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El salón de actos de la Facultad de Ciencia Políticas y Sociología se quedó pequeño. No era un viejo rockero el que se subió al ... escenario, a la tarima en este caso, pero sí un político de los de antaño. Alfonso Guerra González, vicepresidente del Gobierno durante los años 1982-1991, pronunció la conferencia 'La Constitución, ayer y hoy'. Carta magna en la que estuvo en primera fila. «No se cenó nunca. Ni juntos ni separados», espetó para desmentir esa idea que ha circulado desde hace 46 años de la cena de los manteles. «Es absolutamente falso», espetó al poco de comenzar su intención en el día de la Facultad de Ciencias Políticas granadina.
Al margen de chascarrillos y anécdotas, el que fuera todopoderoso hombre en la presidencia de Felipe González, reivindicó el espíritu de consenso del 78 que dijo que es muy necesario en la actualidad y «tiene más valor que nunca». «No se puede elegir el tiempo en el que vivimos, pero sí se puede elegir la respuesta a ese tiempo que nos ha tocado vivir», reflexionó al comienzo de su charla. Lo hizo en una sala llena con gente, de pie, de todas las edades. Algunos de los que estaban no habían nacido cuando Guerra fue vicepresidente y este martes querían fotografiarse con él; y otros que eran políticos en activo en aquellos años ya en el PSOE.
«No fue fácil cerrar aquella etapa», dijo en referencia al franquismo. Por eso incidió en que fue un proceso en el que todos los partidos políticos tuvieron que poner de su parte y ceder. También valoró que «la cosa no empezó bien» cuando se iniciaron las negociaciones y votaciones para la Carta Magna. Guerra reclamó que la Constitución de 1978 fue un acto de «paz».
El político recordó que llamó a un vicepresidente del Gobierno de Adolfo Suárez para negociar. Además, amenizó la charla con una anécdota de como aquel vicepresidente lo había llamado a él cuando aún el PSOE no estaba legalizado para que ayudaran con un tema del Gobierno. «España ha tenido siempre muchas particularidades», espetó. También tuvo algunas frases sobre las negociaciones y lo prolijos que eran los ponentes profesores universitarios participantes en la redacción de la Constitución. Hubo 325 votos a favor, seis en contra y catorce abstenciones.
Después de 46 años apostó porque la Constitución va a dudar muchos más años porque se dejó por escrito la necesidad de una reforma «rígida» porque si no fuera así «no la conocería nadie» ya.
Hoy por hoy no parece que esté «maduro» el Congreso para la reforma, opinó. Después apostilló que ojalá mañana pudiera tener otra valoración y percepción de que lo fuera. Porque la clase política diera ese paso. Guerra no se mostró partidario de la reforma de la Constitución. «Soy partidario de reformas en la Constitución», concluyó.
No dejó de hablar de la Ley de Amnistía con fuertes críticas. Dijo que es la humillación de la generación de la Transición. También se refirió a los «jóvenes inmaduros de la llamada nueva política». Se preguntó si cabe extinguir la responsabilidad social de aquellos que fueron responsables de intentar golpear el funcionamiento ordinario de las instituciones. «Aceptar en silencio esa agresión nos convertiría en cómplices de la ruptura del país«, sentenció.
Disertó sobre los peligros de que el pueblo pierda la fe en las instituciones. Y no esquivó el debate sobre la politización del Tribunal Constitucional que apuntó que tiene la esperanza de que no sea así, de que no sea verdad y que espera que se defienda la legalidad.
Otro tema candente como el de las competencias de las comunidades autónomas, dijo que integran la Constitución, pero no la constituyen. Defendió que la unidad de España no es otra cosa que la igualdad entre españoles. A su juicio la discriminación por motivos identitarios supondría un «atentado» a ese principio de igualdad.
Guerra desgranó artículos que cree se deben reformar. Entre ellos el relacionado con el sistema electoral: «Hay partidos que tienen muy poca representación y están decidiendo muchas cosas. Uno de ellos, con un 1,6 % (de representación) y un prófugo de la Justicia».
En lo relativo al aforamiento recordó que se incluyó para que los diputados y senadores no fueran perseguidos por sus ideas, pero hoy se ha convertido en «algo extraño». Apuntando que la formación de los parlamentos autonómicos ha provocado que haya ahora «centenares de aforados».
El público asistente aplaudió la intervención de Alfonso Guerra al acabar. Escuchó en silencio y con alguna sonrisa entre pulla y pulla del político. Entre los asistentes había dos ex rectores de la UGR, Francisco González Lodeiro y Lorenzo Morillas. Decanos de otros centros universitarios y profesores, trabajadores del personal de administración y servicios de Ciencias Políticas y estudiantes.
El decano de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología, Santiago Delgado, aprovechó su intervención para reivindicar el centro. Pedir apoyo para mejorar sus infraestructuras. Y, para lanzar un mensaje muy importante subrayando que sus aulas están abiertas para la difusión de las ideas, de todas las ideologías, pero no para la mera propaganda ni de los totalitarismos de antes ni de ahora
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