En las barricadas de la independencia

La CUP, la izquierda radical que tiene en sus manos el futuro inmediato de Cataluña y de Artur Mas, es mucho más que cuatro okupas

zuriñe ortiz de latierro

Lunes, 30 de noviembre 2015, 00:24

La segunda vida de Joan Batlle arrancó hace 9 años en un hospital de Barcelona junto a la cama de su hijo inerte, el futuro triturado bajo las ruedas del coche que lo atropelló. No hablaba, no comía, no leía. A los 24 había que enseñarle todo, empezar de nuevo. En uno de los pasillos de la clínica, Joan se cruzó con un niño que vestía la camiseta del Español y se movía en silla de ruedas.

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Me dijo que era perico, como yo, pero sin alas, que se las habían cortado. Le contesté que las alas se llevan en la cabeza.

Cuando regresó a casa con su hijo hecho un bebé, Joan puso la mente a volar: se acercó a la CUP y se presentó a unas oposiciones de conserje. Le habían despedido de la planta donde tantos tornillos había fabricado. Ahora ha cumplido 60 años y los críos del instituto Verdaguer 40% de inmigrantes y vistas directas al Parlament, cincuenta metros en línea recta le regalan dibujos con mensajes como Joan es lo mejor. Es un conserje «vocacional», un hombre de maneras pausadas que acaricia al hablar y explota con la impotencia de alguna madre que no puede recoger a su hijo cuando él la llama porque el chaval hierve de fiebre.

Me dicen que no vienen a por ellos porque no pueden faltar de su trabajo, las echarían. El capitalismo tiene una cara inhumana que sabe muy mal. Es extremista con 700 millones de niños esclavizados. Nosotros no somos extremistas. Las élites no tienen piedad ni con las personas ni con el medio ambiente. Hablan de optimizar recursos... de echar a la gente cuando ellos tienen los contratos blindados. Acepto que somos radicales, pero no extremistas, porque extremista es el que no escucha, y nosotros lo hacemos. ¿Antisistema? Yo soy perico, pero no antiBarça. Me gustan las luchas desde abajo. Las de mi barrio. El pediatra que nos han quitado, los despidos de Movistar, las antenas de telefonía...

5 puntos:

  • claves para conocerlos

  • 1. Historia

  • En 1979 se presentaron varias listas municipales con el nombre de la CUP, pero se inscribieron como partido en 1987. Su evolución fue irregular hasta 2011, cuando en plena crisis económica multiplicaron por cinco sus resultados municipales y prepararon el asalto al Parlament.

  • 2. Fenómeno electoral

  • Su estreno en el Parlament, en 2012, fue crucial. Se hicieron visibles y lograron triplicar los votos en las municipales de mayo. Tienen 19 alcaldías y representación en las cuatro capitales de provincia. El 27-S pasaron de 3 a 10 diputados.

  • 3. Modernos y directos

  • Tienen votantes que no se identifican con alguno de sus dos pilares independencia y capitalismo. Debatieron sobre la posibilidad de lanzar un mensaje ambiguo, pero al final apostaron por una campaña clara, con un vídeo irónico y de estética cool muy aplaudido.

  • 4. De Marx a Chávez

  • Los diputados Julià de Jòdar y David Fernández preguntaron en 2012 a los concejales de la CUP por sus referentes políticos Marx, Che Guevara, Gandhi, el Mariscal Tito, James Connolly, Olaf Palme, Castro y Hugo Chávez, por este orden.

  • 5. Famosos

  • No tienen a Pep Guardiola, ni a Lluis Llach como Junts pel Sí, pero han contando con famosos del independentismo catalán. El actor Sergi López, candidato en Vilanova i la Geltrú, hizo una campaña activa en las redes sociales. El exjugador del Barça Oleguer Presas cerró la lista por Barcelona.

Hace un año, su hijo empezó a recuperar la autonomía y Joan se afilió a la formación que tantas canas le está costando a Artur Mas. La Candidatura dUnitat Popular triplicó sus resultados en las elecciones municipales de mayo por primera vez está presente en las cuatro capitales de provincia y también ha multiplicado por tres sus escaños (de 3 a 10) en el Parlament, convirtiéndose en la llave de la gobernabilidad de la convulsa Cataluña. En su mano está investir al president o conducir a la comunidad a unas nuevas elecciones.

Ya no son solo cuatro antisistema que llaman gánster al exministro Rodrigo Rato en una comparecencia parlamentaria. Son 333.447 votos, prácticamente los mismos que el PP, que quieren construir una república catalana popular, romper con España, con la UE, con el euro. Impulsar los servicios públicos, frenar las privatizaciones. Sueñan con una nación igualitaria y feminista, con plenos derechos para los inmigrantes, con aborto libre y gratuito. Tierra, agua y energía para el pueblo: ecologismo activo. Un Estado libre de corrupción. Quieren cambiarlo todo. Y hacerlo invistiendo a Mas es complicado. Hoy celebran la llamada jornada nacional, con un coloquio informativo dirigido a toda la militancia. Aún no votarán, pero se visualizará hasta qué punto esta cuestión los divide.

