El viaje aéreo a Sierra Nevada
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Esta es la historia de los primeros proyectos para subir al macizo montañoso en teleféricoAmanda Martínez
Sábado, 16 de febrero 2019
Los granadinos se enteraron de lo que era el esquí leyendo a Ángel Ganivet en El Defensor. Como cónsul de España en Helsinki, enviaba misivas que más tarde se recogerían en su libro 'Cartas finlandesas'. En ellas describe a sus lectores lo que llama « ... patinación», el deporte de moda de aquel país, «que podrá ser practicado en Granada si llega a cuajar mi proyecto de Finlandia andaluza», apuntaba el escritor.
Su prematura muerte, en 1898, le impidió llevar a cabo la idea, pero algunos empresarios, entre ellos el Duque de San Pedro Galatino, alimentaron con proyectos que parecían imposibles la idea de explotar las posibilidades de la montaña granadina para generar riqueza. No le faltaban a Sierra Nevada recursos naturales, con una climatología que permitía deslizarse por la nieve hasta bien entrada la primavera y tan cerca de una ciudad que había atraído a viajeros desde finales de la guerra de la Independencia.
Pero claro… había que acercar la montaña a Granada.
El primer proyecto para recortar distancias viene de lejos. Se remonta a finales del siglo XIX y consistía en un ferrocarril eléctrico, idea de Emilio Aragón y Rodríguez de Múnera. Aragón murió de forma repentina en 1906 y su proyecto, en el que todos confiaban, se arrinconó. No tardaría en retomarse, esta vez de la mano de Nicolás Escoriaza, director general de la Compañía de Tranvías Eléctricos. Su idea, cuenta César Girón en su libro 'Miscelánea de Granada', era la de un ferrocarril de 35 kilómetros de longitud, los que separaban la capital del pico más alto de la península: «contaría para ello con aproximadamente 28 kilómetros de vía ordinaria que le llevarían hasta las inmediaciones de Cueva Secreta, 5 más de cremallera y 1,5 de teleférico lo aproximarían hasta la laguna de la Mosca; desde aquí, 500 metros más de ascensor trasladaría a los viajeros hasta la cumbre del Mulhacén». Un plan complicado y costoso que, a pesar de ser recibido con entusiasmo, fracasó por falta de medios.
Hubo otros planteamientos uno, de la viuda de Emilio Aragón, Isabel Pineda, pero fue recibido con frialdad cuando lo hizo público en 1910, aproximadadmente cuando el Duque de San Pedro de Galatino presentó su idea.
En 1914, el ingeniero belga Luis Gustavo Berg propuso el que Girón considera el proyecto más original. Berg llevaba el ferrocarril hasta las inmediaciones de las minas de la Estrella, donde se abriría un túnel que atravesaría el Veleta y saldría por Capileira. Allí descendía hasta Pampaneira desde donde se abrían bifurcaciones que comunicaban con Lanjarón y con la Alpujarra almeriense hasta Almería.
En los años 20, el Duque comenzó a hacer realidad su sueño del desarrollo turístico de Sierra Nevada con infraestructuras como el Hotel del Duque y el tranvía de la Sierra. Hasta 1947 no se inauguró el último tramo de este recorrido, el que unía Maitena con el Barranco de San Juan. Desde aquí parecía más fácil alcanzar las altas cumbres. Un teleférico podría llevar sin molestias a los viajeros hasta las pistas nevadas. El proyecto era factible y había un compromiso por parte de las autoridades que se materializa en febrero de aquel año cuando se encarga al ingeniero José Pérez Pozuelo que se ponga manos a la obra.
El 1951, el sueño estaba a punto de convertirse en realidad, al menos en el papel. El proyecto de Pérez Pozuelo permitía en menos de una hora y media, recorrer la distancia que separa el centro de la capital y los Peñones de San Francisco. El teleférico partía del Barranco de San Juan, salvaba un desnivel de 1.336 metros, tenía una longitud de poco más de cuatro kilómetros y alcazaba la cota de los 2.506 metros, hasta el kilómetro 36 de la carretera de la Sierra, muy cerca del albergue de Obras Públicas.
