A una semana de acudir a las urnas, me temo que la campaña electoral no ha aportado ingredientes sabrosos sino todo lo contrario. Menos mal que ya queda menos para votar. El único debate televisivo a cuatro celebrado el lunes pudo reafirmar a alguno de los candidatos, pero posiblemente sólo gracias a sus seguidores incondicionales. Debo confesarles mi aburrimiento. Mariano Rajoy aguantó ser la diana de los ataques de sus tres oponentes y se defendió bien desde sus posiciones rocosas; Pedro Sánchez intentó vender desconozco si lo consiguió del todo su imagen dialogante y posición de tener un espacio propio; mientras Pablo Iglesias ofreció sus ya conocidas atractivas poses en busca del voto a toda costa, que van desde ocupar la socialdemocracia, su ocurrencia de un programa con la imagen de IKEA y hasta rizar el rizo con su defensa de Rodríguez Zapatero; Albert Rivera se mostró el más combativo y unos días después inflexible con su postura de impedir la investidura de Rajoy. Un precio que tendremos que ver si no le supone un excesivo coste.
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