PEDRO RODRÍGUEZ
Martes, 3 de julio 2007, 05:22
El sueño de perfeccionar la figura humana sin necesidad de cirugía -quitando donde sobra y añadiendo donde falta- parece un poco más cerca de hacerse realidad a tenor de una nueva investigación llevada a cabo por un equipo internacional de especialistas en obesidad.
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Según sus experimentos, con ayuda de ratones y monos, existe una especie de interruptor biológico que promueve la gordura y que ofrece la posibilidad de manipular la presencia o ausencia de grasa en zonas anatómicamente estratégicas.
De acuerdo a sus conclusiones, publicadas a través de Internet por la revista científica 'Nature', este sendero neuroquímico es activado sobre todo por el estrés crónico. Una llave que ayudaría a explicar la paradoja de cómo hay personas que durante sus vacaciones, a pesar de los casi inevitables excesos veraniegos, pueden llegar a perder peso al alejarse temporalmente de sus presiones y preocupaciones cotidianas.
Solicitud de patente
Pese a la cautela obligada sobre la seguridad y viabilidad de estos hipotéticos tratamientos contra la obesidad, la directora del informe, Zofia Zukowska, de la Universidad de Georgetown, no ha dudado en calificar de «revolucionario» el trabajo realizado por investigadores de Australia, Eslovenia y Estados Unidos. Hasta el punto de que ha solicitado ya una patente y negocia con compañías farmacéuticas interesadas, barajando la posibilidad de iniciar estudios con seres humanos en cuestión de dos años.
Estos científicos han expuesto a ratones a situaciones de estrés crónico, como colocarlos en agua fría durante una hora al día o enjaularlos con ejemplares agresivos, además de administrarles una dieta normal y otra con altos niveles de grasa y azúcar, similar a los que se encuentran en la 'comida basura' cada vez más consumida en países industrializados.
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Como humanos
Según la profesora Zukowska, «al tratar a los ratones de la forma en que los seres humanos son tratados, con la introducción de estrés crónico del que no pueden escapar y una abundancia de comida, hemos reproducido lo que pasa en sociedades como la de EE UU».
Dos semanas después, los ratones sometidos a estrés y mala alimentación engordaron significativamente. Llegaron a acumular hasta el doble de grasa que los ratones sin estrés a los que se administró la misma dieta hiper-calórica. Según concluyó Zukowska, «el problema se encuentra en la combinación de estrés y dieta rica en grasas y azúcar».
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