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Francisco Apaolaza
Jueves, 22 de mayo 2014, 03:43
La tarde del martes será recordada por lo trágico que se vivió en Las Ventas. La corrida, la duodécima de la Feria de San Isidro, fue suspendida a la muerte del segundo toro. La razón, que los tres diestros que actuaban ese día sobre la arena madrileña resultaron heridos. Ninguno estaba en condiciones para volver al ruedo. En las entrañas de este templo de la tauromaquia, Máximo García Padros vivía una tarde intensa intensa. Al frente del quirófano de la plaza, este veterano lidiaba con los daños que los astados habían causado a Antonio Nazaré, Saúl Jiménez Fortes y, especialmente, David Mora, el más afectado de todos tras la espeluznate cogida que le devolvió el toro cuando le recibió a puerta gayola.
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