Mujeres cargadas con sus carritos de la compra, clientas habituales del mercado, se abren paso entre las autoridades y los periodistas que acuden a la inauguración del nuevo mercado de San Agustín. Por fin, tras nueve años de vaivenes y dificultades, abría sus puertas al ... público ante las expectativas de comerciantes, de clientes y de la ciudad que veía en la reforma de la lonja granadina la posibilidad de revitalizar el casco histórico.
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Fue hace justo veinte años y comenzaba así una nueva vida para este mercado, corazón histórico del comercio de Granada.
Donde se levanta hoy el edificio diseñado por Pedro Salmerón, estaba el mercado de mayoristas. Los minoristas repartían sus puestos en la zona de la Romanilla, un zoco laberíntico de tenderetes, incómodo y poco higiénico. Allí vendía comestibles el padre de Pedro Hurtado, uno de los comerciantes del actual mercado de San Agustín. El viejo de la Romanilla estaba dividido en varias naves, el padre de Pedro despachaba comestibles y embutidos en la central, que se conocía como 'de las monjas'. Era un puesto grande, con techos de cristal y semicubierto. En los pasillos, los carniceros troceaban la carne antes de que llegara el cliente. Luego apartaban pesadas las mesas de mármol y se ponían a vender. «Recuerdo de pequeño ir a ayudar a mi padre al mercado. Su especialidad era el aceite. Venía un camión cisterna que descargaba la mercancía con una manguera en un aljibe que tenía debajo de su puesto y él lo vendía a granel. La gente llevaba su botella y la rellenaba. También recuerdo hacer en casa, con mis hermanos, paquetitos con papel de estraza de legumbres y arroz, de medio kilo, de cuarto de kilo… para que mi padre los vendiera».
A finales de los años cincuenta se pretende reurbanizar aquella zona, para darle una imagen «más digna» acorde con el entorno, trasladar a los comerciantes a un nuevo mercado y llenar de espacios verdes, plazas, pilares y fuentes el histórico centro de la ciudad. En 1959 el ayuntamiento anuncia el traslado de mayoristas a Fuente Nueva y el comienzo de las obras de adaptación de San Agustín para acoger a los tenderos. Sin embargo, una «política de sobriedad de gastos», alargó las obras y aumentó los costes. El mercado de San Agustín se inauguró el 1 de diciembre de 1970.
El nuevo viejo mercado
El mercado central de Granada era amplio y tenía dos plantas. Abajo estaban los carniceros y pescaderos y arriba los comestibles en la nave central y en los laterales las fruterías. Eran puestos pequeños, pero en el mercado trabajaban unos 200 comerciantes. Sin embargo, «la gente no subía a la planta de arriba, recuerda Pedro Hurtado. Allí no teníamos agua, así que yo tenía que subirla del pilar que había en la planta de abajo. El mercado estaba lleno, casi no podías pasar entre la gente. Sin embargo, a la planta de arriba solo iban los clientes habituales y poco a poco se fue vaciando la planta superior. Quedamos pocos, los que tenían mejor situación». Su padre llegó a tener 5 puestos en San Agustín y Pedro comenzó allí a vender charcutería y jamones.
Miguel Ángel Campos, es otro de los comerciantes del actual mercado, un albaicinero que se crió entre los pasillos del viejo San Agustín donde bajaba después de sus clases en el Gómez Moreno: «éramos todos una familia. Me metía en todos los puestos. Recuerdo los braseros de carbón las piedras de mármol, no había tantos lujos, pero nos criamos todos juntos. A mí me gustaba ir al de Carmela porque siempre me daba churros».
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Poco antes de cumplir veinte años, se vuelve a hablar de construir un nuevo edificio, más moderno y funcional que permitiese mayor control higiénico y sanitario. Este proyecto hablaba de un edificio de tres plantas de sótano, una de supermercado, una planta con 61 puestos de venta y una cafetería, otra de oficinas y un ático en el que se instalaría una oficina municipal. La calle Mercaderes duplicaba su amplitud y se abría una plaza. Mientras durase la obra, se trasladó a los comerciantes a un mercado provisional en La Romanilla, donde hoy está el Centro Lorca.
Vuelta a la Romanilla
Pero lo que en principio serían unos dos años, se prolongó hasta casi nueve. «En la Romanilla fue una venta curiosa, explica Pedro Hurtado. Eran puestos de cartón piedra, paredes de madera y contrachapado, pero venía mucha gente, más que cuando cambiamos a San Agustín. Tuvimos años buenos». «Algunos querían quedarse abajo, porque es una zona más comercial, pero las instalaciones eran pequeñas y deterioradas», recuerda Miguel Ángel.
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Jesús Quero llevaba quince días como alcalde de Granada cuando comenzó la demolición definitiva del viejo mercado de San Agustín. La obra se le atragantó y se complicó un proceso que acabó emponzoñándose en extremo.
Se desechó el proyecto anterior. En 1991, el objetivo municipal era construir un aparcamiento subterráneo en el solar del mercado y una gran plaza en la superficie. Los comerciantes se quedarían en un edificio nuevo en la Romanilla. Años después el gobierno local tuvo que rectificar para evitar que el municipio tuviera que pagar indemnizaciones millonarias por incumplimiento de contrato.
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En 1996, Díaz Berbel colocó la primera piedra del mercado. Hubo nuevas interrupciones, como las dificultades que plantearon la estructura del aparcamiento. El 13 de noviembre de 1997, Florencio Cabanas, un albañil de 29 años que trabajaba en la construcción, murió al precipitarse al vacío. Una inspección de trabajo paralizó de nuevo las obras por medidas de seguridad.
El nuevo mercado
El 5 de diciembre de 1998, los comerciantes vendían los últimos productos en sus puestos de la Romanilla antes de echar el cerrojo.
El día de la inauguración fue una fiesta. Pedro recuerda que llevó vino de la zona que ofrecieron a los clientes con degustaciones de sus embutidos. «Estuve toda la mañana cortando jamón y todavía hay clientes que me recuerdan que, desde que aquel día lo probaron, no han dejado de comprármelo».
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Se cumplen veinte años y el mercado ha cambiado mucho. Hoy mira al futuro con el concepto de mercado gastronómico que está calando y atrae a nuevos clientes, una tendencia gastronómica que ha dado una nueva vida al mercado de toda la vida.
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