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El poder de una sandalia

Roser Vime Bosch está convencida de que Mas no sale por la puerta grande. «Desde el principio hemos dicho que no lo van a nombrar con nuestra ayuda y no lo vamos a hacer». Pedagoga, de Lleida, milita en un núcleo del Eixample de Barcelona, donde vive en un piso compartido con tres personas. En la universidad se movilizó contra Bolonia y hace cuatro años, cuando la CUP se estrenó en unas elecciones autonómicas, cuando su portavoz, David Fernández, amenazó con una sandalia a Rodrigo Rato en el Parlament, Roser se enganchó.

¿Qué encuentra en la CUP que no tenga Esquerra Republicana?

Ideas que estaban invisibilizadas, como la desobediencia. Me gusta que hablemos de la radicalidad democrática, que no hayamos perdido las raíces, que seamos netamente feministas y coherentes al poner en duda el sistema capitalista.

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Roser tiene 28 años, melena castaña sedosa, jeans impecables, un entorno familiar «diverso». La imagen del joven extremista y estética okupa ya no sirve para definir a los cuperos, que han mejorado sus resultados en todos los rincones de Cataluña pescando en caladeros cada vez más amplios. Su discurso independentista de izquierda radical se ha hecho un hueco entre ERC y Podemos, abriendo una rendija para llegar a un electorado más heterogéneo. El sociólogo Pau Marí-Klose salsea bien en las encuestas del CEO el CIS catalán, cocinadas alrededor de las elecciones del 27-S: «Son votantes muy jóvenes. La mitad, menores de 34 años. La media de edad es 10 años más baja que la de Podemos, el siguiente partido con seguidores más jóvenes». Es un electorado mayoritariamente masculino (66% o 56%, según las encuestas) y universitario. «Viven en hogares con ingresos que no son bajos, quizás porque entran varios salarios. Hay que tener en cuenta que son personas que tal vez vivan aún con sus padres. Tenemos la sospecha de que son los hijos descarriados del nacionalismo tradicional».

Empiezan a expresarse con fuerza en barrios nada baratos de la capital, como Gràcia o Sarrià-Sant Gervasi, y municipios acomodados como Sant Cugat. Pero donde llevan implantados desde hace décadas es en la Cataluña rural: después de décadas de trabajo de calle celebran hitos como el del Ayuntamiento de Berga, con alcaldesa cuperatras la cita electoral de mayo. «Los partidos parece que los descubren ahora, pero la CUP lleva funcionando desde 1987. La alcaldía de Berga no es una sorpresa, sino el trabajo de veinte años de su asamblea que ahora sale a la luz», refresca el politólogo Carlos A. Foguet, miembro del foro de debate Politikon.

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El hito de Berga 16.500 habitantes al norte de la provincia de Barcelona ha pasado bastante más desapercibido que el del Ayuntamiento de la capital. En los comiios municipales, María José Lecha, una desconocida, se abrió paso con tres concejales y un aluvión de críticas del electorado de izquierdas por no converger en la candidatura de Ada Colau y Barcelona en Comú. Para un partido donde las decisiones se toman en asambleas interminables es peliagudo trabajar en el monstruo administrativo del consistorio barcelonés. Nuria Martín Satorres, 32 años, madrileña, psicóloga social, da apoyo técnico al grupo municipal. Organiza agendas, recoge expedientes... Llevaba seis años picando entradas, preparando palomitas en un cine de la Ciudad Condal por 600 euros al mes.

Votar en el Ayuntamiento es una locura. Nosotras vamos al barrio, recogemos información, somos su altavoz y chocan los tiempos de trabajo, pero sobrevivimos. A la inversa, cuando hay que posicionarse en el Ayuntamiento sobre un tema en concreto, es una locura porque las decisiones las toman las asambleas de barrio, no las regidoras.

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En la CUPse habla en femenino. A Nuria le rechifla.

Cuando llegué a Barcelona a estudiar un máster empecé a ver cosas de la CUP por la calle que me gustaron: su organización asamblearia, el ecologismo y, sobre todo, el feminismo.

¿Por qué quiere separarse de España una madrileña?

Porque el independentismo es la herramienta liberalizadora de las clases sociales. No tenía conciencia política ni de clase y la CUP me ayudó a replantearme qué es el Estado español, que nos oprime a todos por igual, también a los castellanos.

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Por si acaso, en la mesa de Navidad no sacará el tema, ni siquiera con el cava y los turrones. Su padre, médico, no quiere oír hablar del tema. Su madre, funcionaria jubilada, conversa «de lo que sea».

