ALFREDO YBARRA
Lunes, 9 de noviembre 2009, 02:00
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El nombramiento del trinitario Rafael Márquez Megía, párroco del Santuario del Cabezo, como hermano mayor de la Real Cofradía Matriz de la Virgen de la Cabeza se ha envuelto en toda clase de dimes y diretes en el convulso mundo de esta Cofradía y en el amplio espectro devocional de la patrona de la diócesis de Jaén. La mayoría de devotos, y personas interesadas, ven la postura del Obispo como una de las pocas salidas que tenía, dado la situación de desencuentro en la Cofradía Matriz en este importante Año Jubilar, dilapidando, según algunos, el tirón que este acontecimiento hubiera tenido para cultos, actos y actividades culturales de envergadura. Precisamente ahora, y con motivo de este Año Jubilar, centenario de la coronación canónica de La Morenita, la imagen de la Virgen de la Cabeza subirá a una carroza preparada por la Peña las Carretas para ir a la ciudad de Jaén, donde se han preparado actos de gran trascendencia.
Hay quienes van más allá y señalan que el obispo debiera arreglar definitivamente una situación que va más allá del 'ponme o quítame este hermano mayor'. En el decreto de nombramiento de Rafael Márquez, el obispo envía un claro aviso a la cofradía matriz, tratando de zanjar la polémica. Y es que Ramón del Hoyo llevaba tiempo, demasiado tiempo, pidiendo consenso, posturas de acuerdo y ponderación a los altos estamentos de esta institución. Así, desde que comenzaron a prepararse los actos del Año Jubilar, el obispo había señalado a la cofradía matriz que eran momentos de «encuentro auténtico con el Señor a través de la devoción tan intensa que se profesa a esta imagen de la Virgen de la Cabeza». Y en el boletín diocesano quedaba dicho que «para Ramón del Hoyo este encuentro debe ser el objetivo prioritario de todos los actos que se programen con motivo del año jubilar».
Desencuentros
Quienes conocen bien los entresijos de la cofradía saben que había ciertas cuestiones que suscitaban desencuentro permanente desde el mismo momento en que se reforman y aprueban los estatutos de la entidad y se crea, para adaptarse al Derecho Canónico, la nueva figura de la junta directiva. Con anterioridad la figura del Hermano Mayor en la Cofradía de Andújar lo era todo. Era elegido, tras la presentación de candidatos, por los que habían sido hermanos mayores, que corporativamente forman la Diputación.
Pero los tiempos cambian y las cofradías se han de regular con la normativa del Derecho Canónico. Esto implica que debe haber un presidente y Junta Directiva, cuyos cargos más relevantes deben ser elegidos democráticamente por todos los hermanos. Ahora ya es el presidente y la junta directiva quienes gestionan completamente el devenir de la Cofradía. Este nuevo estatus desencadena dificultades con el colectivo de los diputados. El obispo Santiago García Aracil aprueba unos estatutos que salvan de algún modo ciertos derechos del colectivo de los Diputados al mantener que sean ellos los que elijan al Hermano Mayor entre los que presenten candidatura, cumplan los requisitos y tengan la aprobación de la Directiva y Obispo.
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Funciones
Se mantiene la figura del Hermano Mayor como representativo en distintos actos y romería, pero deja claramente la autoridad corporativa en la Junta Directiva y presidente. El Hermano Mayor cambia y viste la imagen de la Virgen y asiste a los distintos actos que se organizan en el ciudad en honor de la Virgen de la Cabeza -también en otras poblaciones donde es invitado-. Preside las sabatinas -misas mensuales en la ermita iliturgitana de la Virgen de la Cabeza-; participa en eventos donde se requiere su tradicional figura; en Romería visita las pedanías, colegios y calles en el popular Convite de Banderas; preside la ofrenda de flores, la recepción de las Cofradías y los actos en el Santuario.
Pero su figura es claramente un símbolo de la cofradía en la calle, ostenta una representatividad sin poder ejecutivo. La polémica estaba servida y además era pública, ostensible y notoria por bastantes de sus protagonistas tanto en los ambientes romeros como ciudadanos. Todo ello había provocado una general 'vox populi' de amarillismo y tremendismo acerca de lo que pasaba, que en nada favorecía el tradicional recato eclesial en este tipo de temas.
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