La cara oculta de la política

Trump ha declarado recientemente que si él accede de nuevo a la presidencia USA, acabaría con la guerra de Ucrania en un par de días. La semejanza con el caso JFK es evidente. Contra JFK se emplearon tiradores profesionales y L. H. Oswald fue el chivo expiatorio utilizado como cortina de humo sobre el complot, según los análisis más recientes.

En el caso Trump, asistimos a un método ya empleado en España en los años duros de ETA. Consiste en el «señalamiento» del objetivo terrorista a través de algún medio de difusión, Egin en el conflicto etarra. Biden, en recientes discursos, ha venido haciendo declaraciones sobre Trump, calificándolo de fascista autoritario al que hay que detener a toda costa por representar una amenaza contra la democracia. Difundido el mensaje, solo se trata pues de esperar que entre en escena el descerebrado de turno, brazo ejecutor intérprete de las proclamas, en este caso, de Biden. Espera que, en los tiempos que corren, no se hace larga, en la gran mayoría de los casos.

Los equipos asesores de los dirigentes políticos tienen especialistas en confeccionar mensajes con la dosis adecuada, para activar a elementos sociales sensibles a los fines políticos perseguidos. Se consigue así prescindir de búsquedas de sujetos con perfiles adecuados, detalladas preparaciones, que siempre, por secretas que se pretendan, dejan alguna huella.

El objetivo se alcanza cuando se deja actuar al ejecutor para, a los pocos segundos de efectuados los disparos sobre la víctima, ser abatido por la seguridad de Trump; y no antes, aunque estuviese localizado, como han señalado algunos testigos que alertaron de la presencia de un individuo con un rifle en las inmediaciones del lugar del discurso de Trump. Los muertos no hablan.

No puedo dejar de encontrar semejanzas entre este retardo en la respuesta al atentado sobre Trump, y el de Netanyahu (6 horas) en la masacre de Hamas del 7 de octubre del pasado año, cuyo objetivo no era otro que conseguir la aprobación pública a lo que resultó ser una desproporcionada respuesta sobre la población civil de la Franja de Gaza y su ocupación.

Se trata de esperas con una finalidad solo alcanzable mediante la sempiterna manipulación de la opinión pública para, unas veces, ocultar fines perversos; otras, obtener la aprobación pública para objetivos que, a veces, cabe calificar de criminales. Siempre con los medios como necesarios protagonistas; a veces, manipulados; otras, cómplices.