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Friedrich Merz, el vencedor de las elecciones en Alemania, tiene prisa por formar Gobierno. Apenas catorce horas después del cierre de las urnas, su ... partido, el CDU/CSU, ha anunciado que las primeras conversaciones con el resto de las formaciones parlamentarias, excluyendo a la ultra AfD, deberían celebrarse «esta semana» con vista a que el nuevo Ejecutivo esté en marcha aproximadamente dentro de un mes, en Semana Santa. Los conservadores afirman que el reto que supone para Europa tensiones geopolíticas como la presidencia estadounidense de Donald Trump, Rusia o la incertidumbre sobre Ucrania, que este lunes entra en el cuarto año de guerra, hacen necesario «un liderazgo alemán».
Algunos medios germanos adelantan en sus ediciones digitales que a Merz le aguardan de manera inmediata retos de envergadura que no pueden aplazarse como la gestión de la relación de Berlín con Washington. Aunque el inquilino de la Casa Blanca se apresuró esta madrugada a comunicar su satisfacción por el triunfo de los conservadores, el que será nuevo canciller germano es un firme defensor de Europa frente a la dependencia con Estados Unidos. De hecho, este lunes ya ha advertido que «hará todo lo posible» por mantener buenas relaciones con Washington, pero está preparado para «el peor escenario». También ha dejado claro dice que el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, «puede visitar» Alemania pese a la orden de captura del Tribunal Penal Internacional.
En cualquier caso, el primer desafío del líder de CDU/CSU es interno. Merz debe iniciar unas complicadas negociaciones con los socialdemócratas en esa ruta para activar un Gobierno en pocas semanas. Los resultados electorales le han allanado en cierta medida el camino, ya que le basta un acuerdo con los socialdemócratas para sumar 328 escaños en un Parlamento donde la mayoría se fija a partir de 316.
Lo más probable, citan hoy todos los medios, es que el candidato ganador se decante por la técnicamente denominada 'gran coalición' de los dos partidos, sobre todo a la vista de las dificultades que ofrece la gestión de una travesía tripartita como le sucedió al canciller saliente, Olaf Scholz, en esta pasada legislatura. El acuerdo negro-rojo (los colores distintivos de CDU/CSU y el SPD) sumaría el 28,5% y el 16,4% de los votos reunidos por conservadores y socialdemócratas, respectivamente. Se enfrentaría a una oposición liderada por AfD, la ultraderecha que ha conseguido un 20,8% de las papeletas e incrementado casi once puntos su representación en una escalada sin precedentes históricos y que preocupa no solo a una parte más que notable de la sociedad germana, sino a las propias autoridades europeas.
La otra opción de Merz es la una coalición que incluya a Los Verdes. La fórmula del tripartito le llevaría a una mayoría de 413 diputados en la Cámara, al sumar el 11,6% de sufragios de esta formación (algo más de tre puntos de caída respecto a los anteriores comicios). Sin embargo, los analistas sitúan a las siglas de Robert Habeck, vicecanciller saliente, ya en la oposición.
Exultante se mostraba anoche el líder de los conservadores alemanes, Friedrich Merz, cuando se presentó ante sus seguidores en la Konrad Adenauer Haus para celebrar el triunfo de la Unión Cristianodemócrata y la Unión Socialcristiana de Baviera (CDU/CSU) en los comicios legislativos anticipados de Alemania. Su partido fue el más votado con un 28,6% de las papeletas, lo que supone 4,4 puntos más que en los últimos comicios, y le otorga 208 escaños en un Parlamento de 630.
Merz llevaba más de veinte años esperando este momento, entre ellos los dieciséis de Gobierno de Angela Merkel, la mujer que fracturó su carrera política y forzó su 'exilio' en el mundo empresarial. Aunque los conservadores quedaron por debajo del objetivo del 30% de los votos, tras agradecer los esfuerzos a su equipo de campaña, el candidato invitó a todos a festejar la victoria. Eso sí, dejó claros dos aspectos: no gobernará con la extrema derecha y «mañana temprano (por hoy) hay que ponerse a trabajar». A Merz le aguardan ahora complicadas negociaciones para pactar y, como dijo tras certificarse su triunfo, «el mundo no espera».
El ganador de los comicios germanos alertó sobre el peligro de parálisis en Berlín, en momentos que Trump trastorna el orden internacional, la economía alemana está en recesión y la sociedad está dividida después de una campaña polarizante. Tras su victoria en las elecciones del domingo, Merz declaró que una Europa Unida debe reforzar su propia defensa y que no tiene «ilusiones con lo que va a venir de Estados Unidos». El líder de los conservadores deberá buscar establecer comunicación con el presidente estadounidense, quien causó inquietud en Ucrania y sus apoyadores europeos al acercarse al presidente ruso, Vladimir Putin.
La fiesta de CDU/CSU contrastó con el 'funeral' en la Willy Brandt Haus, la sede nacional de los socialdemócratas germanos (SPD) en Berlín. El todavía canciller federal, Olaf Scholz, tuvo que asumir lo que calificó de «amarga derrota» y un desastre electoral de dimensiones históricas para su partido. Hay que remontarse a 1887 y la época imperial para recordar un resultado peor que el alcanzado ayer por el SPD y Scholz. Se ha tenido que conformar con el 16,4% de los votos, lo que supone una caída de casi 10 puntos, que se traducen en 120 escaños.
