Los fontaneros y fontaneras saben que son unos privilegiados que viven en el campo, abrazando olivos, lejos de las prisas de la gran ciudad o de los grandes pueblos, mirándose a la cara y saludándose con aprecio
Javier F. Barrera
Granada
Martes, 17 de agosto 2021, 23:46
San Pedro abrió ayer las puertas del Cielo y decidió bajar un ratillo a Fontanar, una aldea a cinco kilómetros de Pozo Alcón que besa el límite con la provincia de Granada pero que ya pertenece al Parque Natural de la Sierra de Cazorla, Segura y Las Villas. San Pedro baja por dos razones. La primera porque deja el Cielo para bajar al Paraíso de Fontanar y la segunda porque tiene que hablar con Manuel, vecino de esta aldea de 79 años de edad que anuncia cada mañana a sus 352 vecinos que hoy sí, que hoy se va a morir.
-Manuel está siempre muriéndose. Pero hoy ha venido San Pedro y le ha dado tres días más de vida, cuenta Lola, su esposa, sin pestañear.
-Es verdad, que yo les he visto, confirma Julián, de 62 años.
Por si acaso, Manuel y sus 79 años le esperaban a San Pedro en perfecto estado de revista. Bajo la sombra de un elegante pino, sentadito en su sillita plegable con su cayado, tocado con sombrero de paja, colorida camisa elegante de algodón, bermudas y un matamoscas verde fosforito. La visita de San Pedro, por lo demás, y su regalo de tres días más de vida lo confirman al alimón el resto de vecinos que se han parado de buena mañana a saludarle. De paso, cuentan historias de su pueblo, que también se pueden leer a la entrada de esta aldea, junto a un mapa informativo y las letras de gran tamaño que saludan la llegada de los visitantes.
La historia viene de antiguo. «Fontanar y Pozo Alcón siempre han caminado juntos. Pertenecimos a Quesada, de la que nos segregamos por un Privilegio de Exención concedido por el rey Felipe IV el 18 de julio de 1648. De treinta años antes de esta fecha data la primera constancia escrita de la existencia de Fontanar. La encontramos en el archivo de la iglesia parroquial de Pozo Alcón, donde consta que era vecino de la aldea el primer bautizado de dicha parroquia, el 9 de mayo de 1618».
Su enclave en la proximidad del Guadiana Menor parece ser, indica la información, que responde a la necesidad de fijar puntos intermedios de descanso en la ancestral ruta marcada por el río que conectaba el Levante español con el valle del río Guadalquivir.
Estos breves apuntes nos revelan la existencia en Fontanar de una población estable que en algunos momentos de su historia ha llegado a superar los 1.500 habitantes, quedando drásticamente reducida, a causa de la emigración, en la década de los años sesenta y setenta. En esa época, Fontanar contaba con tres molinos harineros, dos almazaras, una central hidroeléctrica que abastecía a Fontanar y Cuevas del Campo, tres tabernas y una posada.
Hoy en día, cuenta con media docena de alojamientos turísticos, una pizzería que permanece cerrada, un bar que abre de seis a diez de la mañana, El Rincón, que da de desayunar a las gentes del campo y el bar del hogar del pensionista, que a partir de las siete de la tarde recibe al pueblo para la sagrada caña con sus tapitas.
Suiza, 1969
Emigración. De esto sabe mucho Lola, la mujer de Manuel, que a finales de los años sesenta dejó Fontanar y emigró a Suiza para conectar su aldea con un país en el centro de Europa que recibió la sangre joven de Fontanar. Lola, que acaba de cumplir 73 años y se afana en regar las plantas de terraza a pie de carretera, sonríe sin cesar. Esos recuerdos de juventud en la gélida Suiza no le atemorizan.«El primero del pueblo en emigrar a Suiza fue mi hermano Mariano», cuenta. «Ahora tiene ochenta años».
Se ve que a Mariano le fue bien lo de la emigración «y entonces nos empezamos a ir todos los del pueblo. Se dejaba la aldea para trabajar, ganar dinero, ahorrar y volver al pueblo para comprar tierras y levantar una casa. No nos fue mal. Nosotros trabajamos en Saint Moritz».
Un punto en medio de la ruta ancestral hacia el Levante
Este enclave, en las proximidades del río Guadiana, responde a la necesidad de fijar puntos intermedios de descanso en la ancestral ruta marcada por el río, que conectaba con el Levante español. De enorme singularidad y belleza natural, su trazado urbano se basa en el equilibrio entre el hombre y la naturaleza. Con este motivo, la aldea cuenta con caudalosos manantiales. Su entorno estepario, único en el parque, sobrecoge por la inmensidad de sus espacios abiertos y su colorido.
El contraste tuvo que ser brutal. Saint Moritz es un destino vacacional muy demandado entre la clase alta y la 'jet set' internacional, además de una de las estaciones de esquí más caras del mundo. «Pero a nosotros no nos importaba. Trabajábamos para los ricos en lo que nos pedían.Cualquier cosa.Desde plancharles una camisa a hacerles una comida», recuerda sin perder esa sonrisa tan maravillosa.
Es la sonrisa de quien domina el tiempo y que aprecia su vida. Lo explica Román, de 70 años. «Nosotros somos el pueblo de los 'apañaos', tenemos nuestra casa y nos apañamos con la pensión y lo que dan los olivos». En efecto, los fontaneros y fontaneras saben que son unos privilegiados que viven en el campo, abrazando olivos, lejos de las prisas de la gran ciudad o de los grandes pueblos, mirándose a la cara y saludándose con aprecio.
Por lo demás, y volvemos a la información sobre Fontanar, debe su nombre y su origen a los infinitos manantiales sobre los que se asienta. Es el núcleo de población situado en el extremo sur del Parque Natural de la Sierra de Cazorla Se ubica en un altiplano sobre el valle del Guadiana Menor, la altitud de la zona ronda los 800 metros lo que da origen a una imponente ladera con profundos barrancos de elevadas pendientes con vegetación y fauna de rasgos esteparios.
Tradiciones y costumbres
Muy arraigado en sus tradiciones y costumbres, Fontanar celebra, con permiso de la pandemia, tres grandes fiestas al año. La primera es San Isidro Labrador. La segunda es la dedicada a la Sagrada Familia, por estas fechas de agosto y la tercera es su ya famosa celebración de la Navidad con un Belén viviente que atrae visitas de las comarcas vecinas.
Respecto a infraestructuras, ahora están más contentos, porque ya no tienen que ir hasta Úbeda para las cuestiones médicas. «Nos han adscrito al hospital de Baza y en veinte minutos estamos». Porque aquí en Fontanar el tiempo no tiene prisa. Ni aunque baje San Pedro.
Las casas cueva como perfecto reclamo turístico
Una de las característica de Fontanar son sus cuevas. Excavadas en las entrañas de la tierra, las casas cueva son una de las señas de identidad de la aldea. Por esta razón, la aldea tiene en verano numerosos visitantes que llenan la oferta de alojamiento rural. «Y ahora tienen que estar llenas, porque vemos mucha gente de fuera por aquí», cuenta Julián. Hay al menos media docena de casas cueva y cortijos habilitados como alojamientos rurales, que utilizan como reclamo la Sierra de Cazorla.
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