El candidato de Bildu, Pello Otxandiano, interviene en el acto celebrado este sábado en la localidad guipuzcoana de Tolosa. EFE
Opinión

El olvido que seremos

EH Bildu puede ganar las autonómicas vascas aunque después no tenga suficientes aliados parlamentarios para formar Gobierno

Alberto Surio

San Sebastián

Domingo, 14 de abril 2024, 00:03

'El olvido que seremos', basada en el libro del mismo título, es una película de 2020 que narra la historia de un profesor en la Colombia azotada por la gravísima violencia cruzada en los años 70. Al final, muere asesinado por los paramilitares. Viene ... el título de este emocionante filme dirigido por Fernando Trueba al hilo del momento que vive Euskadi en el ecuador de su campaña electoral. San Sebastián no es Medellín, evidentemente, y las diferencias de contexto son abismales, pero hay lecciones humanistas universales que se pueden extraer siempre sobre el peso perverso de la violencia y el riesgo del olvido que anida en todos nosotros. El instinto de la supervivencia hace estragos.

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Recordamos 'El olvido que seremos' en un instante clave de la campaña vasca que nos hace evocar también con amargura otros tiempos de plomo en los que seguir a pie de calle una contienda en Euskadi era un ejercicio de riesgo. Felizmente, y esa es la parte extraordinaria de alivio, vivimos un momento distinto, un momento estratégico de cambio, en el que la mayoría de la sociedad ha superado la página del terrorismo, aunque quizá no la haya leído; está en modo futuro, sobre todo las nuevas generaciones que desconocen lo que fue ETA y dejan un gran sinsabor entre quienes se resisten al olvido de aquellos mítines repletos de escoltas y de amenazas en las calles. Atrás quedan los tiempos de plomo, pero todo eso ocurrió y no hace demasiados años. El guion del presente y del futuro es así, pero tampoco puede olvidarse de dónde se viene.

La campaña vasca es un ejemplo de posibilismo ahora que la política tiene tanto de representación teatral muchas veces exagerada. Pero haría mal en soslayar los principios y aparcar las conciencias morales como si se tratara de unos muebles inservibles. ¿Quedan heridas por cerrar? Pues claro. Estás secuelas no desaparecen de la noche a la mañana. Harán falta años. Pero la posibilidad de una victoria de EH Bildu nos debería interpelar a todos sobre los fallos que se han cometido desde la democracia para abordar en toda su dimensión el problema de la memoria. Que la izquierda independentista comience a recibir incluso algunos votos socialistas puede suponer todo un punto de inflexión inimaginable hace poco tiempo. La velocidad de los nuevos tiempos es formidable, a pesar de que también conlleva sus contradicciones.

EH Bildu deberá poner a prueba en algún momento su apuesta por la democracia haciendo autocrítica de lo que fue ETA como proyecto totalitario y corrigiendo la tendencia de dirigismo leninista que aún conservan los herederos de esa tradición rupturista. Bienvenidos al club del posibilismo socialdemócrata. Que el frente amplio da mucho juego. Pero sin avasallar a la entrada, por favor.

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La campaña vasca entra en su recta final sin emociones fuertes, con PNV y EH Bildu en una competición feroz al esprint. El pulso que confirman las encuestas va a encender los ánimos y los nervios en una campaña que se ha desarrollado en un tono emocional bajo, alejada del fragor del debate identitario del pasado. El cambio social se nota y la preocupación por cuestiones como la Sanidad pública, la educación o la vivienda ha trastocado el orden de prioridades. Los próximos días demostrarán si finalmente ha prendido la pulsión de cambio o si el desgaste del PNV aún no es tan acusado como para un vuelco electoral.

Pero, aun cuando el triunfo de EH Bildu traería una gran marejada política, la verdadera batalla se va a librar en el terreno de las alianzas. ¿Retendrán PNV y PSE la mayoría absoluta en el nuevo Parlamento? Y, si no consiguen, ¿estarán dispuestos Sumar y el PP a echar una mano a esa mayoría? ¿A qué precio? Es una incógnita. La implicación del nacionalismo vasco con la pretendida vía confederal le aleja de la deriva secesionista en la que sigue atrapado buena parte del independentismo catalán, a pesar del naufragio del 'procés'. Ese desencuentro encierra un poderoso significado. Mientras tanto, el PNV apelará al voto de miedo para impedir el sorpaso. Lo hace ya demasiado tarde.

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