerda aquel suceso y el río de vino que bajaba por la calle al reventar los toneles de la taberna.
El oficio de tabernero, dice Pepe, no ha cambiado mucho, lo que sí ha cambiado son sus clientes y sus gustos. Hubo un tiempo en el que estaba muy mal visto ver a una mujer en una taberna. Juan Bustos recordaba en el artículo antes mencionado que la única bodega en la que, durante mucho tiempo, hubo un espacio reservado para señoras fue la Gran Taberna que, precisamente, formaba parte de las Bodegas Castañeda. Era la excepción porque en las restantes bodegas, la concurrencia femenina era prácticamente nula.
En cuanto a las consumiciones, lo que solía beberse era, fundamentalmente, vinos olorosos, blancos o tintos, a granel. En los años cuarenta, los vinos de botella solo lo servían los hoteles y en los restaurantes elegantes, aunque no había muchos, y estaban dirigidos al turista y a las clases sociales más altas. Un poco más tarde se popularizó, por ejemplo, el calicasas, «un combinado que sacaron a principios de los años 60, cuando empezó el turismo, y las chicas extranjeras comenzaron a visitar la ciudad», comenta el empresario granadino. «En aquella época un joven estudiante no podía invitar a whisky y en Castañeda había un camarero de la estación de Calicasas que se inventó este combinado que entraba suave y subía rápido». También había quién llegaba con la familia y decía eso de «dale al niño un follacilla», y el niño se despachaba un vino dulce de Málaga con gaseosa. Pepe también recuerda servir 'persianas' un licor de menta con sifón y hielo, que era muy refrescante, y «¿sabes quién lo pedía mucho, los albañiles en verano».
El Albaicín era un barrio obrero. Los vecinos bajaban a trabajar a la ciudad muy temprano y las bodegas abrían sobre las 6 de la mañana, pero no servían café. En La Mancha, que abrió el padre de Pepe en 1958, no había cafetera, se vendían copas de aguardiente.
Poco a poco aquellas tradicionales bodegas fueron desapareciendo. En enero de este año cerró Espadafor, que funcionaba desde 1939. Quizás las bodegas Castañeda sea una de las tabernas más antiguas de Granada.
Pepe Torres recuerda que en aquellas viejas bodegas no se servía comida. El propietario alquilaba un pequeño espacio en su local, una esquinita, donde se vendían bocadillos, «así era en La Mancha, recuerda su propietario, donde está la vitrina había un señor con una cocina pequeña que servía tapas y bocadillos, de lomo, perritos o morcilla, los típicos de la época».
Pero la costumbre de abrir el apetito con un aperitivo viene de lejos. Se suele citar a Alfonso X el Sabio del que se cuenta que un tratamiento médico le exigía beber tragos de alcohol acompañados por ligeras comidas. Otras teorías le dan al origen de la tapa una mayor funcionalidad, la de tapar con una loncha de embutido el vaso para que las moscas no perturbaran el vino que se les servía a grandes celebridades.
En 1903 Nicolás Rivero Muñiz un periodista asturiano afincado en Cuba publicó 'Recuerdos de viaje' en el que relata su experiencia gastronómica en Sevilla y como se puso morado en la venta Eritaña de «chatos con tapaera capaces de resucitar a un muerto. Dan allí ese nombre a unas cañitas achatadas de manzanilla cubiertas con unas rajas casi transparentes de salchichón de Vich o de jamón de la Sierra, que en materia de comer y beber son la esencia de lo sabroso y la suprema elegancia».
Recientemente el agente turístico granadino Gabriel Medina, mientras buscaba información sobre la zambra gitana, que ha dado un impulso estos días para convertirse en patrimonio de la humanidad, dio con un curioso anuncio en 'El Defensor' que podría ser la primera prueba documental de la tapa en Granada. El 13 de octubre de 1909, el periódico publica un anuncio del Café Económico de Antonio 'el Aparcero' en la calle Tendillas de Santa Paula, esquina con San Jerónimo en el que se lee: «¿Queréis que se acabe la guerra? Bebed el rico café a 10 céntimos y macetas a 10 con tapaderas de salchichón». «Vinos de calidad con caracoles» ofrecía también 'La Mendoza', en Verónica de la Virgen un establecimiento que perteneció a la madre de Antonio Quirosa Mendoza, 'el Aparcero' antes citado, una muestra de la larga vida de tan singular concepto gastronómico.
Gabriel apunta una curiosidad más. En 1917 un bar lanzó una competición de comidas, al más puro estilo de retos de comida americanos. Este tenía 10 grupos, si comías hasta los 5 primeros, patatas gratis, y si completabas los 10, café y puro... Desde luego en Granada hay un ingenio y genio especial en el ámbito de la hostelería.
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