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carlos benito
Jueves, 10 de septiembre 2015, 21:07
Mientras la mayor parte de los políticos de Europa andan ocupados con un puntilloso regateo sobre cuotas de refugiados, el primer ministro finlandés ha planteado una forma distinta de aproximarse al problema. Juha Sipilä, el centrista de 54 años que encabeza el Ejecutivo desde finales de mayo, ha ofrecido su segunda vivienda a las personas que lleguen a su país escapando de los conflictos bélicos o la represión. Se trata de una preciosa casa en Kempele, cerca de la ciudad septentrional de Oulu y también de Puolanka, el pueblo donde transcurrieron la infancia y la juventud del político, y en términos cronológicos y biográficos precedió al domicilio que ahora ocupa la familia: la construyó el propio Juha Sipilä en 1994, cuando era un joven padre de cinco hijos.
Hoy, los cuatro mayores ya han volado del nido y el hijo pequeño falleció el pasado febrero, con 20 años, al complicarse una cirugía de rutina. Sipilä y su esposa, Minna-Maria, llevan ya unos cuantos años residiendo en Sipoo, a veinte kilómetros de Helsinki, para que él pueda atender sus responsabilidades políticas. «Mi otra casa me sirve de poco», ha resumido, como quitando importancia al supuesto sacrificio de cederla a desconocidos.
La iniciativa del primer ministro, evidentemente inusual, no ha sorprendido tanto a quienes le conocen. El ingeniero Juha Sipilä es un extraño meteorito recién llegado al mundo de la política, que consiguió escaño en las elecciones de 2011, fue votado presidente de su partido en 2012 y se ha impuesto en las generales de este mismo año. De él suelen destacarse dos rasgos: es millonario y tiene unas profundas convicciones religiosas. Lo primero se debe a una inquieta carrera como emprendedor en el sector de las telecomunicaciones, muy importante en el entorno de Oulu, y más concretamente a la venta de una de sus empresas Solitra, de componentes para móviles a una multinacional estadounidense. En cuanto a la fe, Sipilä forma parte de una de las ramas del laestadianismo, un movimiento conservador dentro del luteranismo. De hecho, conoció a su esposa en la adolescencia, cuando ambos participaban en un campamento laestadiano y él se avino a prestarle su colchoneta, y su cuñado es uno de los líderes de la iglesia a la que pertenece, llamada La Palabra de la Paz.
Ayuda a los arruinados
«Sipilä no se presta a hablar en público sobre sus convicciones religiosas, pero el enfoque ético cristiano ha influido poderosamente en su comportamiento como individuo, como rico hombre de negocios y como político, y ciertamente también en su decisión de ofrecer la casa de Kempele», explica a este periódico el periodista Risto Uimonen, presidente del órgano de autorregulación de los medios finlandeses y autor de un libro sobre el primer ministro. «Solo tenía 36 años cuando ganó dieciocho millones y medio de euros vendiendo su compañía a los americanos añade. Aquella cantidad de dinero les causó escrúpulos éticos a él y a su esposa: sentía que no necesitaba tanto, así que resolvió el problema creando una fundación que ha ayudado a personas en bancarrota que han perdido sus casas». Uimonen define a Juha Sipilä como «un hombre muy práctico, un ingeniero al que le gusta hacer cosas con sus manos» y también un político con un claro sentido global, por mucho que «su pronunciación del inglés no sea la más suave».
El primer ministro finlandés suele aparecer como un tecnócrata que afronta el gobierno del país igual que si fuese una empresa. Finlandia, más golpeada por la crisis que sus vecinos escandinavos, no atraviesa sus mejores tiempos, y Sipilä es partidario de la austeridad, el recorte y la innovación. En especial, apuesta por buscar nuevas salidas para la tremenda riqueza forestal del territorio, cubierto de bosques en un 70%. Su interés por la bioeconomía alcanza su vida personal: es un entusiasta de las energías alternativas y, muy particularmente, del gas producido a partir de madera, que impulsa un Chevrolet El Camino reconvertido por él mismo. El singular vehículo, capaz de alcanzar los 140 kilómetros por hora y rebautizado como El Kamina (por la palabra finesa para estufa), le vino de perlas para llamar la atención en campaña.
«Espero que esto se convierta en un movimiento popular. Todos debemos mirarnos en el espejo y pensar cómo podemos ayudar», ha dicho acerca de su ofrecimiento de la casa de Kempele. De momento, ya se ha notado cierto eco entre algunos compatriotas ilustres. El gobernador del Banco de Finlandia, Erkki Liikanen, ha anunciado que donará a Cruz Roja su sueldo neto de un mes, unos diez mil euros, para ayudar a los refugiados. Y el mismísimo Kim Dotcom, fundador de Megaupload y finlandés por parte de madre, se ha declarado dispuesto a albergar a una familia siria en su mansión neozelandesa, casi tan grande como algún país.
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