zuriñe ortiz de latierro
Martes, 15 de marzo 2016, 01:16
Lo de las manos manchadas de cal viva del otro día le ha escocido, pero bastante menos que cuando se la arrojaron a la cara Aznar y Anguita en la pasada era de la política española. En la que se empieza a escribir estos días, el viaje a las torturas de los GAL que hizo Pablo Iglesias en el Congreso, mientras reivindicaba a Otegi como preso político, ha conseguido el objetivo contrario: nada moviliza más a las bases del partido socialista que las afrentas a su legado. Y Felipe es una referencia casi espiritual que sacude al PSOE cada vez que habla. Últimamente no ha parado.
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Cerró la campaña electoral de las generales de la mano de Susana Díaz en Sevilla después de sudar por todo el país esas camisas de cuadros que parece que compra a pares. Luego apostó abiertamente por un gobierno PP-Ciudadanos con la abstención del PSOE, rechazando el acuerdo con el «leninismo 3.0» de Podemos, a cuatro días del comité federal que debatió los pactos para la investidura.
Una semana después, se estrenaba en directo en la tele pública de Andalucía para defender el intento de Pedro Sánchez de formar Gobierno y, de paso, recomendar a la líder andaluza que se quedara en su tierra, que no fuera a las primarias del PSOEde mayo ni batallara por la candidatura de la presidencia del Gobierno. Más que un jarrón chino que nadie sabe dónde poner en casa parece un microondas. Por cierto, la expresión en referencia a los expresidentes no es suya, aunque la haya birlado, sino del político peneuvista Iñaki Anasagasti, que la trajo de Venezuela.
«Con Sánchez se ve muchísimo. Está muy preocupado con lo que puede pasar en el país. No solo con Podemos, sino con la situación inédita que vive España», desvelan en su círculo íntimo. El 5 de marzo celebraba su 74 cumpleaños negando que le ofendiera la alusión de Iglesias a los asesinatos de los etarras Lasa y Zabala a manos de la guerra sucia. Respaldado por el secretario general de los socialistas, se lo aclaraba a la prensa en el homenaje que el Instituto Cervantes daba a su íntimo amigo Gabriel García Márquez, con el que compartió tantas papas con bacalao aderezadas con el devenir de Sudamérica, otra de sus grandes preocupaciones.
Ahora está allí, en Sao Paulo, asumiendo la titularidad de la cátedra iberoamericana José Bonifacio que le traspasa la escritora Nélida Piñón, premio Príncipe de Asturias de las Letras. En el auditorio de la mayor universidad de Latinoamérica vaticinaba el pasado día 8 que «el siglo XXI será, seguramente, el siglo de las mujeres».
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Aunque lo que más le ocupa la cabeza es Venezuela. Cuando estuvo un par de días en junio no consiguió visitar al líder opositor Leopoldo López, preso en la cárcel militar de Ramo Verde, ni tampoco asistir a la vista de su juicio ni a la audiencia en que se iba a decidir si se abría proceso al alcalde de Caracas, Antonio Ledezma. Pero su imagen y su discurso contra Maduro dieron la vuelta al mundo. «Sigue trabajando intensamente por Venezuela con contactos abiertos en numerosos países», confirma un asesor.
Le llueven las invitaciones para participar en foros, aquí y allá. «La mayoría de las veces lo hace gratis. No cobra nada a los gobernantes que le piden asesoramiento, incluso se suele pagar el billete de avión. Lo de su fortuna es una leyenda», sostienen las mismas fuentes. Pero cuando factura, lo hace a lo grande a través de Thinking Heads, la primera plataforma española de conferenciantes top. Ferran Adrià, Luis Rojas Marcos... González podría ganar hasta 100.000 euros por charla, más o menos la mitad que Bill Clinton. En cualquier caso, se trata de una aproximación. La Ley de Transparencia se olvidó de los expresidentes: no tienen ninguna obligación de detallar sus ingresos como consejeros de empresas en sectores estratégicos, ni como asesores o conferenciantes, pese a disfrutar de una paga vitalicia de unos 80.000 euros, además de coche oficial, escolta, gastos de oficina, una secretaria y un funcionario con categoría de subdirector general.
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«Achaquillos»
La salud de Felipe González, el presidente que más años ha estado en La Moncloa (1982-1996), es buena. «Tiene los típicos achaquillos», ha comentado recientemente su hijo Pablo. Hace un par de años se querelló contra los medios que difundieron que padecía párkinson. El 5 de marzo cumplió 74 años.
