José Cobo
Domingo, 4 de septiembre 2016, 14:17
Abanicos del mundo, plumas de colección, relojes de bolsillo, monta tu propio Seat 600, réplicas de tazas de porcelana y un sinfín de objetos que estos días inundan nuestros kioskos. Objetos que jamás nos llamaron la atención, pero sin saber muy bien porqué, al verlos en una colección se convierten en imprescindibles piezas para convertir nuestro hogar en un museo y a nosotros en sus orgullosos guías ante las visitas.
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Hemos empezado la colección de la casita de muñecas, y todo gracias a ese primer número, ese primer número que te engancha con esa preciosa coqueta tallada a mano. Ahora llega el segundo número, que no sólo es más caro, sino que sólo trae un taburete, ¿en serio? ¿Un taburete?. Después de pasar el mal trago, empezamos a hacernos a la idea de que los siguientes números no traerán nada bueno, pero nos hemos propuesto tener esa casita de muñecas en 'tan sólo' un año y medio, y lo vamos a conseguir. ¿Por qué? En septiembre empezaste el gimnasio, las clases de inglés y la colección de la casita de muñecas; el gimnasio lo dejaste cuando llegó la feria de octubre, a las clases de inglés ya sólo vas una vez por semana (debiste comprar el coleccionable "Aprende inglés con Muzzy",ese sí habría sido un coleccionable útil). Después de tirar por tierra estos dos 'retos personales', la casita de muñecas es nuestro clavo ardiendo, la última opción de demostrarle a todo el mundo que cuando te lo propones, eres capaz de afrontar cualquier reto, en este caso, la casita de muñecas.
Han pasado seis meses y como mínimo nos quedan otros doce. Nuestra casita de muñecas todavía está muy lejos de aquella casita que nos enamoró en el anuncio. De hecho, parece que por nuestra casita de muñecas ha pasado un terremoto, ya que las paredes y el techo vienen en los últimos números. Ahora mismo se parece más al sótano de cualquier película de terror; antiguos muebles en miniatura cubiertos de una capa de polvo y tirados dentro de una caja de zapatos.
Hace unos meses cuando pasamos del cuarto número, el de la lamparita de la mesita de noche, empezamos a hacer números; resulta que la casita de muñecas completa nos va a salir casi por el mismo precio que un apartamento en Torrevieja, y lo peor, no la disfrutaremos tanto. Desmoralizados seguimos acumulando números y reclamando aquellos que han faltado; "la cama de matrimonio ha tenido mucha salida", nos dice nuestro kioskero, así que empezamos a barajar la idea de que los habitantes de nuestra casita de muñecas tengan que dormir en la cama del fuerte de Playmobil, total, nadie se dará cuenta. Ya nada nos preocupa, porque nada ni nadie se interpondrá entre nosotros y nuestro reto personal, terminar la maldita casa de muñecas.
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