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El 22 de septiembre de 2024 marcó un punto de inflexión en la vida de Pedro Mercado, rector de la Universidad de Granada. Estando en ... Madrid, en un transbordo de tren, empezó a encontrarse mal. Sufrió un infarto. Lo atendieron de urgencia en un hospital de la capital y luego, en Granada, se puso en las manos del equipo de Cardiología del Clínico San Cecilio, multidisciplinar, referente, y que el viernes acogió el primer congreso nacional de fisioterapia cardiaca. Una esfera clave en ese proceso de recuperación que para el máximo dirigente de la comunidad universitaria granadina ha supuesto todo un reto físico y mental.
–¿Cómo recuerda aquel día?
–Viajaba con mi amigo Paco Oliva, rector de la Universidad Pablo de Olavide, para inaugurar el curso académico universitario a nivel nacional en Zaragoza. Estábamos en Atocha haciendo el transbordo y empecé a tener calor. Sentí presión en el pecho, irradiaba hacia los brazos, y un sudor extraño, diferente. Fuimos a por un café. Pensé que una Coca-Cola me sentaría mejor, pero no pude ni tomármela. Fui al servicio y entonces lo vi claro. «No me encuentro bien. Yo no me voy a subir al tren. Que venga Emergencias», pedí. Enseguida llegó el Samur y me llevaron al Gregorio Marañón. En una hora estaba con el stent puesto.
–Cuando le dieron el alta y volvió a Granada, ¿qué fue lo primero que hizo?
–Cuando volví a Granada acudí directamente a la unidad que me correspondía, Cardiología del hospital Clínico San Cecilio. En muy poco tiempo me dieron cita. El informe médico indicaba infarto en arteria coronaria y necesidad de rehabilitación cardiaca. Pasé a lista de espera, me hicieron una primera valoración y entré con ese maravilloso equipo con todo el programa. Parte informativa, fisioterapia, pruebas, psicólogo, valoración...
–¿Sabía que existía la rehabilitación cardiaca?
–La verdad es que no tenía ni idea de que la fisioterapia se podía aplicar a algo como un infarto. Mis posibilidades de enfermedades cardiacas sí las conocía porque mi padre era cardiópata. Afortunadamente, no murió de una cardiopatía, sino de otros procesos de edad avanzada. En cualquier caso, sí ha sido una experiencia conocer cómo está organizada una unidad integral, multidisciplinar, con cardiólogos, médicos rehabilitadores, enfermeros especializados y fisioterapeutas expertos. Me dieron veinte sesiones, dos por semana, y me quedé verdaderamente sorprendido de los grandísimos profesionales y, sobre todo, de la atención humana, psicológica.
–Estuvo un mes y medio de baja. ¿Le preocupaba lo que pudiera ocurrir en la Universidad?
–He tenido la suerte, a pesar de todo, de que un magnífico equipo asumió el reto. El rector no estaba y había que tomar decisiones. Cuando uno tiene esa responsabilidad en una universidad tan grande y con tanta repercusión social e institucional, tener quien te respalde, en quien tener una confianza absoluta, es muy importante. Tenemos que aprender a delegar. Después del infarto yo estaba viviendo un proceso en el que fui consciente de que soy vulnerable, de que no somos superhombres.
–¿Cuál es el primer paso?
–Entender que estás aquí porque has tenido un episodio grave que ha afectado a tu salud. Tuve que aceptar que estaba en una situación que no era la anterior, pero también entendí que era un proceso natural, que el corazón es un músculo y hay que recuperarlo, ejercitarlo y ponerlo en forma. Ese es el secreto de la rehabilitación cardiaca. «Solo se hace una vez. Aprovechadla», es lo que transmiten en la unidad. Hay que aprender a cambiar hábitos porque, como dice mi fisioterapeuta, esto no es para dos semanas, es para toda la vida.
–¿Cuáles ha cambiado usted?
–He aprendido a priorizar en la agenda, qué es lo más importante, aquello en lo que imprescindiblemente tiene que estar uno, tener diez minutos para beber agua. Y a dejar siempre un hueco en el día para hacer ejercicio, que es el medicamento más esencial. También he mejorado la alimentación. He perdido más de diez kilos y me siento mucho mejor. Tengo más energía, descanso mejor, y eso me permite afrontar de una forma más decidida la jornada, intensamente, pero relativizando. Hay cosas que no podemos llevar en la mochila. Quinientos años de historia es demasiado.
–Hay quien dice que debió esperar más para volver al cargo...
–Uno está al servicio de la institución y lo da todo. Siento que volví en su momento justo. Era mi responsabilidad. Hay que normalizar estas patologías. La rehabilitación ayuda mucho a la colectividad. Ves que no estás solo. Somos muchas las personas que pasamos por allí, por desgracia, pero los profesionales hacen muy bien su trabajo. Y lo podrían hacer aún mejor si tuvieran más medios, pero hay que agradecer profundamente que tengamos un sistema de salud que permita respuestas tan rápidas.
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