Jordi Magrinyà, 39 años, ingeniero de sistemas y responsable de prensa de la CUP en Barcelona, lo tiene bastante más fácil en casa, «aunque lo más sano es no hablar de política a todas horas». A él le brota por cada poro, en cada palabra. Creció en la Barceloneta, entre libros de Marx, Luther King o Malcom X que su padre, camerunés, y su madre, tarraconense, dejaban a la vista. El niño les salió reivindicativo: milita en Endavant, la línea de la CUP más intransigente con la investidura de Mas, que convive con Poble Lliure, más pragmática y partidaria de la alianza estratégica con Junts pel Sí para alcanzar el objetivo de la independencia.

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La influencia de estas dos sensibilidades es incuestionable, aunque el 80% de los militantes no pertenece a ninguna de ellas. En cualquier caso, estos días se dejan la voz en las asambleas locales para influir en el voto. Pero los trapos los lavan en casa, no en entrevistas a las que son reacios. Desconfían, no están acostumbrados a que se les pregunte cuánto ganan o qué pagan de cuota los cerca de 1.500 militantes. No sueltan prenda. «La cantidad depende de las posibilidades de cada uno. Nuestra financiación es autónoma, depende de esas cuotas. Es una autoprotección para no ser absorbidos por otros intereses. Ahora que estamos en las instituciones tenemos un debate para ver cómo se socializa ese otro dinero», aclara Magrinyà.

«Bildu, ejemplo de lucha»

La madre de Blai Martí 31 años, sociólogo, los ocho apellidos catalanes anda molesta.

Está enfadada conmigo por lo de Mas. A ella le gustaría que fuera ya president. Es más de Esquerra Republicana.

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Blai insiste en que ellos están para empujar; que su esencia es municipalista, que la batalla se libra en cada calle, en cada barrio; que su protagonismo en el debate de investidura oculta el bosque, lo importante. Siente algo parecido cuando se le pregunta por su simpatía hacia Bildu. Los tres diputados de la CUP se estrenaron en el Parlament con una foto donde sujetaban un cartel con el número del preso Arnaldo Otegi, encarcelado en Logroño por intentar refundar la ilegalizada Batasuna.

¿Es necesario hablar de esto?

¿Qué es para usted la izquierda abertzale?

Un ejemplo de lucha muy difícil, son hermanos, referente en muchas cosas. Aunque el movimiento feminista no está a la altura.

Muchos de sus miembros siguen sin condenar los 900 crímenes de ETA.

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También ellos sufrían la violencia. Lo que acaba de pasar en París no tiene justificación, pero sí explicación. En ningún caso justifico ni condeno.

¿Es usted radical, antisistema y extremista?

No hay problema en esos conceptos, sino en la visión latente que hay detrás, que somos unos gamberros.

¿Nunca ha tirado una piedra en una manifestación?

Jamás he tirado nada. En las manifestaciones hay cierta violencia latente, pero siempre se hace mucho drama por quemar unos contenedores y al final es basura. Estas cosas se utilizan como excusa para no afrontar el problema.

Laboratorio de España

En El oasis catalán, Xavier Casals, historiador y profesor de la Universidad Ramon Llull, anticipaba hace cinco años el rompecabezas actual, cada vez más difícil, con más fichas, más pequeñas. «Se tiende a ver a la CUP como algo aislado y es un error. Cataluña es el laboratorio político de España, donde se producen fenómenos de gran calado que a España llegan más tarde. Y la CUP emerge en un momento de declive de los partidos mayoritarios. Ya en 2003 las otras formaciones recogían el 7,6% de los votos, pero es que en la autonómicas de 2015 han logrado el 36,8%», apuntala Casals.

Los cuperos sintonizan además muy bien con la nueva política que «conecta la plaza electrónica con la plaza pública». Muchos de sus votantes son nativos digitales, navegan muy cómodos por las redes sociales. Y se han hecho fuertes en un momento en que la sociedad reclama una política hecha de abajo arriba, la esencia de la CUP, con caras nuevas libres del lastre de la corrupción. «Todo el mundo mira las elecciones desde la clave del secesionismo y es un error que empaña todo lo que hay detrás. Hay una gran transversalidad de fondo», resalta Casals.

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Para Joan, Roser, Nuria, Jordi y Blai uno de los mayores éxitos de la Candidatura dUnitat Popular ha sido poner sobre la mesa la posibilidad de desobedecer. ¿A qué? «A lo injusto. Mientras no tengamos la independencia vamos a tener que desobedecer algunas cosas. Los cambios en la humanidad se han hecho mediante la desobediencia, que no implica violencia», matiza Blai. Pero cuajar esa democracia abierta, esas decisiones asamblearias eternas, toda esa transversalidad, en las instituciones puede resultar desesperante. Que se lo pregunten a Mas.

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