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Andrea G. Parra
Granada
Martes, 10 de enero 2023, 00:15
El impacto de la carta viral de Daniel Arias Aranda, catedrático del departamento de Organización de Empresas de la Universidad de Granada (UGR), no deja de crecer. El debate suscitado es intenso y el autor de del escrito que llevaba por título 'Querido alumno universitario de grado: Te estamos engañando' se mantiene en la crítica a la falta de interés y motivación de los estudiantes. Ante este panorama propone una serie de actuaciones para cambiar el rumbo que está viendo que pergeñan día a día los universitarios.
A su juicio la solución debe empezar en edades tempranas en el sistema educativo. Se debe dotar al alumnado de «habilidades blandas» o lo que es lo mismo enseñarle a pensar, a saber expresarse adquiriendo una gran riqueza de vocabulario, enfrentarse a obstáculos y buscar la superación constante. Lamenta que haya estudiantes que lleguen a sus clases en la Universidad y no sepan, por ejemplo, qué significa unívocamente.
1 Controlar los dispositivos móviles en clase para evitar la dispersión en la que están sumidos los alumnos.
2 Iniciar un proceso educativo de motivación en enseñanzas primeras y secundarias.
3 Mejorar la lengua escrita y la expresión, dado que muchos alumnos llegan a la universidad sin dominar el lenguaje.
4 Realizar un aprendizaje sobre el entorno para que los alumnos lo conozcan y se sientan orgulloso del mismo, sembrando en ellos la curiosidad.
Es muy directo, además, al reclamar un mayor compromiso del estudiantado en su formación. No puede ser, a u juicio, que a todas horas le tenga que estar diciendo a su estudiantado lo que tiene que hacer, según denuncia. Se queja, amargamente, que, por ejemplo, cuando los universitarios hacen las exposiciones de sus trabajos en clase el resto de grupos se van. «Es una falta de respeto a sus compañeros. Eso me deja en shock», expone.
Arias Aranda, que lleva dando clases en la UGR desde el curso 1999-2000 y es catedrático desde 2011, es crítico con las nuevas tecnologías. El uso se debe empezar a solucionar, a su juicio, en primaria. «La culpa no es del ordenador, es del uso que se le da», señala. «Me gusta que se utilice el portátil en la clase que sea necesaria, en la mía no lo es», matiza.
En la carta viral expone, además, que «darle un chromebook –ordenador- a un niño de 10 años es como darle una cuchilla de afeitar a un bebé. Señores tecno-progres lean esto por favor: Cruzar un puente no te hace ingeniero de caminos, de la misma manera que tener un ordenador no te hace nativo digital. Mis alumnos no saben, en su mayoría, elaborar un excel o dar formato a un texto en Word. Las TICs a edades tempranas sólo sirven para distraer. La plasticidad neuronal se desarrolla con lápiz y papel, no con la dictadura de los teclados».
El profesor Arias Aranda, que imparte clases en Relaciones Laborales, Económicas e Ingeniería Química, señala que es «un problema de la Universidad y no solo de un centro». Y, apuesta, por una educación «sobre el yo» desde esas edades tempranas, que ya referenciaba antes. Lo que traduce en que el alumno desde el principio sepa «de su entorno, esté orgulloso del mismo y lo vea como un lugar, un país a mejorar».
A este listado de propuestas suma fomentar la cultura de la competición y la colaboración en todo tipo de enseñanzas. Argumenta que «con 18 años no sabes, salvo que tengas una vocación innata, que es lo que quieres estudiar (yo no lo sabía, pero tuve suerte al elegir). Flexibilicemos los primeros años universitarios y de FP. Las titulaciones no han de ser bloques de cemento. ¿Empiezas Informática y no te gusta? Hagamos pasarelas. Implantemos el major –grado mayor- y el minor –grado menor- como en EEUU. Que una mala decisión no frustre una vida».
El profesor Arias Aranda se refuerza en la queja a las redes sociales y la dificultad a competir con tik tok o instagram. «Quiero ver la cara del estudiante y no la marca del ordenador», reivindica. Resalta que es «muy agotador». Sobre la falta de interés, motivación y participación que en ocasiones se traduce en charlas entre el estudiantado y no atender es contundente: «No soy un policía, soy un profesor. Estamos en la Universidad, no estamos en un colegio. No quiero ejercer de policía». Por eso, incide en que el estudiante debe madurar y ser responsable de su educación.
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