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Sor Teresa, madre abadesa, o sor Rosa María, madre vicaria, muestran los dulces elaborados. Pepe Marín
Navidad en Granada

Dentro del convento de clausura de los dulces más famosos de Granada

La comunidad del monasterio del Santo Ángel Custodio va haciendo sus oraciones por aquella persona que se tomará uno de sus polvorones, o por aquella otra que disfrutará de sus exquisitos roscos mientras intensifica sus horas de elaboración de dulces en plena campaña navideña

Álvaro de la Torre Araus

Viernes, 20 de diciembre 2024, 00:42

La contemplación, más que un modo de rezar, es una íntima condición del ser humano que algunas personas descubren como su forma de vida. La vida monástica, la clausura, permite a la persona desarrollar la capacidad de ver el mundo con los ojos del corazón, algo que va más allá del simple examen de la realidad. Por eso, los dulces de los conventos y de los monasterios saben, como dice el dicho popular, a gloria. Cada receta encierra una manera de elaborar el producto más propia del cielo que de esta tierra tan llena de prisas y multipantallas.

La Orden de Santa Clara constituye la parte necesaria y complementaria, en cuanto a la contemplación, de la vida franciscana. Pero la Navidad carga de trabajo a la comunidad de religiosas del Convento del Santo Ángel Custodio en la granadina calle de San Antón. Las navidades están llenas de tradiciones y la compra de dulces conventuales es una de las más consolidadas en Granada.

Una costumbre que, de generación en generación, ha logrado que llegen a nuestros días dulces hechos con un inmenso cariño, que, mientras se elaboran, religiosas como sor Teresa, madre abadesa, o sor Rosa María, madre vicaria, van haciendo sus oraciones por aquella persona que tomará uno de sus polvorones o por aquella otra que disfrutará de un rosco o una de esas cajitas de alfajores. Delicias como las yemas, los famosísimos tocinos de cielo, los bocados de almendra, las frutas de mazapán con hojitas del propio convento….

Pepe Marín
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«Desde la 06:30  de la mañana que nos levantamos rezamos laudes, tercia, desayunamos y para las 09:30 horas empezamos con la elaboración de los dulces», afirma sor Teresa, que recuerda a IDEAL que para tener todas las variedades listas en Navidad tras el descanso de la comida la tarde la dedican a seguir teniendo todo listo hasta las 19:00 que celebran la eucaristía diaria. Sor Rosa María afirma que le encantan los sabores y recetas de Granada, pero que «en ocasiones su comida algo más picante», es algo que añora y que, de vez en cuando, les permiten comer, en comunidad, platos de su infancia. Estas religiosas, tras la cena, tienen un tiempo llamado 'de recreo', que dedican a ver o escuchar las noticias. «Tenemos que saber qué pasa en el mundo para rezar por sus necesidades y estar preparadas siempre. No nos podemos alejar de este mundo y de nuestra ciudad de Granada. Estamos aquí aunque nadie nos vea», apuntan.

Comprar estos dulces es una oportunidad para visitarlas a ellas, para mantener a la comunidad y las innumerables obras de caridad que desde el convento se realizan con muchas familias. Es raro el día que no reciben visitas de granadinos solicitando sus plegarias para superar una enfermedad o aliviar una situación económica difícil.

Todos sus dulces contienen ingredientes naturales de calidad, manteniendo las recetas que los convirtieron en favoritos durante cientos de años. Estas dos granadinas de adopción llevan más de 20 años en la ciudad, aunque su origen es indio. El encarecimiento de la vida y de los productos para estos dulces ha supuesto estos últimos años una preocupación para ellas. «No queríamos subir los precios para que todo el mundo pueda disfrutarlos», cuenta sor Rosa María.

Con la intención de acompañar en su camino y sus necesidades, a las hermanas clarisas del convento del Santo Ángel la Muy Antigua, Real e Ilustre Hermandad Sacramental del Santísimo Cristo de San Agustín, Jesús Nazareno de las Penas, Nuestra Madre y Señora de la Consolación y Santo Ángel Custodio ha asumido los costes de algunos de los productos gracias a su Bolsa de Caridad. Una cofradía que es parte de la comunidad de Clarisas y unas religiosas que se sienten cofrades y hermanas de la corporación.

Los manjares de las monjas del Santo Ángel se van agotando como si fuera un calendario de adviento, pero todavía se pueden comprar y admirar. Recuerda, al llegar no hay que olvidar tocar al torno. Ellas dirán 'Ave María Purísima' y quien llama responderá «sin pecado concebida».

En la Gran Vía

El convento del Santo Ángel Custodio de Granada tuvo desde su origen varias ubicaciones hasta emplazarse en la actual, en la calle San Antón. Fue fundado por iniciativa de sor María de las Llagas, de apellidos Cobos Centurión, hija del marqués de Camarasa, en 1626, con licencia del cabildo catedralicio. Sor María procedía del convento de Santa Clara de Estepa y, por iniciativa de su padre, crea un convento propio del que sería abadesa.

Primero se ubicaron en unas casas de la calle Elvira y en la misma calle, años después, se trasladaría de solar para construir su primer convento estable. Entre 1653-1661 se construye un templo, de grandes proporciones, según algunas fuentes, con traza de Alonso Cano. Durante la Guerra de la Independencia (1810-1819) el convento se ve afectado y las religiosas desalojadas, no volverán hasta 1812. El convento había sufrido daños, no tanto el templo, sin embargo es este el que se rehabilita por completo, dando lugar a un edificio de estilo neogótico.

A principios del siglo XX se produciría un reordenamiento urbano en la ciudad, abriéndose ante la fachada del templo, lo que hoy es la Gran Vía de Granada. Espacio abierto, moderno y estratégico para algunos negocios, que atrae el interés del Banco de España y que pone su vista sobre el solar que ocupaba el convento. Llegaría a un acuerdo con las monjas y, mediante trueque, y una compensación económica, estas, ceden su espacio trasladando el convento a la actual calle San Antón, entonces sede del Banco.

El abandono del convento por parte de las monjas se produjo el 11 de agosto de 1932, momento en el que se iniciaron las obras de adecuación del nuevo espacio a ocupar por las religiosas, mientras estas se alojarían durante diez años en el convento de la Encarnación de la misma ciudad. La apertura del nuevo templo, el tercero para este nuevo convento, se daría en 1943.

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