Contaba con una estación de partida, una intermedia y la terminal y en cada una de ellas se construirían albergues para el público. En el Barranco de San Juan, se proyectó incluso una hospedería, bar y restaurante. Los coches, con capacidad para 35 plazas, serían capaces de desplazar a 210 pasajeros por hora en cada sentido, aunque estaba estudiado que la cifra pudiera duplicarse en el caso de grandes competiciones deportivas. «El viaje será de garantía absoluta, ya que han de emplearse las instalaciones más modernas en su género», dice un artículo publicado en Abc el 5 de septiembre de 1951. Se presupuestó en 17 millones de pesetas y los trabajos concluirían en treinta meses. Es decir, en febrero de 1954 los granadinos tendrían su funicular, como las grandes estaciones de esquí, como las austriacas, las suizas o las italianas que visitó Pérez Pozuelo para tomar ideas para hacer su proyecto.
Aquel estudio pasó todos los trámites legales y llegó a publicarse en el BOE, el 21 de diciembre de 1951, con la cifra de 16.612.561,38 pesetas de presupuesto final.
Pero el azar nos jugó una mala pasada. En un artículo publicado en IDEAL ('Un deseo llamado tranvía',7 de abril de 1995), José Espada Sánchez, consejero delegado de Cetursa hasta 1974, cuenta en primera persona lo que ocurrió. En primavera de 1952, el director general de turno vino a Granada para poder comprobar desde los Peñones el itinerario del inminente teleférico. Era un día de sol radiante cuando comenzó el viaje desde Granada; primero, en tranvía hasta Pinos Genil, desde allí en automóvil hasta el Albergue Universitario. Pero, cuando solo faltaban unos cinco kilómetros para llegar, el tiempo cambio bruscamente y se les echó encima una tormenta de nieve que obligó a la caravana a parar a solo unos centenares de metros del Albergue. La comitiva tuvo que hacer el resto del camino a pie, en medio de una ventisca, sin posibilidad de aproximarse ni siquiera al emplazamiento de la futura estación terminal. El director, asustado, calificó aquello de «un proyecto de locos» y su sentencia condenatoria fue inmediatamente repetida por su séquito de administrativos que, ya a 'salvo' en el Albergue, repetían: «¡Es un proyecto de locos!».
Así murió el teleférico a Sierra Nevada y con él, la supervivencia del romántico tranvía de la Sierra.
El tranvía de Sierra Nevada. Manuel Titos. Editorial Arguval. Málaga, 1995
Miscelánea de Granada. César Girón. Editorial Comares, 1998
Tranvías históricos de Granada. Agustín Castillo Martínez y Agustín Castillo Vergara. D.L Granada, 2014
Un proyecto no ejecutado. El teleférico de Sierra Nevada. Miguel Jiménez Yangüas, Miguel Ángel Rubio Gandía y José Miguel Reyes Mesa. IDEAL, 2 de marzo de 1996
Un proyecto acertado. El teleférico de Sierra Nevada. Jiménez Yangüas, Miguel Ángel Rubio Gandía y José Miguel Reyes Mesa. IDEAL 17 de febrero de 1996
Un deseo llamado tranvía. José Espada Sánchez,7 de abril de 1995
Pero, el interesado en este tema, y en travías de Granada en general, debe leer:
Tiempo de tranvías. Catálogo de la exposición conmemorativa del centenario de los tranvías de Granada (1904-1974). Centro Cultural CajaGranada-Puerta Real. 25 de marzo a 2 de junio de 2004
Proyecto del teleférico de Sierra Nevada. Miguel Ángel Rubio Gandía y José Miguel Reyes Mesa. Axares, 1996.
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