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Para Donald Trump, el mundo es una caja registradora. Un negocio. Y los electores estadounidenses le han abierto las puertas del Despacho, Oval, desde el que se toman buena parte de las grandes decisiones.
La guerra de Ucrania, por ejemplo, es para el magnate una ... mala inversión. Desde que comenzó, en febrero de 2022, Estados Unidos no deja de enviar armas a un país lejano que, a su juicio, se ha convertido en un saco sin fondo. Trump necesita sacar beneficio de todo, incluso de este conflicto. Por eso, ha propuesto al Gobierno de Volodímir Zelenski que a cambio del apoyo militar le entregue las tierras raras –vitales para las nueva tecnologías– que alberga el suelo ucraniano. Kiev ha acogido la oferta con alivio. Ante el avance ruso en el frente, Ucrania cuenta con esos minerales, a los que se suman el litio, el titanio y el uranio, para animar al nuevo presidente de EE UU a mantener su apoyo.
Según publica 'The Washington Post', Zelenski está dispuesto a firmar el acuerdo. A Trump le va el trueque. Durante su primer mandato ya quiso alcanzar un acuerdo con Dinamarca:los daneses le darían el control de Groenlandia a cambio de Puerto Rico. Entonces pareció una ocurrencia; una más de un personaje sin límites. Ahora, en el inicio de su segundo paso por la Casa Blanca, se comprueba que es su manera de hacer las cosas: gobierna el país como dirige sus empresas. Si Ucrania quiere armas estadounidenses tendrá que dar algo por ellas. Y tiene un tesoro: cerio, samario, europio, escandio... Son las tierras raras que se emplean en la industria de las nuevas tecnologías: superconductores, láser, imanes. Ucrania también dispone de grandes reservas de litio, un elemento fundamental en la fabricación de baterías eléctricas. Trump pide una «garantía» sobre esta 'mina del nuevo oro'.
Muchos de esos yacimientos están en las regiones del este del país, donde más han avanzado las tropas rusas. «El control de los recursos minerales se ha convertido en parte de la guerra», subrayó en declaraciones a 'Financial Times' Mustafá Nayyem, exdirector de la Agencia estatal de Ucrania para el Desarrollo de Infraestructuras. Ese botín mineral es un elemento de peso en el conflicto. «Ucrania –asegura Nayyem– no sólo lucha por su territorio, sino por el derecho a gestionar su riqueza estratégica, que puede ser decisiva en su futura recuperación».
El Gobierno de Kiev camina sobre ese alambre. Corre el riesgo de perder la posesión del suelo ante la ofensiva del Kremlin y, por eso, pide a Estados Unidos que no corte el suministro de armamento para defenderse. Pero, al mismo tiempo, Trump le exige el control sobre esas tierras raras para continuar enviando misiles y tanques. De ahí que el canciller alemán, Olaf Scholz, calificara de «egoísta» la oferta del líder republicano. «Ucrania necesitará esos minerales para recuperar su economía después de la guerra», argumentó.
Pero la urgencia del presente se traga el futuro. Bien lo sabe Zelenski. Fue el dirigente ucraniano quien ofreció sus reservas minerales a Trump durante la pasada campaña electoral en EEUU. Necesitaba una moneda de cambio. El entonces candidato y hoy presidente del país más poderoso entiende ese lenguaje. «Estamos buscando un acuerdo con Ucrania», anunció el lunes. Miles de millones de dólares en armas a cambio del derecho sobre las tierras raras que alimentarán la industria tecnológica estadounidense. Un negocio.
Los servicios de Inteligencia de Corea del Sur aseguran que las tropas de Corea del Norte desplegadas en la región rusa de Kursk para tratar de frenar la incursión lanzada por Ucrania en agosto de 2024 llevan lejos de los frentes de combate desde mediados de enero.
Según esta fuente surcoreana, los batallones de su vecino del norte han sido retirados de las líneas de frente debido a las altas bajas sufridas. Esto confirmaría la información publicada hace unos días por el diario estadounidense 'The New York Times'.
A finales de enero, los servicios de Inteligencia del Reino Unido cifraron en «alrededor de 4.000» las bajas registradas por el ejército de Corea del Norte en los combates en Kursk, donde había desplegado a 11.000 militares.
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