Nunca en el siglo XX ni en lo que va del XXI, la formación que encumbrara Willy Brandt había cosechado menos de un 20% de sufragios en unos comicios generales en Alemania. Scholz reconoció sin ambages el cataclismo, añadió que toca «modernizarse» y, según algunos medios, dejó entrever una próxima retirada al anunciar que no participará en las próximas negociaciones.
Tampoco Los Verdes tuvieron motivos para festejar, aunque solo bajaron en torno a tres puntos. En cualquier caso, se mostraron dispuestos a estudiar su participación en el nuevo Ejecutivo. De hecho, podrán funcionar como un broche de seguridad en un tripartito gracias al 11,6% de las papeletas y 85 escaños.
Tras la fractura en noviembre pasado del tripartito de socialdemócratas, verdes y liberales -provocada por estos últimos-, la ultraderecha fue ayer la verdadera triunfadora en estos comicios adelantados. Alternativa para Alemania (AfD) duplicó prácticamente su resultado de septiembre de 2021 y pasa ahora a convertirse en la segunda fuerza política del país, por delante de los socialdemócratas y Los Verdes.
Concretamente, AfD incrementa en 68 el número de escaños con el que contaba, y alcanza el 20,8% de los votos. Son diez puntos más que hace tres años. Así, la extrema derecha liderará, con todos los privilegios, la oposición parlamentaria en el Bundestag con sus 152 asientos de la mano de su candidata Alice Weidel, lo que aumentará apreciablemente su influencia.
Su éxito, que no por esperado ha dejado de causar «conmoción» en la comunidad judía alemana, como admitía anoche su principal organización, el Consejo Central de Judíos, se ha alimentado de la irritación popular por el fracaso de la coalición de Scholz y la impresión de que los partidos establecidos son incapaces de hacer frente a la migración ilegal y la integración de los refugiados.
Aunque su programa contemplaba utopías como el retorno a la energía nuclear -que no quiere ni la industria energética- y las iglesias católica y protestante pedían a sus fieles no votar a AfD por racistas y xenófobos, la formación ha sabido explotar sus temas preferidos y ha contado además con apoyos excepcionales en el exterior: Elon Musk y su plataforma X, así como el vicepresidente de EE UU, JD Vance, que han hecho campaña descaradamente por la ultraderecha alemana, incluso durante el mismo día de las elecciones.
También La Izquierda tuvo motivos de celebración. A mediados de enero nadie, absolutamente nadie, esperaba que lograra escaños en el Bundestag. El coqueteo de Merz con AfD a finales del mes pasado, cuando se apoyó en la ultraderecha para sacar adelante una moción parlamentaria que endureciera la legislación sobre migración, fue el momento clave para su resurrección. La intervención de Heidi Reichinnek, joven líder de La Izquierda, ante la Cámara baja poniendo verde al líder conservador disparó la popularidad de su formación que ha subido cuatro puntos en estos comicios al lograr 64 escaños gracias.
Los resultados dejaban anoche presumiblemente fuera de la Cámara baja al Partido Liberal (FDP) y a la novedosa Alianza Sarah Wagenknecht (BSW), una escisión populista de La Izquierda creada hace un año por la política que le da nombre. Sin embargo, los márgenes eran muy estrechos y la segunda coqueteaba con el 5% de los votos, que dan acceso al hemiciclo.
En cualquier caso, el FDP ha sido castigado por el electorado, que los considera culpables de la ruptura interesada del tripartito que lideraba Olaf Scholz, provocando el adelanto electoral. El presidente del FDP y expulsado ministro de Finanzas del gabinete de Scholz, Christian Lindner, reconoció que su partido paga ahora la ruptura del tripartito y anunció en la red social X su retirada de la política activa tras la debacle. La BSW ha acabado desinflada en la misma medida que se iba hinchando La Izquierda.
En la llamada 'ronda de los elefantes', el tradicional debate postelectoral entre los líderes de los partidos que han logrado representación parlamentaria, Olaf Scholz anunció anoche que, mientras se negocia una nueva coalición, invitará a Merz a acompañarle a los compromisos internacionales. Merkel hizo lo mismo con él hace cuatro años. «Encontraremos con seguridad vías para abordar la política que representa a Alemania internacionalmente», dijo el aún canciller federal, que reiteró que no entrará en un Ejecutivo de Merz ni participará tampoco en las negociaciones de coalición.
El ganador de las elecciones se vio obligado una vez más a desmentir cualquier intención de dialogar tan siquiera con la ultraderecha, después de que su líder, Alice Weidel, reiterara que su partido tiende la mano a los conservadores dispuesto a toda colaboración. «Persiguen lo contrario de lo que nosotros queremos y por ese motivo no habrá cooperación alguna», dijo Merz mirando a la cara a la dirigente ultra. «No vamos a hacer política errónea para este país» ni a cuestionar el legado de 75 años de la CDU para la República Federal «solo porque de repente hay una llamada Alternativa para Alemania», subrayó el próximo jefe de Gobierno.
Tanto Friedrich Merz como el presidente de la CSU y primer ministro de Baviera, Markus Söder, priorizaron negociar con los socialdemócratas una nueva gran coalición. Las cuentas salen si suman a Los Verdes, con los que alcanzaría no menos de 391 asientos, muy por encima de los 316 de la mayoría absoluta. No obstante, el líder bávaro rechazó de plano negociar con ellos «si es evitable». Los conservadores esperan que el escrutinio final confirme la expulsión del Bundestag de los diputados liberales y de BSW. Así contarían con una mayoría parlamentaria suficiente y cómoda en una alianza con los socialdemócratas.
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