«Inteligente y muy simpática»
El idilio con Mar García Vaquero trascendió en 2008, cuando él todavía estaba casado con quien fue su mujer por 39 años, Carmen Romero, madre de sus tres hijos. Tras el divorcio, contrajo matrimonio con esta economista «inteligente y simpática», la define una amiga. Mar, 20 años más joven, tiene dos hijas de su primer matrimonio.
«Su fortuna es una leyenda»
Y su única casa, la que se ha construido en la sierra de Guadalupe 600 metros cuadrados distribuidos en dos plantas en una finca de 49 hectáreas. En su equipo insisten que el expresidente no amasa los millones que se comentan. El piso de Salamanca es de alquiler y los terrenos en la costa de Tánger donde quería construir una villa se los vendió a la familia real de Arabia Saudí.
El exmandatario renunció a los gastos de oficina y el año pasado dejó su sillón en Gas Natural Fenosa. El sueldo era de 126.500 brutos. «Entró 10 años después de dejar el Gobierno, así que lo de las puertas giratorias no tiene sentido. Y él prefirió ser consejero a asesor porque así quedaba más claro lo que ganaba. Fue un ejercicio de transparencia», defienden en su entorno. Lo cierto es que dejó la gasista en pleno debate sobre las procaces relaciones de algunos políticos con las grandes corporaciones.
La empresa que más beneficios le aporta es Ialcon Consultoría, dedicada a la compraventa de fincas rústicas y urbanas, rehabilitación de edificios, urbanización de terrenos, promoción, venta y alquiler de todo tipo de inmuebles... En el registro mercantil figura él como socio mayoritario y María, la pequeña de sus tres hijos, como administradora única. En 2014 declaró una facturación de 1,8 millones de euros, un 78% más que el ejercicio anterior.
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La relación con sus tres hijos hace tiempo que se restableció tras divorciarse de Carmen Romero al trascender su relación con Mar García Vaquero. La noticia saltó a finales de 2008: la atractiva economista, 20 años más joven que él y cuñada del conocido empresario Pedro Trapote, dueño, ente otros negocios, de la discoteca Joy Eslavas, se convirtió en objetivo prioritario de los paparazis. Se casaron en 2012 y parece que ha ido perdiendo miedo a las cámaras. Ahora les sonríe más que Isabel Preysler. Se la ve cómoda lo mismo en mítines, que en actos oficiales con los Reyes, de vacaciones en Ibiza o Marbella, en selfis con Elena Benarroch...
La hipoteca
La diseñadora y peletera que mejores fiestas da en España es amiga común de las dos parejas. Los González-García Vaquero suelen cenar con los Preysler-Vargas Llosa. Y, sobre todo, con la escritora Julia Navarro y su esposo, el periodista Fermín Bocos. «Son muy amigos y también tienen mucha relación con Carmen Chacón, Trinidad Jiménez, Carlos Solchaga, Javier Solana... Con Alfonso Guerra no hay nada, eso se rompió. Son de ir a casas más que de cenar en restaurantes», deslizan en su círculo de amistades.
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La suya, en la calle Velázquez, en pleno barrio de Salamaca, no es tan grande como se ha publicado: «justo la mitad». Unos 200 metros cuadrados que les alquila su cuñado Trapote. González tiene muy cerca el despacho donde le robaron hace cinco meses «documentos importantes». Por su oficina de Ferraz, «viene muy poco. Cuando hay campaña es cuando más se cuenta con él. Es un jarrón chino pero con mucho movimiento. No le gusta que le dejen en el rincón», admiten en la sede del PSOE.
Los rincones ya se los busca él. Por fin tiene ese «pedacito de tierra» que tanto le ilusionaba: 49 hectáreas en Cáceres comprados al constructor Joaquín Vázquez, «con una hipoteca que va pagando como tantos españoles. Es su única propiedad», confirma un portavoz. En la finca El Penitencial, rodeado por las encinas de la sierra de Guadalupe, ha levantado una vivienda de 600 metros, donde la pareja descansa largas temporadas. Allí mima sus bonsáis, diseña joyas de ámbar y coral, lee de manera compulsiva, les hace tortillas a sus seis nietos. «Es un abuelazo», ha comentado en alguna ocasión su hijo mayor, Pablo.
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Por las calles de Guadalupe «apenas se les ve», comenta un hostelero de su plaza más céntrica. Menos incluso que por el barrio de Salamanca, donde es habitual que la discreta Mar haga la compra en el mercado de La Paz. «Llama la atención por su belleza, pero guarda cola como las demás», observa una frutera. Desde que dejó su puesto en La Caixa no se separa de él. Lo acompaña a lo largo y ancho de esa agenda loca que últimamente ha tenido más escalas en España. Sus colaboradores más próximos lo ven claro: «Felipe se jubilará con las botas puestas».
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