Pedro Sánchez continúa con su periplo viajero, que esta semana le ha llevado hasta Cuba. En la política exterior es donde el socialista busca tener el refrendo y prestigio del que no anda muy sobrado por aquí
La situación es susceptible de empeorar. El escándalo que provocó el portavoz del PP en el Senado, Ignacio Cosidó, con el 'whatsapp', suyo o reproducido –da igual–, ha sido la gota que ha colmado el vaso para deteriorar aún más la imagen de los políticos sobre la Justicia. Menos mal que el previsible presidente del Consejo General del Poder Judicial y del Tribunal Supremo, el magistrado Manuel Marchena, con su renuncia previa ha roto el cambalache de los dos partidos mayoritarios, PP y PSOE, al que Podemos se subió al carro, con lo que la renovación del órgano de gobierno de los jueces vuelve a la casilla de inicio. ¿O es un callejón sin salida? Y no me refiero a la huelga que han mantenido jueces y fiscales ante una ministra, reprobada por tercera vez, que antes de ocupar ese cargo fue activa ante las mismas reivindicaciones, sino a la utilización como argumentario de la influencia o contaminación partidista a la hora de enjuiciar a los encausados en el proceso independentista catalán.
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